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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Analizar el ácido úrico

Una práctica habitual entre los vecinos con el ganado y otros remedios ante las enfermedades con prescripción médica

Analizar el ácido úrico

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

"Analizar" en la jerga bildeana, es meter en el hocico de una vaca, toro o buey el dedo pulgar por uno de los ollares, el índice y el corazón por el otro, haciendo tenaza y apretando a fondo, causando un dolor al animal que le haga desistir de cualquier intento de embestir o patear aviesamente. Esta llave de lucha libre solía aplicarse a la hora de ferrar con callos de acero estos animales, asunto que no les hacía gracia ninguna, pero que les protegía las pezuñas a la hora de tirar del carro durante el mes de la hierba.

Posteriormente, esta maniobra con los dedos atenazantes fue sustituida por una argolla grande colocada en los mismos morros: así el martirio resultaba más llevadero para el paisano, no se le dormían los dedos; nadie le preguntó a la res qué opinaba al respecto.

Poniéndonos exquisitos en el hablar, deberíamos decir "anarizar" en lugar de "analizar", tratándose de agarrar por la nariz, pero los bildeanos somos asina; a ver si se enteran esos que quieren cambiar nuestra manera de hablar aldeana por otra de invernadero de que aquí somos de naturaleza montuna.

Rodesindo era de Cá los Contrarios, estirpe bildeana de rancio abolengo; más que rancio, podre, todos los miembros (y miembras) de esta familia palmaron llevando la contraria a los demás. A este hombre, solterón de toda la vida, algo se le rompió dentro de su cabeza cuando cruzó los cincuenta, sería un ictus, el caso es que sus neuronas positivas colapsaron y las negativas espabilaron, un desequilibrio que le hizo descuidar sus obligaciones con el ganado, los cultivos en las tierras, dejó de hacer madreñas...

Y fue todo por la política, esa peste mediática que tiene comido el tarro a tantos infelices, que sufren por las tonterías de presidentes, alcaldes, diputados, etcétera, y tertulianos, todos ellos cobrando del erario público o de los patrocinadores de emisoras y cadenas telepredicadoras.

Rodesindo ansiaba saber lo que se cocía en esos merenderos parlamentarios, de los que España tiene una buena colección para poder luego fustigar con sus conocimientos a quien se le pusiera por delante. Y hubo bronca entre él y su hermana, Anselma, ambos solteros y viviendo en la casa que había sido de sus padres porque él tenía los nervios alterados y la puso a ella nerviática perdida.

-¡Vey al médico, que te analice!, le dijo ella, harta de sus chorradas.

Lo primero que pensó Rodesindo fue en el médico, don Cheluís, retorciéndole las narices como se hacía con el ganado; luego convino en que el asunto iba por hacer unos análisis que podrían dar con el mal que lo tenía tan agitado. El médico lo recibió con toda cordialidad:

-¿Qué pasa Rodesindo, cómo va eso?

-Vengo a que me analice porque toy siempre de mal humor y pongo loca a la mi hermana. Mire, yo soy de analizame delante del espejo, mírome la cara, pregúntome cómo toy y sé al momento lo que me duel, pero esta vez no, por eso toy preocupao. Usté analice todo, sangre, orina, "diabetis", y no se olvide del "ácido único", que creo pon a la gente loca? Pero yo creo que lo mío vien por la dichosa política que me encabrona.

Don Cheluís aguantó la andanada estoicamente, si hay algo que los médicos aprecien es que el enfermo le sirva el diagnóstico en bandeja.

-Ahí poco podemos hacer; si no nos gustan unos, votamos a otros y carretera.

-Ya, pero piérdense cuatro años que tienen para hacer lo que les da la gana, no lo que fay falta; mucho tiempo y muchos cuartos regalaos y no los merecen.

-Tranquilo, Rodesindo, haremos análisis de todo, incluyendo el "ácido único".

Siguiendo las recomendaciones del médico y otras de cosecha propia, tiró la radio por la ventana, la misma radio que tenía puesta a todas horas, de día y de noche, para estar al tanto de las declaraciones de los políticos. Un perro banduendo que pasaba por la caleya llevó un radiazo en un cadril, dio un ladrido lastimero y huyó quejándose, qué culpa tendría el pobre animal.

Al día siguiente fue a Oviedo y trajo un canario medio flauta medio clarinete, de acordeón no los había, metido en una jaula enorme. El pájaro se aclimató rápidamente y empezó a cantar sin descanso; la pajarería de los contornos encontró en él un competidor imbatible, siempre tenía el jodido canario el último trino, o la última palabra, como se diga.

Rodesindo recuperó la calma, volvió a ser él, a trabajar como siempre, sin matase, no encuentra motivos para reñir con su hermana y está pensando en traer unos cuantos canarios y repartirlos entre los vecinos.

Seguiremos informando.

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