Una tarde de mudanza pudo haber acabado en tragedia para un veinteañero avilesino que el pasado martes estuvo a punto de beber una dosis de desinfectante industrial en la creencia de que era agua mineral, pues el líquido tóxico se hallaba dentro de un botellín de plástico de los usados para comercializar la popular bebida. "Nada más pegar el trago me di cuenta de que aquello no era agua, me supo como si fuera un chupito de alcohol fortísimo", explicó el afectado a este diario.

Lo que el joven metió en la boca es un producto prescrito para hacer limpiezas a fondo en entornos hospitalarios, deportivos y geriátricos y cuyo fabricante aconseja usar diluido a entre el 2,5 y el 15 por ciento en agua. El chaval evitó males mayores escupiendo el desinfectante nada más sentir un "extraño sabor" en la boca y enjuagándose abundantemente a continuación con agua del grifo. Así mismo, siguiendo las pautas de seguridad aconsejadas para estos casos, acudió a urgencias del Hospital San Agustín como medida precautoria.

La confusión de bebida se produjo en el domicilio al que se acaba de mudar el joven, que precisamente se hallaba la tarde del martes haciendo limpieza general en su nuevo hogar acompañado por su madre, que, al parecer, fue la que había llevado a la casa el producto de limpieza "embotellado" en otro envase. En un momento dado, el joven tuvo sed y cogió de una cesta lo que parecía un botellín de agua mineral de 50 centilitros; se da el caso de que dicho recipiente era de color azul, el mismo del desinfectante, que si hubiera estado en una botella transparente habría, como mínimo, llamado la atención. "Tenía sed y ni lo pensé; vi la botella, desenrosqué el tapón y me dispuse a beber", relató el afectado.

Al contacto del desinfectante con las mucosas de la boca la reacción fue inmediata: escupir el líquido. "Menos mal que lo eché fuera, porque de haberlo tragado no sé que hubiera pasado", comentó el avilesino una vez pasado el susto. Fruto del breve contacto del producto químico con la boca, la víctima de este accidente doméstico notó en los minutos posteriores una sensación en la boca "similar a la que te queda cuando te enjuagas la boca con un colutorio, pero mucho más intensa". También registró episodios de náuseas y mucha salivación, por lo que decidió acudir a urgencias para descartar una intoxicación.

Ya en el Hospital San Agustin, las pruebas de sangre realizadas y la consulta al Instituto Nacional de Toxicología (previa aportación del nombre comercial del desinfectante) permitieron concluir que al no haber llegado el producto químico al estómago no había mayores riesgos para la salud. Así y todo, los facultativos prescribieron al joven un purgante (yogur con aceite de oliva). El protagonista de esta historia aprendió en carne propia lo que dice el manual de la seguridad en el hogar: los productos tóxicos jamás deben embotellarse en recipientes que inviten a beberlos por error.