-De guaje iba a por leche cantando canciones de Luis Lucena y Manolo Escobar, pero fue en la mili donde empezó todo.

Vicente Díaz aprendió a entonar en Los Veneros, donde nació. "Había un vecino en La Llamera que cantaba bastante bien, ¡y teníamos unos piques morrocotudos!". En Riberas vivió hasta los 16 años que se trasladó a Avilés, pero su corazón late en Soto. Tanto es así que ha decidido donar todo su archivo al Ayuntamiento sotobarquense, que instalará en la Casa municipal de Cultura de La Arena una especie de museo en honor a este cantautor que no ha dejado romería sin pisar, aquí y en Hispanoamérica.

Trofeos -la "Cepa de oro" de Cangas de Narcea, por ejemplo -, figuras, medio centenar de placas y un sinfín de recuerdos de sus viajes allende los mares se podrán visitar en la localidad marinera dentro de relativamente poco tiempo. Aún sin fecha prevista para la inauguración, Vicente Díaz sí sabe que ese día cantará -lleva cuatro alejado de los escenarios - y que no estará solo en el escenario. "Será un día muy especial", avanza este hombre que ahora y después de 45 años actuando se dedica a recoger premios. ¿Los próximos? El "Campanu de Oro" en el valle de Lamasón, en Cantabria, y otro muy especial: Vicente Díaz será nombrado hijo predilecto de Soto del Barco, como acordó días atrás el Pleno por unanimidad de votos.

"Para mí es muy especial este reconocimiento y más aún que todos los políticos se hayan puesto de acuerdo", confiesa este músico que siempre que puede se escapa a Soto, donde conserva amigos. Que si una comilona a base de pitu caleya en Los Veneros, que si un paseo en kayak por la ría del Nalón... "De aquí marché con 16 años pero tengo muchos recuerdos: a Soto iba al cine, a La Arena a la discoteca "Lady Pepa". También me gusta pescar y sigo viniendo", señala este paisano a punto de cumplir 70 inviernos que se despidió de los escenarios con "Montes Cantábricos", su último trabajo auto producido.

Ahora sigue vinculado a la música, pero de otra manera. "Tenía guitarra desde los ocho años, pero no sabía dar dos acordes. Ahora voy a clases con Santos Alonso y ya me atrevo con alguna canción de Javier Solís, Sabina... Así que en fiestas de amigos saco la guitarra y pasamos un buen rato". Con el fin de Vicente Díaz -casi a la par - comenzaron también a tambalearse muchas romerías.

"¡Es normal! Antes había más dinero que ahora, no te ponían a soplar a la salida de cada fiesta y las comisiones no tenían que pedir cientos de permisos para organizar una folixa. Ahora con los botellones las barracas no ganan", analiza Vicente Díaz, al que le gustaría que una de sus canciones se convirtiera en himno oficial de la sidra y de las romerías. ¿El tema? "Qué tien esta sidrina que sabe tan bien, que cuando la bebo más quiero beber".

"Esa canción nació en Casa Lin (Avilés) con un cartel de esos coloridos que explican cómo está la sidra: prestosa, bébese bien...", recuerda Vicente Díaz, que reconoce que este es uno de los tres o cuatro temas en los que él metió mano en la letra. El resto, obra de compositores, sobre manera de Pepín Robles. Aún así no le fue mal: 22 discos y varias colaboraciones, 250 canciones grabadas...

Pero, ¿cómo llega Vicente Díaz a hacerse un hueco en el mercado musical? Lo de este sotobarquense son todo casualidades. Empezó a cantar en asturiano en la Academia de Artillería de Segovia donde coincidió con "varios de las cuencas". Por aquel entonces trabajaba como chapista en Ensidesa. "En la fábrica cantaba mientras trabajaba con las herramientas y me animaron a participar en el concurso de Candás. Fui en taxi con mis padres y quedé el tercero entre grandes estrellas. Marché llorando para casa de la emoción. Luego recibió dieciocho premios en tres años", reconoce. Casi sin darse cuenta, Vicente Díaz había saltado al estrellato siguiendo el ejemplo del Presi.

En todo momento conservó su puesto de trabajo como chapista. En agosto disfrutaba del mes por vacaciones y pedía julio (no retribuido) para participar en todas las romerías que lo requerían. Viajó al menos cinco veces a Venezuela, a México... "Era bastante complicado compaginar el trabajo en la fábrica y la música, pero todo salió bastante rodado. Yo estoy muy satisfecho de lo que hice y volvería a hacer lo mismo: gané dinero e hice muchos y buenos amigos". Ahora el cantautor sotobarquense vive su retiro feliz: está recogiendo lo sembrado y aprovecha siempre que puede de su otra pasión, la montaña asturiana. A ella también le canta.