La Comida en la Calle, que ayer reunió a unas veinte mil personas, se ha convertido en una fiesta 3.0. Los teléfonos móviles de los miles de comensales que abarrotaron las calles del casco antiguo plasmaron la alegría del encuentro y las imágenes de los participantes junto a manteles repletos de empanadas, tortillas, ensaladas y todo tipo de dulces, así como de los brindis y las risas de la gente, llegaron en pocos segundos a miles de kilómetros de distancia a través de Whatsapp, Twiter, Instagram y Facebook. "Acabo de mandar unas fotos a unos amigos de Argentina que conocí cuando hice el Erasmus en Estrasburgo y están alucinando con este jolgorio", comentaba Magdalena Prieto, palo de selfie en mano, mientras retrataba el grupo del que formaba parte y que ocupaba un tramo de la calle Galiana.

A pocos metros de distancia, otra pandilla de amigos desde la etapa escolar inmortalizaba igualmente los momentos del festejo. En el grupo, Laura Cano, natural de Madrid, disfrutaba de su primera Comida en la Calle. "He venido muchas veces a Avilés a ver a la familia, pero nunca este día, que me parece increíble; estoy llenando Instagram de fotos", comentaba la joven, que tras haber superado rel examen MIR está a la espera de elegir especialidad.

A los vecinos de Avilés y núcleos cercanos se sumaron ayer comensales llegados de distintos puntos de España y de otros países, caso de Mina Mortera, que natural de Mieres vive desde hace años en Londres. Animada por una amiga de Gijón, se sumó a la fiesta "de la que no sabía nada y estoy encantanda con el ambiente, que no es en absoluto agobiante y veo muy amistoso", comentaba bajo los arcos de La Ferrería para protegerse de la intensidad del sol. Y es que los espacios con sombra fueron muy solicitados en las horas centrales del día, aunque no todas las personas tuvieron la oportunidad de escapar de los fuertes rayos. Quienes tuvieron que soportar el calor se cubrieron con sombreros (algunos incluso elaborados con papel de periódico) y gafas de sol. No obstante, el sol fue muy bien recibido por la mayoría del público. "Nos quejamos que llueve un día sí y otro también y en Semana Santa el Levante es la zona más encharcada de España", apuntaba Manuel López Fanjul, mientras escanciaba culinos de sidra que repartía a diestro y siniestro.

Jornada para compartir alimentos y ensalzar la cocina más familiar

La camaradería, generosidad y el buen humor reinaron ayer entre quienes compartieron los cinco kilómetros de mesas montadas por el personal del Ayuntamiento junto a 15.000 sillas. Abundó el intercambio de alimentos y de escanciadores eléctricos, los elogios a las elaboraciones dulces y saladas y la capacidad para congregar a amigos y familiares. "Gracias a mi tía María Jesús estamos todos aquí: ella nos convoca, reserva la mesa y hace una tarta de manzana que está para chuparse los dedos", destacaba Edelmiro Suárez, rodeado de niños concentrados en un juego de mesa. "Vinimos preparados para que estuvieran entretenidos y no anduvieran corriendo de un lado a otro; con tanta gente es fácil perder a uno en un abrir y cerrar de ojos", subrayaba Carmela Menéndez.

Precisamente, la seguridad de los comensales fue una de las preocupaciones de la organización de la Comida en la Calle. Por primer año, se señalizaron rutas de evacuación del casco histórico, sobre las mesas figuraba un papel con indicaciones sobre qué hacer en caso de emergencia y en calles antes ocupadas por dos filas de mesas se instaló una única para favorecer el tránsito y evitar colapsos.

El balance de la actuación policial fue de cuatro actas levantadas a menores por consumo de alcohol, una quinta acta por tenencia de marihuana, dos detenidos en la calle El Muelle por agredir a un policía local, otro más en el parque del Muelle por hacer lo propio con un policía nacional y una intervención en una pelea de chavales a resultas de la cual un menor sufrió la rotura de un labio.

"Está todo más desahogado que en otros años y aunque hay mucha gente puedes circular con facilidad por los laterales", comentaban Dolores Díaz y su hija Rosario Fernández camino de una de las heladerías de la calle La Cámara que registraron largas colas. También muy demandados fueron las galletas de Guillermo Pelayo Barquín, el único barquillero de Avilés y cuarta generación de una actividad en vías de extinción. "Hoy es un día especial y la mayoría de los clientes son mayores", indicaba con su tradicional bombo rojo a cuestas, fotografiado por dos peregrinos del Camino de Santiago que paseaban por la ciudad sorprendidos ante la multitud de personas.

Procedentes de Holanda, observaban con curiosidad los alimentos de las mesas, lo que despertó la atención de un matrimonio sentado en la plaza de Carlos Lobo, que les invitó a degustar el tradicional mantecado de Avilés. "Parece que les gusta", señalaba una risueña Margarita García, para repetir el ofrecimiento a los extranjeros, que aceptaron con agrado la segunda invitación y agradecieron con unas tímidas palabras en español, una inclinación del cuerpo y la mano posada a la altura del corazón. Este gesto representa el espíritu que caracteriza el gran evento popular tras la Semana Santa. "Somos un pueblo abierto y solidario; no en vano, los avilesinos somos originarios de muchas localidades", concluyó la cálida pareja.