Alonso Martínez no levanta dos palmos, pero pilota el patrullero "Centinela" como Fernando Alonso en las 24 horas de Le Mans. Mientras el guaje, en lo alto de una butaca, le da al timón a derecha e izquierda, un marinero explica cómo se trabaja en el puente de gobierno del barco de la Armada que atracó el jueves en la dársena de San Agustín a última hora de la tarde y que ayer se abrió de par en par para descubrir sus secretos más confesables: medio centenar de hombres como dotación, todos comandados por el capitán de Corbeta Iván Ron Serrano, veintiocho años vigilando aguas territoriales, los últimos cuatro meses del año pasado, en medio del golfo de Guinea. "Hasta Gabón", señala uno de los marineros encargados de explicar la derrota del patrullero gallego, el primero que llega a Avilés en el año de celebración del quinto centenario del nacimiento de Pedro Menéndez, el Adelantado de La Florida.

"Ya hemos llegado", le dice Jesús Encinas a su nieto Alonso. "Lo has aparcado muy bien", interviene el marinero encargado de explicar el funcionamiento del barco. Así es que el niño, satisfecho, pero sin darse importancia, baja de la butaca del timonel y se dirige a la puerta de salida para continuar la visita guiada por el navío: la cubierta superior, la pista del helicóptero. "Si hay un accidente, nuestra prioridad son el piloto y el copiloto. Tenemos que inundar toda la pista con espuma para evitar males mayores", comenta otro marinero, el que da la bienvenida a los visitantes del barco.

El "Centinela" es un patrullero que tiene como base el arsenal de Ferrol. "Lo normal es apoyar barcos de pesca e inspecciones marítimas", explica otro marinero detrás de una mesa llena de armas: un fusil cetme -"el de toda la vida"-, una ametralladora MG 42, una pistola... Un niño entonces fija su mirada en una bayoneta: "¿Es una espada?", inquiere al marinero, que sonríe ante la cuestión. "Mira, esto va así". Y la engancha al cañón del cetme.

El capitán de Corbeta que comanda el patrullero deja entonces la cubierta tras los saludos de sus hombres. Participa en la ofrenda floral al Adelantado de la Florida, en la otra orilla de la ría. "Estas armas las utilizamos cuando tenemos que desembarcar", aclara el marinero. Fernando Suárez y su hijo Sergio observan la mesa de las armas. "No, no, me tocó ir a Melilla", dice el corverano. "Si me coincide, me gusta subir a los barcos", confiesa. Lo hizo en el "Juan Sebastián de Elcano" y también en el buque escuela "Creoula", el de la Universidad Itinerante del Mar.

Las escaleras que dispone el patrullero son muy empinadas. Dos paisanos que sí sirvieron en la Armada las suben como si nada. "Venga, Luis", anima uno al otro. "Luego me haces una foto en la bandera", responde el segundo. Son los mayores de la excursión por el interior del barco patrullero. Toño Zamanillo y su hija han subido a bordo en una mezcla de curiosidad y melancolía. Zamanillo también hizo la mili en la Armada. "Pero me tocó en el Estado Mayor, en Madrid. Así que, poco mar", bromea. Lo suyo fueron los teletipos. "Los quitaron estando allí. El primer ordenador que vi fue entonces". En los primeros ochenta.

El "Centinela" se pilota de manera manual y automática. "La tercera posibilidad es más compleja", explica el marinero. Se tienen que averiar todos los sistemas. "Y podemos llevar el barco como Cristóbal Colón". Eso Alonso Martínez aún no lo sabe.