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MARÍA EUGENIA GARCÍA DEL RÍO | DUEÑA DE LA JUGUETERÍA MAJAFRÁN

La reina maga de Avilés

La jubilación retira a la tendera que más juguetes ha vendido entre los niños de la ciudad, heredera de uno de los negocios locales más queridos

María Eugenia García del Río, en su tienda de la calle Rui Pérez. R. SOLÍS

Vender juguetes puede ser una vocación; es posible dedicar toda la vida a ese trabajo -en este caso 50 años exactos- y además jubilarse con una sonrisa en la boca y con la satisfacción del deber cumplido. Se puede, y así lo demuestra el ejemplo de María Eugenia García del Río (Avilés, 1953), la mujer siempre risueña "al otro lado del mostrador" en la juguetería Majafrán, uno de los comercios avilesinos con más solera, lo que sin embargo no evitará su cierre ahora que su máxima responsable ingresa en las clases pasivas. Corren tiempos convulsos para el comercio de proximidad y las jugueterías no son una excepción; María Eugenia García del Río se gana un merecido retiro y Avilés pierde un comercio clásico. "C'est la vie".

La reina maga de Avilés, así sea solo por los miles y miles de niños a lo que han hecho felices los regalos envueltos primorosamente en su establecimiento, descubrió su vocación de comerciante a los 16 años y desde entonces no ha parado. Claro que, de casta le viene al galgo. El padre de la juguetera, Eugenio García de la Fuente, fue el que abrió la tienda en 1961, de aquella un bazar con un lineal de juguetes que se mezclaban con todo tipo de objetos para el hogar y menaje de cocina. En los pasillos y el almacén de aquel negocio fraguó el gusto por la venta tanto de María Eugenia García del Río como de sus cuatro hermanos, alguno de los cuales también regenta comercios.

En la década de los años 60 del pasado siglo el comercio avilesino vivió una edad dorada gracias al dinero que corría a raudales inyectado por los sueldos de la boyante industria. La reconversión del bazar en juguetería fue consecuencia de la creciente diversificación del sector del juguete, que cada vez demandaba más espacio en la tienda. Y así Majafrán, ya con la hija mayor de los dueños en tareas de dependienta, empezó a labrar su fama.

El padre de María Eugenia García del Río era de Villalegre y la madre, Mercedes del Río, natural de la localidad praviana de Beifar. Casados, se afincaron en La Magdalena Vieja, donde empezaron a venir niños. De la contracción de los nombres de los dos primeros -María Eugenia y Francisco Javier- surgió el nombre de Majafrán. La tendera en vías de jubilación acudió a las clases de doña Concha antes de ingresar como alumna en las Doroteas y recuerda que, en su infancia, ya daba señales del "arremango" que la caracteriza en la actualidad. "Podríamos decir que era... ¡muy ratita!", se autodescribe.

"Arremango" es una forma muy asturiana y bastante aproximada de describir a una persona a la que le incomoda estar quieta, que mientras atiende a un cliente ya diagnostica por dónde le va a salir el siguiente, que es nervio puro y que no lleva de ninguna manera la falta de actitud en el trabajo ni la pereza. "A mí me inculcaron que con esfuerzo, constancia y trabajo se consigue todo. Y esas han sido mis consignas toda la vida", se reafirma.

Fruto de esa forma de ser, pero también del empeño por ser cada día mejor comerciante, García del Río se ha forjado fama de tendera honrada, confiable y agradable. Palabras mayores en un sector habitualmente objeto de quejas por la desafección de los empleados. Quizás por esas virtudes y la fiel clientela ganada a pulso durante medio siglo, Majafrán ha resistido contra viento y marea primero el golpe que supuso la apertura de los hipermercados, después la proliferación de las grandes jugueterías especializadas y, ahora, el "fenómeno Amazon", las ventas por internet. En las páginas de este diario hay pruebas sobradas de que María Eugenia García del Río siempre ha dado la cara por la defensa del comercio de proximidad. Esta mujer es de las que piensa que se podrá perder la guerra, pero al menos que sea con dignidad y luchando.

Casada con su primer amor -le conoció a los 14 años- y madre de un ingeniero de telecomunicaciones que vive a caballo entre Souhthampton y Madrid, la popular comerciante se jubila defendiendo el "juguete clásico" por más que a la fuerza ahorquen y ella haya tenido que vender también los juguetes electrónicos ahora tan de moda. No obstante, desde sus 50 años de experiencia con los gustos lúdicos de los niños deja una reflexión al respecto: "Cuanto más sencillo es un juguete, más estimula la imaginación de las criaturas".

Para los próximos años, esta comerciante se pide tiempo y salud para dedicarse en cuerpo y alma a los suyos. Pero, siendo como es una mujer torbellino, hay más planes en cartera: recibir clases de inglés para mejorar el dominio de esa lengua y así poder entablar conversaciones con los nativos cuando viaja por el extranjero, dedicar más horas al senderismo -una actividad que practica junto a su marido y cuyos beneficios se reflejan en su excelente tono físico- y aprender a tocar el piano, cuestión que de momento se limita a juguetear con los pianos de juguete que vende en la tienda a los que a duras penas les saca melodías de canciones como "Noche de paz" y "Relicario".

¡Ah! Hay otro deseo: agradecer desde estas páginas a sus padres las enseñanzas recibidas; a sus hermanos a la vez que socios en el negocio familiar, su dedicación y confianza; a su marido e hijo, la comprensión por las horas "robadas"; a los empleados que pasaron por Majafrán, su entrega y buen hacer; y a los clientes, su fidelidad. Y como no es plan de contrariar los deseos de una reina maga, el deseo queda concedido.

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