En la cafetería del campo de golf de Los Balagares, presidiendo las mesas de madera y sobre una pared de color beige, hay una foto de la visita de José María Olazábal, premio "Príncipe de Asturias" de los Deportes en 2013. Rafael Caicoya la miró ayer por última vez en los cuatro años en que ha sido director técnico de la instalación. Como él, el resto de los empleados se dirigieron a la salida, acompañando al representante de Dolabay, la empresa que gestiona el campo desde 2006, para echar el cierre.

"Esperamos que la situación se arregle y que esto solo sea una especie de transición", anhela Caicoya. La gestión del campo ha salido a subasta pública. Hay seis empresas con posibilidades de asumirla. En dos semanas, la que ha hecho la mayor puja tiene que dictar su veredicto. Mientras tanto, los 18 hoyos, pensados para resolverse en 70 golpes, repartidos por las 30 hectáreas de terreno se enfrentan a un incierto futuro.

Rafael Caicoya también ha sido jefe de mantenimiento del campo. Conoce las entrañas del golf de Los Balagares. Lo que más le impresiona es el sistema de riego, según él, de máxima categoría. "Las tuberías recorren todo el campo y todo está construido según la normativa de la USGA -la asociación de golf de Estados Unidos-", asegura el exjefe de mantenimiento.

Caicoya lleva solo cuatro años en Los Balagares, pero acumula entregado a la fiebre del golf tres décadas de sus 54 años de vida. La primera sensación que tuvo al entrar, es el que el campo es un organismo vivo, aún en crecimiento. La tuvo por el grosor de los troncos de los abedules y los robles que se reparten por la superficie y por las alisos que adornan los cinco lagos dispersos por la cancha.

"La sensación que te da es ésa, pero en cuanto estás un rato allí, te das cuenta de que se trata de un campo con mucha solera y que no se puede perder, porque es un motivo de orgullo para los corveranos y para Asturias en general. Está en una ubicación inmejorable, cerca de todo y es un activo turístico", sostiene.

Andrés Muñiz, profesor de golf en Los Balagares desde su apertura, no estuvo ayer con sus compañeros. Tras unos meses confusos, de mucho estrés, disfruta de unas vacaciones en Málaga. Si Caicoya conoce el interior del terreno, él domina la cara visible.

"Este es un campo muy peculiar en la región, porque se le puede superar rápido; por eso engancha a la gente y ahí están las estadísticas. Es de los que más turistas recibe. Pero también sirve para organizar torneos donde los profesionales puedan tener un reto", reflexiona.

Para Muñiz, su hoyo favorito es el número tres, por ser el más largo. Aunque el cuarto también le supone una delicia, ya que el green -la superficie más cercana al hoyo- está casi prácticamente rodeada por un lago. "Uno de los mejores recuerdos que tengo es un campeonato de hace cinco años, en verano: logré un segundo puesto", afirma.

Ahora esos recuerdos y todas las prestaciones de Los Balagares quedan en suspenso. Ayer, la puerta se cerró y los 18 hoyos, los 60 búnkeres y los diez buggies de color blanco y techo negro esperan un nuevo gestor.