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Un banquete intergeneracional

Cientos de chavales disfrutan de la Comida en la Calle en el parque Ferrera, el pulmón verde de Avilés, una opción que también eligen cada año más familias con niños: "Es el mejor sitio, sin duda"

A la izquierda, la familia y los amigos de Nacho Vigil, ofreciendo un culín. A la derecha, la familia de Mónica Fernández, a la hora de la sobremesa, ayer, en el parque de Ferrera. MARÍA FUENTES

Myriam MANCISIDOR

Pepín Menéndez tiene ocho meses, y Tomás Molina, 89 años. Les separa toda una vida, pero les une una fiesta y un lugar: la Comida en la Calle en el parque Ferrera, el pulmón natural de Avilés que cada Lunes de Pascua se transforma en un mantel verde que da cobijo a cientos de chavales que rozan la mayoría de edad y también -y cada vez más- a decenas de familias. Pepín Menéndez disfrutó de su primera comida campestre con sus padres y muchos amigos: "Venimos al Ferrera por tradición: primero estábamos en el barullo, en el centro del parque, y ahora elegimos una zona algo más tranquila", explica la madre del bebé, Águeda de Arriba.

Esas zonas más tranquilas suelen estar cerca de las puertas de acceso al parque. Ahí disfrutó de la Comida en la Calle el octogenario Tomás Molina junto a su mujer Mercedes Algar y su familia. "Todos los años venimos aquí y lo que más me presta es pasar el día con la familia, con la hija, la nieta...", confiesa el romero veterano mientras da buena cuenta de un pedacín de empanada sentado en una silla de playa. Porque un día es un día y el Lunes de Pascua bien se merece un exceso. La hija de Molina, Luz, apunta: "Si nos gusta el Ferrera es porque hay sol y sombra y los niños pueden correr y jugar con el balón sin problema".

Nacho Vigil, un asturiano que ahora vive en Castellón, tampoco se quiso perder la folixa en el Ferrera. "Siempre venimos aquí, al mismo sitio además", explica mientras escancia sidra para los suyos: Marta Díaz, Elsa Díaz, Borja Díaz, Adrián García, los pequeños Nicolás y Martín García o Mar García. En la mesa tenían de casi todo un poco: empanadas, hornazo, pechugas de pollo, queso, jamón, sidra y también agua.

De Piedras Blancas llegaron al parque de Ferrera por segunda vez José Luis García y Conchita Alonso. "Lo mejor es que hay sol y sombra", sentencian. A pocos pasos, una familia de experimentados en el Ferrera disfruta de los primeros compases de la mañana bajo un cenador. "Vengo de Gijón desde hace muchos años porque aquí viven la hija, los nietos y mi tía", subraya J osé Manuel Fernández Argüelles, jubilado. Su tía María del Carmen Argüelles asiente: "Desde que tengo recuerdo pasamos esta fiesta en el parque".

Mónica Fernández, su hermano Corsino y su pareja Enrique Fernández también hicieron del Ferrera un "lunes de campo": "Venimos unos cuantos, cuatro críos, y el parque es un gran sitio. Nos separa del barullo de la juventud una línea muy delgada, pero aquí podemos estar todos sin problema", dice Fernández, que como matriarca de la familia se esmeró en alimentar a Jorge, Lidia e Inés Pérez Fernández, Hernando José Navas, Sara González y Rocío López.

El grupo de Juan José Hernández, formado por más de 15 personas, muchos niños, también ocupaba una parcela en el parque y convivía en armonía con la chavalería, empeñada en un ambiente igual de sano en llamar a la comida del Ferrera la "rave" de Avilés.

Y es que algo de eso tiene: música -muchos grupos iban con bafles para animar sobre terreno-, ríos de sidra y kalimotxo por encima de cualquier otra bebida, kilos de comida (ganaba la tortilla por goleada entre los veteranos y la comida rápida recién comprada entre los jóvenes), un fuerte sentimiento de hermandad, histeria colectiva adolescente con brazos y piernas tatuados con mensajes y el privilegio de hacer fiesta en un parque que a las 18.00 horas cerraría sus puertas para hacer limpieza, un gesto que se lleva realizando desde hace ya unos años.

El Ferrera fue ayer ejemplo de convivencia intergeneracional y los servicios de emergencias solo hicieron acto de presencia por incidencias leves. Todos prevén repetir en 2020. Incluso los amigos de la colombiana Elibeth Severino, llegados por primera vez a la Comida en la Calle del parque de Ferrera desde la República Dominicana. "Volveremos". Para entonces Pepín Menéndez probablemente ya camine.

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