La profesora y las alumnas de la actividad de zumba que se realiza en la antigua escuela de Manzaneda, donde la asociación de vecinos tiene su sede, tienen que hacer auténticas peripecias para poder llevar a cabo la clase. "Llevamos dos años pidiendo a la asociación vecinal que nos ponga espejos en la pared y la entidad nos dice que ya lo ha puesto en conocimiento del Ayuntamiento, pero nada", explica Cristina Suárez, la monitora de la actividad. Por el momento se tienen que conformar como buenamente pueden con espejos de medio cuerpo que ha ido poniendo la asociación. La instalación es municipal así que, aún pudiendo permitírselo, el colectivo no podría hacer la obra.
"Tengo la espalda destrozada de agacharme para ver como hacen las alumnas los ejercicios. Ya he pedido un fisio", sentencia con humor la profesora. Y es que en las clases de zumba es imprescindible que haya espejos. "Si me pongo mirando hacia ellas es un lío y no podemos avanzar, y si estoy de espalda no ven la mitad de lo que hago, porque los brazos son importantes en este ejercicio y tampoco yo veo si hacen algo incorrecto", señala. Además, Suárez da la clase de tonificación: "No es tan necesario que haya espejos, pero ayuda". En el centro también se dan clases de bailes de salón y pilates, para las que este equipamiento puede ser útil. "Así que lo seguiremos pidiendo. No creo que sea una gran inversión", sostienen desde la clase.
Es el zumba, una disciplina que combina el baile y los ritmos latinos con movimientos aeróbicos, es una actividad que cada vez gana más adeptos en el gimnasio, y también en Manzaneda. La clase tiene normalmente una duración de aproximadamente una hora. En este tiempo se cuelan entre 15 y 16 canciones que combinan los ritmos básicos y, en ocasiones, otros nuevos, con diferentes niveles de intensidad adaptados a cada grupo.
