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Las capturas de calamar de potera caen a las cifras más bajas que se recuerdan

Los pescadores no se explican qué ha pasado con el cefalópodo, cuyas ventas en la rula de Avilés son poco más que testimoniales

Primero pasó con el oricio y ahora la especie que da síntomas de agotamiento es el calamar, el cefalópodo más consumido en España. "No hay ni uno, es un desastre; salimos a pescarlos y lo más normal es volver para tierra en blanco", lamenta Eloy Sopeña, el patrón mayor de la cofradía de La Arena, todo un experto en la ciencia de la potera, que es el arte que se suele usar para capturar los calamares y que menos los daña.

La presente campaña de calamar pasará a los anales de la pesca asturiana, pero por los malos resultados: en el conjunto de Asturias, las lonjas han vendido 1.744 kilos, una cifra que está a años luz de la del año pasado, cuando en el conjunto del año se rularon 18.174 kilos. La rula de Avilés, la que más cajas de calamares comercializa, lleva 566 kilos vendidos; el año pasado facturó 13.687 por valor de 234.988 euros. El desplome es más que llamativo. "Va a ser imposible igualar o acercarse siquiera a las capturas del año pasado", avanza Eloy Sopeña, que se conformaría con "ir pescando unas decenas de kilos cuando salimos a faenar, por lo menos no volver de vacío".

Sobre las causas que pudieran explicar esta crisis de la pesca del calamar, hay más teorías que certezas. En el puerto de La Arena comentan que la mucha agua dulce que vertió estos último meses el Nalón al mar ha alterado la salinidad del hábitat que le gusta al calamar que vive cerca de la costa, "pero eso no explica por qué tampoco los hay mar adentro", apunta Sopeña. El paulatino calentamiento del agua del Cantábrico, la proliferación de depredadores del calamar -como el atún y el bonito- o el "excesivo castigo" al que es sometido el recurso por la acción de los furtivos y los pescadores deportivos son otras hipótesis.

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