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CÁNDIDO GUDE | EXMARINO

El "adelantado" del siglo XX

La vida de este avilesino octogenario que pasó años en Florida está llena de asombrosos paralelismos con la de Pedro Menéndez

Cándido Gude, en Avilés. MARÍA FUENTES

Se cubre la cabeza con un sombrero texano que, según puntualiza, le costó 70 dólares en Alburquerque (Nuevo México), se abriga con una chaqueta de corte marinero que luce en la manga derecha la bandera de Estados Unidos y habla con el típico acento que delata a los norteamericanos cuando emplean el español. Cándido Gude Arias podría pasar por ser un abuelo estadounidense de vacaciones en Avilés, pero en realidad es más avilesino que la mayoría de los vecinos de una ciudad que con la llegada de Ensidesa se pobló de gente llegada de todos los confines.

Este octogenario que luce un inconfundible look yanqui nació en 1930 en un edificio de la actual calle San Bernardo que según algunos historiadores podría ocupar el mismo solar que la casa natal de Pedro Menéndez. Y vino al mundo un 14 de febrero, solo un día antes en el calendario que el Adelantado de la Florida. Pero no acaban aquí las casualidades: Gude también se hizo marino presa de una vocación irrefrenable, navegó por todos los mares del mundo, se vio envuelto en conflictos bélicos, recaló en Estados Unidos, construyó su hogar en tierras de Florida y ahora, con los 90 años a la vuelta la esquina, ha querido volver al pueblo donde tiene sus raíces para vivir en paz el tiempo que le quede.

Los paralelismos entre las vidas de Pedro Menéndez y Cándido Gude, separadas por cuatro siglos, son asombrosas, casi intrigantes. Nacieron en familias acomodadas para su época, se criaron al borde de la ría y ambos gustaban siendo niños de acercarse a los muelles para ver los barcos en los que soñaban embarcar... Los dos se escaparon de casa siendo adolescentes, Menéndez para conocer mundo (le hallaron en Valladolid) y Gude para ganar un salario que le diera independencia (sin conocimiento de sus padres se metió a trabajar con 14 años en la desaparecida vidriera del Arbolón).

El Adelantado y su émulo del siglo XX cumplieron su sueño de ser marinos, el primero destacando como capitán excepcional de la Armada de Felipe II y Gude forjando de forma autodidacta una carrera brillante como maquinista naval. Pedro Menéndez colonizó La Florida para España y Cándido Gude eligió ese territorio para, junto a su esposa, criar a la prole, formada por tres hijos. Sin duda, de haber sido coetáneos, Don Pedro y Cándido hubieran hecho buenas migas.

El "Pedro Menéndez" del siglo XX es nieto de la mujer que fuera regente de Casa Felisina, una fonda de postín que durante años funcionó en la calle La Fruta, e hijo del gallego Cándido Gude y la gozoniega Pilar Arias. Tuvo tres hermanos, de los cuales uno ha muerto y del otro dejó de saber por discrepancias familiares. No fue buen estudiante y su espíritu rebelde le llevó a buscarse la vida siendo un guaje. Probó una semana en un taller de reparación de bicicletas de la calle Llano Ponte y lo dejó; se metió en una empresa de construcción y a la semana pidió la cuenta. En esos días protagonizó la escapada que le convirtió en obrero de la vidriera del Arbolón. "Sé hacer botellas, algo que no todo el mundo puede decir", bromea al recordar aquel pasaje.

Sin haber cumplido los 15 años se apuntó en la Ayudantía Militar de Marina para ir voluntario al servicio militar en la Marina de Guerra, tal era su fascinación por el mar. Y como aún no tenía la edad mínima, se alistó en un carguero de nombre "Castillo de la Mota". Le dieron una pala y lo pusieron de ayudante de fogonero. De aquella los barcos eran de vapor.

