El medio millar de trabajadores de Arcelor y de las principales auxiliares está "absolutamente volcado", según fuentes sindicales, para que las baterías de coque de Avilés recuperen la normalidad o el estado más cercano posible a la misma. La instalación que ardió el martes sembrando la alarma en la comarca boquea: la mitad se salvó pero la otra mitad quedó "en la uvi". Lo que estos días ya se ha conseguido es que la batería número 4 salga del área de peligro, pero no las tres primeras, las más afectadas por el colapso de la galería de la cinta transportadora consumida por las llamas en la tarde del martes.

Según la empresa, la mitad de la destilería de coque ya está "al cien por ciento". Las carencias de las primeras baterías se suplen con peticiones a la planta de Dunquerque, en Francia, que es similar a la asturiana (cuenta con un número de talleres semejante al de las fábricas de Avilés y Gijón). El puerto ya espera la próxima llegada de dos barcos llenos de coque.

En la coquería avilesina se produce el gas utilizado como combustible para calentar los hornos altos que la siderúrgica tiene en Veriña (Gijón) y que ahora están ralentizados como consecuencia del siniestro que afectó a la primera etapa de un proceso productivo que da empleo a medio millar de personas.

"Currelas, peritos, jefes, oficinistas... todos estamos aquí. Veinticuatro horas continuadas", indican en medios sindicales. La compañía Daorje tiene destinadas a la reparación de la avería más de 80 personas. Estos y los casi tres centenares de trabajadores de la principal no pierden comba para que el río vuelva a su cauce. Y lo van consiguiendo: ayer lograron la parada en caliente de unas de las baterías dañadas de la coquería, esto es, dejarla encendida a 900 grados (lo mínimo para que los hornos no se deterioren).

Las tres primeras baterías, sin embargo, no alcanzaron aún ese objetivo. Pese a ello, la empresa no renuncia a alcanzar esa meta "a corto plazo". Lo que sucede es que tiene sobre sí la espada de Damocles del tiempo y del dinero; los sindicatos calculan que la reparación de esas baterías llevaría "entre dos y tres meses" y que esa restauración "saldría cara". ¿Merece la pena ponerse a ello cuando el horizonte de la destilería de carbón no va a superar el mes de diciembre del año que viene? La respuesta no está clara, aunque Arcelor ha ordenado ya las maniobras adecuadas para que las tres primeras baterías queden como quedó ayer la cuarta: en "stand by". Por lo que se refiere a las baterías 5, 6, 7 y 8, ayer ya estaban "tirando bien", según indicaron desde la empresa. "Esto no va a afectar al empleo en la instalación", prometen desde la compañía.

Pero la labor de estos días posteriores al accidente no se va a quedar sólo en devolver el pulso productivo a la venerable instalación. Y es que los escombros siguen ahí. "Esto es como una ciudad bombardeada", indicó uno de los trabajadores. Lo que ha hecho la compañía es cercar la "zona cero" -donde cayó la galería de la cinta transportadora que había ardido-, colocar andamios, asegurar la zona. "No vaya a ser que venga un mal viento y esto termine de petar", comentan en medios sindicales. Queda pendiente también la reconstrucción de la tubería de gas que rompió cuando cayó sobre ella la galería que protegía la cinta quemada, según la hipótesis que analiza la dirección de la compañía por el recalentamiento de uno de los rodillos, lo que ocasionó calor. Y ese calor terminó transformándose en el fuego que levantó una nube tan grande como escandalosa que se pudo ver desde varios kilómetros a la redonda de la instalación fabril.

El objetivo tanto de la plantilla como de la dirección de la compañía es seguir produciendo. Las orejas del lobo de Alcoa asoman calladamente. "Pero estamos aquí a dolor", recalcan los empleados. La empresa y el Ayuntamiento celebran la ausencia de afectaciones ambientales. Desde el primer momento, Arcelor ordenó la instalación de barreras de seguridad en la ría por si hubiera vertidos. El optimismo empieza a ser palpable entre los trabajadores, pese a la gravedad de un hecho que encogió el ánimo de una ciudad acostumbrada a las chimeneas y, desde hace algunos años, también a los fallos y averías. En las futuras baterías de Gijón, de cumplirse los plazos, se sacará carbón coquizado en octubre del año que viene. Dos meses después, las veteranas instalaciones avilesinas cerrarán.