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ALFREDO RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ | HOSTELERO, SE JUBILA DESPUÉS DE 27 AÑOS AL FRENTE DEL MOLIENDO CAFÉ

Testigo del acontecer de Sabugo

Cuelga el delantal un profesional que contribuyó a darle personalidad al barrio marinero, un panadero frustrado que creó estilo detrás de la barra

Alfredo Rodríguez, sentado en la terraza de su bar. MARÍA FUENTES

Nunca fue Alfredo Rodríguez un hombre de muchas palabras; o sea, que da el perfil de esas personas que dice más cuando calla que cuando habla, y cuando esto último ocurre suele ser para ir al grano y además por los atajos. Por alguna parte tenía que asomar su origen, vinculado a una remota aldea montañosa de Cangas del Narcea -Villaoril de Bimeda- en la que nada era fácil hace 63 años, y menos en una familia grande (ocho hermanos), campesina y humilde, por no decir pobre. Es decir, que "Alfredo el del Moliendo", como popularmente lo conocen en Avilés, es hijo de una época penumbrosa marcada por la austeridad, la autarquía y el trabajo duro como lema de vida. Poca escuela y muchos callos en la mano. Como que estaba España para que se fueran las fuerzas en verborrea.

Y pese a ese rasgo de aparente aspereza, que a priori podría parecer una desventaja para prosperar al frente de un bar, Alfredo Rodríguez se ha labrado una carrera profesional como hostelero digna de resaltar. Puede que la clave resida en la capacidad innata que tiene para "calar" a la gente y, en función de su estado de ánimo, saber cuándo toca animarla, cuándo escucharla, cuándo seguirle la corriente o cuándo, directamente, estar callado. Desde luego, como buen profesional del trabajo cara al público sabe que jamás hay que discutir, que es mejor evitar los temas conflictivos -política, fútbol, religión...- y que no hay mayor recompensa que bajar todos los días la persiana con la tranquilidad de haber dado lo mejor de sí, que eso ya es mucho.

Toca centrarse en la jubilación -tiene 63 años, pero lleva currando desde guaje y ha dicho que ya está bien, que toca descansar- de un hombre que ha marcado una época en la hostelería de Sabugo, así sea porque es el único que queda de aquellos pioneros que regentaron bares en el barrio cuando la zona "metía miedo". Fue en los años oscuros de la crisis de los años noventa, con Ensidesa inmersa en su enésima reconversión, con la ciudad todavía tiznada de hollín y en un barrio, concretamente, donde los yonquis se metían heroína a la luz del día y en cualquier rincón. Han pasado 27 años del día que abrió el Moliendo Café y Alfredo Rodríguez ostenta, sin que esto tenga más mérito que el paso de tiempo, el título honorífico de decano de los hosteleros de Sabugo. Algunos le otorgan también el titulo de "catedrático del café". Para gustos, colores.

Pero antes de barman en Avilés, este cangués nacido en las estribaciones del puerto de Leitariegos fue pinche de panadero en otras montañas bastante más hostiles que las de su Asturias natal, las de Suiza. Porque fue cumplir los 18 años -la edad mínima reglamentada entonces para emigrar- y aquel mozalbete deseoso de labrarse un porvenir hizo la maleta y cruzó los Pirineos en busca de fortuna. Otros hermanos mayores le esperaban allí e incluso le habían buscado ocupación en una panadería. Uno de tantos miles de españoles emigrados a una Europa que en los años setenta miraba a España con una mezcla de suspicacia y curiosidad por qué iba a pasar aquí cuando muriese el dictador.

Fue en Suiza -casualidades del destino- donde Alfredo Rodríguez conoció al avilesino Luis Meré, que debió percatarse de que aquel joven emigrante no estaba precisamente a gusto en tierras helvéticas. Le preguntó si quería volver para Asturias y el chaval ni lo dudó: "¡Mañana mismo!" La mediación de Meré y la disposición de la familia Bonín convirtieron al frustrado panadero en empleado de la mítica firma Samoyco, la más importante de la época del sector de montajes en Asturias. El idilio de Alfredo Rodríguez con la industria duró diez años -el tiempo que tardó en quebrar la empresa- y propició el nacimiento de otro amor, este aún duradero, el que unió al de Cangas con la leonesa Rosa Montiel Baro. La pareja, tiempo después, tendría dos hijas.

En la barrera de los 30 años y con la tarjeta del paro en la mano, Alfredo Rodríguez inició una nueva andadura profesional: camarero. Fue en Oviedo, en el muy conocido bar Tejeiro, que aún sigue abierto en el barrio de Vallobín. Nacieron las niñas y se impuso la necesidad de racionalizar una vida que discurría agotadoramente entre la barra del bar y la autopista que llevaba y traía al camarero entre Avilés y Oviedo. En sintonía con su mujer e inseparable colaboradora, la idea de abrir un negocio propio tomó forma. Y meses después, elegido el local en la calle Carreño Miranda, abrió sus puertas Moliendo Café.

Los inicios fueron duros; es lo que tiene empezar de cero. Metidos en gastos, dedicándole al bar todas las horas del mundo, ganándose a pulso la confianza de cada uno de los clientes... El "Moliendo" abría temprano y cerraba con el ocaso. Esto no ha cambiado, salvo que ahora también es habitual parada de copas en las noches festivas de la ciudad. Y en paralelo al asentamiento del negocio, Sabugo se regeneró, abrieron nuevos establecimientos y los avilesinos redescubrieron la belleza del barrio que mejor conserva el sabor marinero del Avilés de antaño. Alfredo Rodríguez fue testigo de todo esto y también partícipe, con un papel activo en todas las iniciativas que le propusieran: iluminación navideña, decoración antroxera en Carnaval, la fiesta de Santa Ana, jornadas gastronómicas...

Este año que acaba, el último detrás de la barra, ha sido una despedida a cuentagotas. Alfredo Rodríguez ha vivido 2018 con la procesión royéndole por dentro, pero al final consciente, como ayer le demostraron cientos de clientes que le montaron una fiesta, de que muy mal no lo debió de hacer para ganarse el cariño de tanta gente y la fidelidad de quienes tenían como uno de los placeres del día hacer una pausa para tomar un café. Para consuelo general, el hostelero deja heredera al frente del negocio, una aventajada discípula que mantendrá viva la llama del "Moliendo".

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