El colegio de Sabugo vivió ayer una jornada de recuerdos entrañables. Con motivo de la celebración del primero de los actos que se llevarán a cabo por su centenario, las instalaciones de la calle González Abarca recibieron la visita de antiguos alumnos, que rememoraron su paso por las aulas de doña María, doña Pilar, doña Concha, don Lucio o don Máximo, algunos de los maestros que han dejado huella en niños hoy octogenarios y nonagenarios. La alcaldesa, Mariví Monteserín, y la concejala de Educación, Yolanda Alonso, también estuvieron presentes, al igual que Manuel Ángel Hidalgo, director del Museo de la Historia de Avilés, entidad que prepara una exposición sobre el centro, inaugurado el 3 de septiembre de 1918 con el nombre de Antiguas Escuelas del Campo. El singular edificio se levantó en los terrenos que habían estado ocupados por un cementerio.

En el patio del recreo y entre el bullicio de 200 jóvenes, Petronila Alonso García y Mari Luz Fernández Compán, las antiguas alumnas de mayor edad presentes en el encuentro de ayer, relataban con cariño las vivencias de la niñez en las dependencias educativas. De sus memorias surgían una catarata de anécdotas. "Era la única niña con bicicleta y cuando la traía no me podía montar en ella porque la dejaba a otras niñas; al salir de clase iba al parque del Muelle y allí daba vueltas", comentó Petronila Alonso, hija, nieta, hermana y madre de maestros; su madre Pilar García fue también profesora en Sabugo. "Yo iba para maestra, pero llegó Ensidesa, me presenté a una plaza y entré a trabajar en el laboratorio de análisis de hierro y sílice con Antonio Coronado; estuve hasta que me casé, ya que había una normativa por la cual las mujeres casadas no podían continuar en la empresa", relató la mujer, de 92 años.

Junto a ella, Mari Luz Fernández Compán, de 89 años, recordaba las labores que formaban parte del aprendizaje -"en una tela de saco aprendimos a repasar"- y la zona trasera del edificio."Había árboles, traíamos unas cuerdas e instalábamos unos columpios; también había unos artos que pelábamos y comíamos, los llamábamos mantecados", dice con un brillo en los ojos al revivir con la palabra las experiencias de otros tiempos.

Juegos como el cascayo y saltar a la cuerda formaban parte del ocio de estas pequeñas que, al igual que el resto de las compañeras, destacaban por el buen comportamiento. "Nunca la maestra castigó, había un respeto hacia ella muy grande", coinciden en señalar ambas mujeres.

Antonio Sánchez y Jesús Reyes, igualmente antiguos alumnos de Sabugo, comparten igualmente recuerdos agradables de una escuela donde los niños no compartían espacio con las niñas. "Había un muro que separaba las entradas y creo no haber visto nunca a ninguna niña", indica Antonio Sánchez, que estuvo en el centro en los años cuarenta. Jesús Reyes, por su parte llegó a mediados de los cincuenta y ambos tuvieron un profesor que no borran de la memoria, don Máximo, "muy bueno en matemáticas", resaltan al unísono. Isabel González, nieta de este docente, no quiso perderse el encuentro de ayer en homenaje a su abuelo y también a su madre, antigua alumna. Al igual que el conjunto de asistentes, celebró con gran alegría 100 años de aprendizaje en Sabugo.