El autor de "El chico de la última fila", un drama que puede caer en la EBAU de este curso, se llama Juan Mayorga (Madrid, 1965) y ayer explicó en el teatro Palacio Valdés, ante una platea formada por doscientos y pico alumnos de Bachiller, lo que esconde un texto que se estrenó en 2006 y que "el pasado 14 de abril se representó a la vez en Barcelona, en Milán y en Belgrado". Fue el penúltimo acto en Avilés de un fin de semana de pasión por el teatro presidida por las representaciones de sus dos últimos espectáculos: "El Mago", que se vio antes de anoche en el Palacio Valdés, e "Intensamente azules", ayer mismo, en el Niemeyer.

Antes de tomar la palabra se deshizo del jersey y renunció a hablar con micrófono. Así, de viva voz, marcó las reglas del juego: animó a su público a "trabajar mucho" y también a "leer y a escribir". Dijo que algunos "escriben y se sabe y otros lo hacen y se avergüenzan". Ante todos ellos cuantificó el poderío de la dramaturgia: "Estamos atravesados por cuentos, sin ellos, la vida no vale nada".

Todo esto lo escucharon los bachilleres con cierta hipnosis -un par de ellos, prefirió batir un récord en el Candy Crush-. Pese a todo, el autor de "El Mago" confesó: "No escribo teatro para demostrar que estoy en lo cierto, lo hago para celebrar la vida, para compartir mis preguntas".

La mayor parte del auditorio que se rindió a Mayorga. Llegaron al odeón local advertidos por los profesores de los IES de La Magdalena, Carreño Miranda y Número 5. Y también por los del colegio San Fernando y Santo Ángel y, además, por los componentes de la compañía Moza de la asociación La Bocarte, estos últimos del IES El Cristo de Luanco.

Durante una hora larga, Mayorga explicó la trastienda de "El chico de la última fila" y la media hora última la dedicó el académico "in péctore" a responder las preguntas que los escolares le formularon. Una de las que más le llamó la atención fue la de si prefiere Matemáticas o Filosofía. "La filosofía no es sólo cosa de Hegel. Todos somos filósofos. Vivo en un mundo que me permite no renunciar a ninguna de mis pasiones".

Los doscientos y pico escolares que aceptaron invertir su tiempo sabatino en descubrir "El chico de la última fila" salieron del teatro avilesino redondos. "Tened cautela con lo que vais a escucharme sobre la obra, que lo mismo el evaluador no es de la misma opinión que yo", advirtió el dramaturgo, homenajeado este fin de semana en Asturias, con una media sonrisa. "Si me hubieran dicho hace diez años que Avilés iba a formar parte de mi mapa, no lo hubiera creído", señaló el escritor a los escolares reunidos en el Palacio Valdés. "Avilés era entonces tan importante para mí como Torrelavega o Dos Hermanas", apostilló cuando se hizo con toda la palabra, cuando el exdirector del odeón avilesino, Antonio Ripoll, subrayó que Mayorga, "una primera figura", aceptó estrenarse como director de escena en un escenario tan de barrio como el de Los Canapés. "Fue en 2012, con 'La lengua en pedazos'. Unos meses después recibió el premio Nacional de Literatura Dramática", apuntó Ripoll.

Mayorga abundó en su intervención en las distintas interpretaciones que los directores de escena han hecho desde 2006 de su texto. Mencionó alguna de ellas: que la obra iba de la transmisión de la sabiduría, de la pura escritura en sí misma o de contar cuentos? Y, cuando llegó aquí, se detuvo con mayor denuedo. "Los demás son personajes de nuestro cuento y nosotros lo somos del suyo. Por eso podemos decir que no nos reconocemos en lo que dicen de nosotros, que somos de otra manera. Somos partes de un cuento", insistió el dramaturgo. "Es lo que sucede en 'El chico de la última fila', que es posible que todo lo que muestre no sea del todo verdad. O a lo mejor sí".