Uno de los asuntos más conspicuos de la historia de Avilés tiene que ver con la parroquia de San Nicolás y con el convento de San Francisco. "No nos echaron, cambiamos de casa", explicó ayer el párroco Alfonso López en el pórtico de la actual iglesia de San Antonio (la antigua de los Padres), durante el inicio de la ceremonia de reconstrucción del traslado de la parroquia de San Nicolás a la primera sede de los frailes franciscanos, que tuvo lugar hace justo siglo y medio. Centenares de fieles participaron en un desfile que sirvió para desmadejar ese "lío".

Y es que durante más de seis siglos, San Nicolás estuvo en la calle de La Ferrería. En 1868, con la ciudad crecida, el Ayuntamiento propuso el cambio al antiguo convento de los frailes: ya no estaban, el complejo religioso había sido desamortizado y había pasado a la Corona. "Con la vuelta de los franciscanos no hubo prisa para devolverles su casa", reconoció López. Y así fue que los franciscanos ocuparon el antiguo templo abandonado. "Sólo había un compromiso: una misa los domingos a las diez", añadió.

La reconstrucción de la jornada de traslado -el 6 de diciembre de 1868- la encabezó Esteban Ruisánchez, que fue el tamboritero que marcó el ritmo del desfile y que es el vicehermano de la Soledad. Tras él, dos maceros y, después, una decena de jóvenes portando las luminarias para el camino, todos "por las calles que creemos que fueron elegidas para llevar la parroquia". O sea, San Bernardo, La Fruta, El Parche y la campa de San Franciscano.

"Este va a ser un evento sencillo", prometió el cura al término del primer acto de la representación. Estuvo acompañado por el historiador Javier Méndez Ferré y por José Antonio García Alba, el viceministro de la Tercera Orden Franciscana. Se encargó este, precisamente, de explicar qué pasaba en Avilés hace 150 años como para tener que cambiar la parroquia de sitio. "Me voy a poner un poco nervioso", predijo el fraile seglar minutos antes del comienzo de la "performance". Méndez Ferré leyó el acta municipal que escribió Simón Fernández Perdones, que era el secretario municipal y es el autor de "Anales de Avilés", una de las primera monografías sobre la historia de la ciudad.

Alfonso López insistió en dejar clara la naturaleza "civil" de la fiesta. Y es que el cambio -según se lee en el acta de Perdones- fue a propuesta del Ayuntamiento: "Eran patronos de la parroquia", comentó tras recordar que el cierre de la actual San Antonio se hizo después del cambio de la pila bautismal -un capitel romano-, de una custodia de los condes de Canalejas -"los descendientes de Pedro Menéndez"- y de un cáliz de 1628.

Y así, con un "nos vamos de casa", comenzó la parada que salió a la plaza de Carlos Lobo, continuó bordeando el museo de la Ciudad, cruzó Camposagrado y enfiló La Fruta. Todo al ritmo pausado tañido por Ruisánchez, el vicehermano de la Soledad.

Poco a poco, el desfile fue ganando participantes."Es el buen tiempo", se escuchó en el interior de la parada. Pero no sólo eso, también la curiosidad: dos jóvenes maceros con cara y cuerpo de catecúmenos preparando la confirmación ayudaron de manera subrayada.

La Alcaldesa esperó en la campa de San Francisco para representar el compromiso de la ciudad con su templo más antiguo. Joaquín Fernández hizo de maestro de ceremonias en el tercer acto de la función. Explicó que San Francisco tiene mucha historia, pero señaló que el deber de todos los allí presentes es "abrir las puertas a la integración". "Esta iglesia cuenta con las expresiones artísticas más antiguas de la ciudad, pero tiene que dar cabida a las modernas", señaló el antiguo responsable de Cáritas en Avilés.

Monteserín y López empujaron las puertas de San Francisco, ya transformado en San Nicolás. Y la iglesia se llenó para escuchar a Juan José Blanco, el último cura que salió de San Nicolás, al que sacaron en procesión para concluir la celebración.