Es costumbre en Avilés achacar la suspensión por causas meteorológicas de la procesión de San Pedro (Martes Santo) a las "lágrimas" del apóstol, una licencia poética que alude al llanto del discípulo cuando se da cuenta de que ha negado al maestro. Pero este año el que "lloró" fue San Juan. La procesión de San Pedro se desarrolló con normalidad y fue la del Silencio, la que estaba programada para ayer a las 20.30 horas, la damnificada por la lluvia; tras horas de titubeo hubo de ser suspendida para disgusto generalizado.

Los "sanjuaninos", los encargados de sacar a la calle el paso de la Tercera Palabra (Jesús clavado en la Cruz con la Virgen María y San Juan a sus pies), hicieron de tripas corazón y sustituyeron la procesión por una concentración en el claustro de la iglesia de San Nicolás de Bari. La galería del primer piso se pobló de capirotes blancos, los farolillos iluminaron el patio y la banda de tambores de San Juan Evangelista se desplegó en el ala norte del edificio, bajo los soportales del corredor de la plata baja. Otros cofrades tomaron posiciones como custodios de los pasos, que se quedaron a techo en el atrio del claustro. Enfrente de las imágenes, en la plaza de Álvarez Acebal, se arremolinaron decenas de personas que, protegidas por paraguas, esperaban noticias del intrior del templo. "¿Qué, salen o no?", era la pregunta que iba de boca en boca.

Lo que salió del claustro fue un estruendo musical en forma de tamborada. La banda de los "sanjuaninos" se cobró su venganza por la suspensión de la procesión dando rienda suelta a su energía de puertas adentro.