En esos años conoció toda la costa ibérica en viajes de cabotaje y llegada la hora le reclamó la Marina de Guerra. Ingresó en la Armada el 1 de enero de 1950 y se licenció en noviembre de 1951 con gran disgusto de la superioridad, que veía en él madera marino. "Yo era un tío echao p'alante y lo que quería era ver mundo y tener dinero en el bolso", justifica la negativa al reenganche en la Marina de Guerra.

De vuelta a Avilés trabajó como encofrador para Entrecanales en la construcción de Ensidesa y en 1958, aprovechando unas vacaciones, la llamada del mar se le hizo irresistible. Embarcó en un "barco pirata" -lo que hoy se da en llamar barco con bandera de conveniencia- y vivió su primera aventura mundial. Aquel cascarón herrumbroso navegó desde Avilés a Nápoles, de allí a Sri Lanka, luego Karachi, de nuevo a la antigua Ceilán y, a continuación, proa a Calcuta. No llegaron porque al barco le faltaba potencia para remontar el río Ganges. El armador mandó llevar el barco a Karachi y estando en ese puerto estalló la revuelta militar que llevó al gobierno al general Ayub Khan. "Decretaron la ley marcial, quedamos atrapados en el barco y tuvimos que alimentarnos durante semanas a base de pan de tomates, pan de molde y margarina... Los españoles a bordo logramos salir de aquel infierno al acabar la rebelión y regresamos a casa", explica.

Decidido a mejorar su estatus dentro de los barcos -"no le veía futuro a lo de ser fogonero"- , Gude se tituló como mecánico naval y en 1962 recibió una oferta laboral de un naviera estadounidense. Ni se lo pensó porque, entre otros motivos para irse a América, estaba el hecho de reencontrar a su padre, que había emigrado a aquel país. Ya en Nueva York, efectivamente, encontró a su padre, o mejor dicho lo que quedaba de él: "Frecuentaba la calle 14 (conocida como Little Spain) y gastaba todo lo que ganaba trabajando en el puerto en alcohol y mujeres. Conozco esa calle palmo a palmo de las veces que fui a buscarlo para llevarlo a casa, siempre borracho como una cuba", relata con evidentes signos de reproche por la conducta de su progenitor.

El naviero que le dio trabajo a Cándido Gude se llamaba Spyros Tsilimparis, griego como su nombre evidencia. En sus barcos, el avilesino recorrió decenas de veces el Caribe, los mares de Sudamérica y los océanos del mundo; visitó la Unión Soviética -donde casi lo ametrallan por vacilarle a un comisario político- y pudo estabilizar su vida llevándose primero para Nueva York y luego para Orlando (Florida) a la familia que había dejado en España, una esposa y tres hijos, hoy convertidos en brillantes profesionales en Estados Unidos y orgullo de su padre. "Estados Unidos es un país magnífico, tierra verdadera de oportunidades... para quien de verdad quiere trabajar", reseña agradecido a su segunda patria.

El regreso a Avilés se produjo hace dos años. El alzheimer arrebató a la llanisca Pilar García Mijares, la mujer de Cándido Gude, la lucidez mental que le sobra al viejo lobo de mar con quien compartió la vida. Y la debilidad de sus piernas condenó al propio Gude a moverse con ayuda de una silla de ruedas a la que él, un hombre intrépido que siempre antepuso la libertad a cualquier otra cosa en la vida, se refiere como "mi cárcel". La pareja se ha convertido en huésped de una residencia geriátrica de Avilés donde recibe los cuidados adecuados a su estado.

A Cándido Gude le sigue gustando acercarse a la ría, sentir la brisa marina, mirar los barcos con el único ojo que conserva la visión. Un ojo tan azul como los mares en los que fue feliz y que, pese al duro carácter que la vida imprimió a su dueño, se empaña con lágrimas emocionadas cuando la conversación versa sobre Pilar, la mujer que siempre estuvo a pie de muelle esperando el regreso del barco de Gude.

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