Es uno de los testimonios más impactantes sobre lo sucedido ayer en la salida de Avilés hacia Gijón por la autopista. Sobre aquel fatídico momento en el que el autobús de la línea Cudillero-Avilés-Gijón se estampó frontalmente contra un pilar de la obra de los nuevos accesos al PEPA. Allí, fallecieron en el acto cuatro personas. Y una quinta, el vecino de Gijón José Emilio Menéndez, lo hizo cuando estaba siendo trasladado al Hospital San Agustín.

Él, quien protagoniza este brutal testimonio, fue uno de los primeros en atender a las víctimas. Transportista de profesión, iba con su camión detrás del autobús siniestrado. Se dirigía hacia Arcelor. Y él, que no oculta sus lágrimas ni que aquello le ha dejado "tocado", se encontró con la realidad más dura en el interior de aquel amasijo de hierros. Entre cadáveres y gritos, atisbó una voz conocida, amiga. La de la quinta víctima mortal: el vecino de Gijón que se dirigía a la ciudad para comer con su mujer tras cerrar su negocio en Avilés.

Las palabras de Cándido Álvarez -el camionero al que ahora le quedan largos días para reponerse de lo vivido- son tremendas, pero seguramente no se acerquen ni una centésima parte a lo que él vio y escuchó. A lo que él sintió.

"Es duro, sobre todo cuando te encuentras a un... Levantas a uno que había fallecido, porque ya no había nada que hacer por él. Y escucho una voz. Y sale de allí. Y era un amigo mío. Lo saqué como pude hasta que llegaron los bomberos y falleció en el San Agustín", cuenta con los ojos a rebosar de lágrimas, las mismas que derramó durante los emotivos cinco minutos de silencio -uno por cada víctima- en la plaza de España, frente al Ayuntamiento de Avilés.

"Cuando ya quedaban sólo los fallecidos en el autobús, me vine abajo. Estoy un poco tocado", reconoce Cándido Álvarez. Y la descripción con la que continúa su testimonio supone la triste guinda a lo que nunca debió ver con sus ojos, escuchar con sus oídos ni sentir en los más frágil de su propia humanidad: "Es que esto lo ves por la tele... Pero cuando llegas a casa lleno de sangre y con cristales clavados y todo de ayudar, es diferente. Aquello parecía un atentado. Y te queda la cosa esa de: ´podía haber ayudado más´".

Así de enrevesada es la condición humana, que cuando la realidad te ha torturado haciéndote testigo activo de lo más cruel, te hace martirizarte aún más pensando en un quizás... Pero Cándido Álvarez ahora debe pensar en levantarse. Y para siempre quedará su testimonio: el de un camionero que, en acto tan heroico como humano, se expuso a lo más terrible para ayudar al prójimo. Y así se encontró, sin querer, con un amigo que, en sus últimos momentos, pudo escuchar, al menos, una voz familiar.