Vivir del cómic en España es prácticamente misión imposible. Así lo aseguran los primeros autores invitados a las XXIII Jornadas Internacionales del Cómic de Avilés, Kiko Da Silva y Federico del Barrio, que alertan de que "en España se lee muy poco y cada vez menos" y urgen una modernización de la industria de la historieta en el país. Ayer, ofrecieron las primeras charlas coloquio de las jornadas en la Casa de Cultura. Minutos antes conversaron con este periódico.

"De los cómics no se vive. Yo por lo menos no lo he logrado salvo en momentos cortos hace ya muchos años. Vivo de dibujar, pero no tanto de las historietas. El panorama en España es complicado ahora mismo", asegura Federico del Barrio, el Caín del diario "La Razón" que acaba de regresar a las librerías con el seudónimo Silvestre, su otro yo.

"Vivir del cómic no es que sea difícil, sino prácticamente imposible, pero es por una cuestión de mercado. Hay unos índices de lectura muy bajos y nosotros vivimos básicamente del porcentaje de ventas (cobramos un 10% siempre que seas autor completo del precio de portada sin IVA). Mi época fue el resurgir, pero a Federico le tocó el bluf a nivel editorial. A mí me salvaron las revistas. Mi carrera profesional se hizo gracias a las revistas infantiles ('Golfiño' y 'Mister K') y a 'El Jueves'", añade el gallego Kiko Da Silva.

Ambos coinciden en que la salud del cómic en España es muy buena ("Nunca hubo tanta gente creando") pero "la industria tiene las mismas carencias que en la década de 1970". "Todos los mercados están pensando en vender derechos y el nuestro solo en comprar, como en los setenta. La gran mayoría de los editores sigue pensando así y eso es la pescadilla que se muerde la cola. Si queremos vivir del cómic en España, tenemos que empezar a producir para vender en el extranjero", continúa Da Silva, que puso en marcha la primera escuela profesional de cómic e ilustración de Galicia.

Para Federico del Barrio, el gran problema es que "no leemos lo suficiente y no parece que esa situación vaya a mejorar". "Mi hija de veinte años no lee ni un libro ni un tebeo. Se rechaza todo lo que no es audiovisual o que requiera esfuerzo", lamenta. Y lo peor, coinciden ambos autores, parece que aún está por venir: "No podemos confundir leer con culturizarse". Y si se lee poco, lo segundo mucho menos.