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Los maquis tienen quien los recuerde

La sobrina de uno de los dos guerrilleros que murieron a tiros en Poli en 1947 visita La Callezuela para colocar una lápida en la tumba de su familiar | Los dos combatientes llegaron al concejo después de cruzar a pie la sierra de Bufarán, que había sufrido un incendio forestal poco antes

Alfonso Noval Iglesias.

Lo que Violeta Aza sabía del final de su tío, el maquis Juan Aza Vallina, era que lo habían matado "en los montes de Teverga". Y poco más. La madre de aquel guerrillero, Selina Vallina, la abuela de Violeta, lo había contado muchas veces en casa. "Sin embargo, se murió sin saber dónde lo habían enterrado", se lamenta ahora Violeta que, junto a su marido, el profesor de Historia Michel Delmouly, visitaron este verano el concejo de Illas, donde reposan los restos del maquis que murió a tiros, en la noche del 10 de abril de 1947, en una tenada de la localidad illense de Poli. En ese lugar, la Guardia Civil le dio caza y, a la mañana siguiente, hizo lo propio con su camarada Alfonso Noval Iglesias.

Según un testigo de los hechos -Manuel Ángel Fernández Rodríguez, entonces, un niño-, Noval se rindió, lo apresaron y, caminando, lo trasladaron al cuartel de La Peral, cerca de Poli, pero, en un momento dado, le aplicaron la ley de fugas, es decir, le dispararon a matar y le mataron porque, adujeron, había intentado escapar. Tanto Aza Vallina como Noval Iglesias fueron enterrados fuera de los muros del cementerio de La Callezuela -ahora, ya están en el interior del camposanto tras una ampliación posterior-. Su tumba no tenía nombre, pero tras la visita de Violeta Aza y de su marido eso ha cambiado: una lápida de mármol con el nombre y las fechas de nacimiento y muerte les recuerda.

"Hace unos años nuestra hija Flora descubrió en LA NUEVA ESPAÑA un artículo en el que se contaba el final de la historia de mi tío Juan. Por eso estamos hoy aquí", reconocieron al tiempo Violeta Aza y Michel Delmouly. "Era el mejor modo de terminar una historia que había recorrido nuestra familia desde hace más de setenta años", añadieron.

El historiador Ramón García Piñeiro recoge en su gigantesca monografía "Luchadores del ocaso. Represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de la posguerra (1937-1952)" (Krk, 2015) parte de la historia de Aza y Noval. Los sitúa en el alto de San Lorenzo, entre Somiedo y Teverga, en la madrugada del 5 de abril de 1947, cinco días antes de los tiros. Estaban acompañados por otros camaradas. Era día de feria en Teverga y, según cuenta Piñeiro, "durante todo el día fueron deteniendo a los transeúntes a los que, una vez desvalijados, retenían en una cabaña, pero alguien no interceptado se percató de su presencia y dio aviso a la Guardia Civil" (p. 594). Entonces se produjo un primer tiroteo que desperdigó a la partida. Aza y Noval corrieron en dirección norte. Y el día 10 de aquel mes de abril estaban ya en la sierra de Bufarán. Ese iba a ser el último día en la vida de los dos comunistas.

Aza y Delmouly residen en la localidad francesa de Millou, cerca de Montpellier. "Mis abuelos eran asturianos, de Sama de Langreo", cuenta Violeta Aza. Su marido, Delmouly, cuenta que tras la Primera Guerra Mundial, la ausencia de mano de obra se hizo patente en cuencas mineras francesas, de manera radical, en la localidad de Decazeville, en el centro de Occitania. "Llegaron muchos españoles, sobre todo, tras la crisis de 1929", señala Delmouly. Juan Aza Vallina, el futuro guerrillero, había nacido en 2 de marzo de 1924 en la localidad de Llaneces de Pedriego, en el concejo de San Martín del Rey Aurelio. "Todos se fueron a Francia", cuenta Violeta. Juan Aza era hermano de Vicente, el padre de Violeta. "Mis abuelos tuvieron, además, cuatro hijos más. Me dicen que mi abuelo Jerónimo conoció a mi abuela cuando ya tenía dos y ella, Selina, uno. Luego, juntos, tuvieron tres más: a mi tío y a mi padre entre ellos", cuenta Aza, que siente, aún hoy, una admiración infinita por su abuela. "Era una pasionaria, una comunista que fue encarcelada dos meses por tirar piedras a unos amarillos que entraron en la mina de Decazeville en plena huelga", asegura.

El siguiente episodio sitúa a Juan Aza Vallina en el valle de Arán, en los Pirineos. En ese lugar, se concentraron las partidas maquis que iban a invadir la España en manos de Franco. Esto sucedió en 1944. Los generales Moscardó y Yagüe, enviados por el Caudillo, impidieron la entrada de la guerrilla. Muchos se retiraron a Francia, pero Juan Aza Vallina no. "Imaginamos que llegó a Asturias acompañado de algún camarada, pero no lo sabemos con certeza. Sus padres eran asturianos y creemos que el Partido Comunista le envió aquí para tratar de organizar las partidas", cuenta Aza. Ahí es donde pierden de vista al tío guerrillero.

La familia Aza estaba políticamente marcada. El padre de Violeta perteneció a la Resistencia Francesa. Había nacido un año después que su hermano Juan. Militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas. En 1957, fue enviado por el Partido Comunista a El Entrego. Llegó a comienzos de aquel año, a finales, logró reunir a toda la familia, incluida Violeta. Vicente Aza Vallina era dinamitero. "Murió en una explosión, pero siempre nos contaron que no fue un accidente", se lamenta ahora su hija. Tras aquella muerte, Juana, la madre de Violeta, decidió volver a Francia. "En El Entrego no tenía a nadie", señala.

"Por entonces, es cuando mi abuela sabe que habían matado a Juan en los montes de Teverga", recuerdan Violeta y Michel Delmouly. "Estuvimos perdidos desde entonces. Aunque muchos años después supimos que un tal 'Juan de España' leyó un elogio de mi tío en la Radio Pirenaica. Lo encontramos en la red", cuenta Violeta Aza. Este "Juan de España" relata que el guerrillero murió "rodeado por la fuerza represiva, compuesta por guardia civiles, moros y brigadilla criminal, luchó con heroísmo hasta caer acribillado a balazos. Su sangre tiñó el verde césped de la asturiana montaña. El teniente de la Guardia Civil vació el cargador de su pistola sobre su cadáver". Nada más lejos.

El certificado de defunción que se conserva en el archivo de Illas señala que murió por "heridas de arma de fuego", eso sí. Pero el testimonio que recogió este periódico desentraña el resto de los hechos: los dos maquis llegan a la sierra de Bufarán, que entonces acababa de sufrir un incendio forestal. Los dos, tiznados de carbonilla, se plantaron en Casa María -que luego fue El Chigre-. Pidieron cenar, pagaron, conversaron con Primo Poli, que prometió dejarles la protección de su tenada. Alguien, en el bar, escuchó la conversación y dio aviso a la Guardia Civil. Y luego vinieron los tiros: Juan Aza murió en la tenada y su camarada, camino de La Peral. En cada celebración de Todos los Santos, una flor recuerda a los dos guerrilleros que cayeron en Illas. Su memoria, setenta años después, está completa.

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