"Hasta ahora hemos trabajado sin problema. Lo que venga a partir de mañana es un enigma". Esto lo dice un empleado de una auxiliar de Alcoa a la salida de la asamblea de trabajadores que se celebró ayer a mediodía en San Balandrán. El malestar es patente, porque consideran que no todos los flecos están cosidos: es la angustia de llegar al comedor en el segundo turno. Son conscientes los trabajadores consultados de que "ni los de la principal lo tienen claro del todo". Sobre la mesa están el futuro de los departamentos de electrólisis y fundición. Los de oficinas y de mantenimiento, dicen, están en un interrogante. O sea, que el futuro -que es la meta que quieren alcanzar todos: los de la principal y los de las subcontratas- parece un campo inexplorado. "Se habló durante todo este tiempo de los 700 puestos directos y de los 1.200 indirectos. De estos nada se sabe", describe un empleado de otra subcontrata. El colectivo supera el centenar de personas y se mueve por sectores tan heterogéneos como la seguridad, el transporte de viajeros, el mantenimiento, la limpieza industrial... La compañía ha pedido apagar las cubas antes de que termine el mes de febrero. Esa labor la van a realizar los propios trabajadores de Alcoa. Ahí es donde, sin embargo, se habían empeñado los empleados de compañías que sirven a la grande. "Lo normal es que si van a despedir a unos cuantos de ellos, nos larguen a nosotros también".