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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Noches de baraja y filandón

Noches de baraja y filandón

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

¡Cómo cambian los tiempos, Venancio, cómo cambian los tiempos!, decía una copla cubana, cuando el dinero de los turistas americanos inundaba la isla con tantos excesos y tanta corrupción que la Sierra Maestra se le vino encima al dictador Batista para acabar entronizando al dictador Fidel. En toda Hispanoamérica se repite la misma historia cada equis años: el péndulo oscila de un lado al opuesto, barriendo en cada trayecto a una parte de la población, tejiendo y destejiendo un destino que va y vuelve sin avanzar.

Ya hablamos en anteriores ocasiones del filandón, aquellas tardes-noches de reunión de varios vecinos en casa de uno de ellos, para estar calientes quemando leña en una sola cocina, alumbrándose con un par de candiles de carburo, luz eléctrica no había, ocupando el tiempo en hacer algún trabajo de interior, como terminar madreñas, preparar algún dulce, contar lentejas, desvainar arvejos, etc., actividades animadas con cuentos, romances y unas partidas de cartas.

En uno de aquellos filandones, estaba presente Pepe L'Indiano, un personaje que ya protagonizó algunas de estas historias. Viendo que había gente menuda en torno a la mesa, la baraja allí, descansando por el momento, propuso un desafío:

-Voy a sacar de la baraja dieciséis cartas, los cuatro ases y las doce figuras, a ver quién es capaz de ponerlas en cuatro filas, de modo y manera que no se repitan ni los palos ni las figuras.

-Baraja un poco más despacio eso que acabas de decir, que lo entendamos todos.

-Se trata de poner las cartas de cuatro en cuatro, pero no de cualquier manera: en cada columna, o sea las líneas verticales, tiene que haber cuatro figuras diferentes pertenecientes a los cuatro palos, sin que se repitan ni las figuras ni los palos; y en las hileras o filas horizontales, exactamente lo mismo; en las dos diagonales tampoco puede haber repeticiones.

-No parece tan complicado. A ver...

A Amable el de los Cardosos, allí presente, nadie sabía qué le vieron al nacer para ponerle un nombre tan inadecuado, tenía muy mala leche para casi todo y era especialmente temible cuando palmaba al tute; cogió las cartas y comenzó a colocarlas con decisión pero enseguida se le acumularon los inconvenientes: dos bastos en una fila, dos copas en la misma columna y un descalabro en las diagonales. Cuando intentaba reparar una avería, la empeoraba. Necio él, aguantó un buen rato amontonando y desamontonando las dieciséis cartas sin encontrar acomodo para cumplir con los requisitos. Quiso cantar victoria varias veces, pero allí estaba el dedo acusador de Pepe indicándole los desaguisados.

Nadie más entró al trapo, excepto un par de rapacinos que quisieron intentarlo, dieron las mismas vueltas que Amable y se rindieron al poco rato.

-¿Por qué no las colocas tú, Pepe? A lo mejor no se puede hacer y nos quieres liar a los demás, -insinuó Amable, con el resquemor de no haber podido colocar unas cuantas cartas de mierda, cuando parecía una bobería.

Pepe, un poco zorramplas, sonrió y se sentó a la mesa, dispuesto a dar la solución.

-Esto lo aprendí en Buenos Aires, donde trabajé de camarero una partida de años. Allí había clientes que sabían trucos de magia y manejaban las cartas a tal velocidad que no las veías por más que te las pasaran por delante del hocico; ni se te ocurriera jugar dinero o algo de valor con aquellos maestros de no hacer nada, porque ellos no trabajaban, estaban en el café todo el santo día y no se sabía de qué vivían; bueno, vivían de milagro. Colocar las cartas es fácil, pero necesitamos una historia en la que vayan saliendo una por una en el orden necesario para que no se repitan en ningún sentido.

En unos segundos ordenó las cartas en sus manos y las fue colocando una por una, en filas horizontales de a cuatro, mientras recitaba la historia:

Este es un rey poderoso (y colocaba el rey de oros)

con una serpiente al pie. (y colocaba el as de espadas)

Un caballero con su copa, (caballo de copas)

con un palo una mujer. (sota de bastos).

Una mujer daba vino (sota de copas)

a un caballero en campaña (caballo de bastos)

y un pintor pintó en un huevo (as de oros)

las armas del Rey de España (rey de espadas)

Junto a un pino reposaba (as de bastos)

un rey poderoso y sabio (rey de copas)

y una dama valerosa (sota de espadas)

le regaló este caballo (caballo de oros)

Un caballero valiente, (caballo de espadas)

a una dama esbelta y rica (sota de oros)

en nombre del rey de España (rey de bastos)

le regaló esta copita (as de copas).

Seguiremos informando.

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