"Mi madre (Angustias González) se jubilará en breve y esta es una de las razones de más peso en la decisión tomada. También debo muchas hora de mi vida a mi familia; mi marido y mi hijo me necesitan cada día más y creo que se merecen que por fin esté a su lado en el día a día", sentencia Belén Regueiro, una mujer de armas tomar que ayer tenía el corazón partido. Entró en el restaurante Don Sancho con la mayoría de edad recién cumplida y ayer, 23 años después, cerró las puertas de este negocio ubicado en Ceruyeda en el que creció profesional y personalmente.

El popular restaurante que tenía como buque insignia el cachopo ibérico a la plancha contaba ahora con siete trabajadores, incluida la gerencia. A todos y cada uno de ellos, Regueiro les agradeció ayer su dedicación. También se deshizo en elogios con sus clientes -"personas fieles que apostaron por mí y me permitieron crecer a su lado", dijo-, los proveedores y los hosteleros de los restaurantes más próximos: "Siempre hemos sido compañeros, nunca rivales".

Ahora, Regueiro prevé alejarse de la hostelería o, al menos, tomarse un descanso. ¿El futuro? "Ahora mismo lo desconozco", confiesa esta mujer que ayer recibió las últimas comandas. Estaba nerviosa y también emocionada por cerrar las puertas de un negocio al que llegaron sus padres un 15 de marzo de 1995. "Por aquel entonces, el propietario de las instalaciones del Don Sancho llamó a mis padres para intentar levantar un negocio que estaba en horas bajas. Mi familia tenía otro local en Bañugues que funcionaba muy bien, pero más estacional, por lo que decidieron aceptar el reto y la oportunidad que se les presentaba", cuenta. "De aquella estaba también mi hermano, que al segundo año decidió emprender una carrera en solitario. Es en ese momento cuando me integré de lleno en el negocio con 16 horas diarias y así 21 años de mi vida", añade. Hoy Don Sancho ya no abre.