La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

FERMÍN RIAÑO | SACERDOTE

Misión cumplida

El cura avilesino vuelve a casa después de tres décadas de pastoral en Asia

Fermín Riaño. JULIÁN RUS

Fermín Riaño lleva apenas una semana en Avilés, después de 30 años en Tailandia como misionero. "Ahora me tengo que reciclar, volver a conocer Asturias. Cuando me marché en 1989 había minería en las Cuencas y pagábamos con pesetas. He venido varias veces desde entonces, pero siempre en vacaciones, cada tres años. No estoy al día. Han cambiado muchas cosas", reconoce. En mayo del próximo año se hará cargo de una parroquia en Asturias: "No sé cuál, la que disponga el Arzobispo".

Riaño es de Sabugo de toda la vida. De la cosecha de 1960. "En Tailandia ya soy un anciano venerable. Los tailandeses dividen la vida en etapas de doce años: infancia, juventud, madurez, vejez? Ya he pasado esa última etapa", sonríe. Últimamente trabajaba en un lugar llamado Ban Thin, que está en la provincia de Udon Thani. "Estábamos a 20 kilómetros de la frontera de Laos y a 45 de su capital, de Vientián", cuenta. Bangkok, la primera ciudad del antiguo reino de Siam está a quinientos y pico kilómetros de su última casa.

"Nada más llegar a aquel país, me instalé con una comunidad católica que trabajaba en los canales, los que se ven siempre en las películas. Me enseñaron cómo era el país, a comer sopa con palillos?", cuenta. Los católicos tailandeses no están organizados políticamente. Son algo más de 300.000. Y el resto, setenta millones de personas, es budista. En el sur hay islámicos. "Allí hay violencia, pero no religiosa: es política", cuenta. "Los católicos no estamos perseguidos, aunque sí apartados. Para tener un puesto en la administración pública nunca tienen en cuenta a los católicos", admite. Pese a todo, la minoría cristiana se mantiene en el país desde hace tres siglos y medio: franciscanos, dominicos y jesuitas provenientes de Filipinas, fundamentalmente.

El avilesino trabajó durante muchos años atendiendo un geriátrico -"los mayores son apartados muy pronto de las familias", se lamenta-. Últimamente lo ha hecho en un centro de enseñanza. "Hemos conseguido que ocho adolescentes lleguen a la universidad: tres mujeres estudian Enfermería; dos más, Empresariales; una será azafata y tres chicos se formarán para emplearse en el sector mecánico. Ha sido un éxito", cuenta con satisfacción el avilesino. "Viajamos tres misioneros españoles hace treinta años. Yo era el único de Asturias. Empecé en Bangkok, cultivando orquídeas. Al principio decía misa para mí solo todos los días. Alguno podía acompañarme algún día por semana, pero había que esperar a los domingos: podían reorganizar su labor en los arrozales. Allí los domingos no son festivos", apunta.

Antes de ser misionero, Riaño estuvo destinado en Luarca, en Ventanielles y en Sama de Langreo. "Era joven. Sólo llevaba tres años ordenado cuando pedí marchar a las misiones. Me lo concedieron. Ahora la situación en la diócesis es distinta y debo responder a esta nueva realidad", explica el cura.

Los cinco primeros años que pasó en Tailandia fueron los peores. "Bajé mucho peso. Cuando regresé por primera vez pesaba poco más de 60 kilos, pero lo peor no fue eso, lo peor fue la falta de afecto cercano, el de la familia? Eso cambió con internet. Puedo estar al día de lo que pasa en mi casa, pero nunca es igual. Y luego está la dificultad para comunicarse, allí se habla tailandés y punto. Ni inglés, ni francés. Pero no sólo fue entenderlos, también que me entendieran: no es que no sepan dónde está Asturias, es que no se lo imaginan siquiera. Eso se fue solucionando con el tiempo, con las visitas: había más gente que como yo", bromea.

"Se conduce al revés que aquí. La península Indochina estuvo en manos de los franceses. Para diferenciarse de ellos, los tailandeses decidieron ordenar el tráfico a la inglesa", cuenta. "El idioma es sumamente difícil. Tiene 44 consonantes y 28 vocales. Todas las palabras son monosílabos y admiten cinco matices distintos: cada uno da un significado diferente a las palabras", explica. "Toda esta serie de matices contribuyó a que pudiera conocer mejor a los tailandeses. No miran a los ojos cuando hablan, ellos utilizan la mitad inferior del rostro para comunicarse. Si nosotros tenemos miradas que enamoran o miradas que matan, ellos tienen sonrisas que enamoran o sonrisas que matan", cuenta. "Luego está la comida: comen todo lo que tenga vida, pero lo preparan de tal modo que no sabes si es pescado, tripas de animal o una verdura", señala. Todo este choque lo logró salvar Riaño "siendo joven y teniendo memoria", eso y teniendo también un deseo indubitado de conocer qué entorno iba a tener compartir a partir de entonces. "Eso es lo que tengo que hacer este tiempo en Asturias. La realidad se tiene que medir con justicia. Allí me encontré gente con lepra. Eso no existe aquí, pero los problemas son otros", explica el sacerdote que también ha colaborado con la embajada en Tailandia para atender a presos españoles. "Normalmente, por tráfico de drogas o de joyas, pero también por asesinatos", concluye el sacerdote sabuguero que no va a perder su conexión con Tailandia. Treinta años al otro lado del mundo son muchos años.

Compartir el artículo

stats