El Maruxa ha cerrado. Su gerente ha hecho las maletas y ha dado dos vueltas a la llave del tradicional bar de la calle de La Fruta para inaugurar otro local. Se cierran ocho décadas intermitentes de servir vermús y compuestas y, en los últimos tiempos, de escuchar cantares los lunes a mediodía. El Maruxa deja atrás ochenta años de historia tradicional a dos pasos de la plaza del Ayuntamiento. Como dicen algunos clásicos, el local era más avilesino que Ensidesa. Pero todo tiene un final.

El establecimiento abrió sus puertas por primera vez en 1938. Su larga historia lo convirtió en una verdadera institución del ocio local. Como el Germán, en el parque del Muelle, o el Carreño, en el del Carbayedo, ambos clausurados también. Los quintos propietarios del negocio, los que han decidido cerrar las puertas, llegaron al Maruxa en 2009. José Antonio Rodríguez ha estado preparando su marcha y ya tiene todo listo para un episodio nuevo en su carrera hostelera, que empezó en frente de los cines Marta y María sirviendo bocadillos antes de cada sesión de películas. Se hizo cargo del bar de La Fruta con el empeño de devolver al local todo cuanto le había caracterizado: la tradición.

Unos años atrás a que Rodríguez tomara el control del negocio, el Maruxa se hizo célebre en 2003 al convocar un referéndum entre sus clientes. ¿Fumar o no fumar? Y salió lo segundo. Eran los tiempos en que todavía era opcional. Ahora, todos fuman fuera.

Los lunes, pasada la una, en el histórico local sonaba canción tradicional. El local se llenaba: pincho y compuesta. O vermú. Las especialidades. Rodríguez se marcha para emprender una aventura en una zona avilesina en plena expansión: la que rodea a la iglesia vieja de Sabugo.

Los propietarios del local de la calle de La Fruta fueron los primeros en explotar un negocio que ha hecho historia en Avilés y que, a partir de ahora, deja en suspenso su porvenir. Los locales con tiempo largo a sus espaldas son cada vez menos, pero la tradición se transforma en novedades.