Como se lee en el Evangelio según San Mateo (22, 15-21), "a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". Nos levantamos hace pocos días en el área sanitaria III, con cabecera en el Hospital Universitario San Agustín, con la noticia del cese fulminante, inesperado y hasta donde podemos discernir injustificado del gerente del área, Enrique González, que para más inri había sido confirmado en su cargo tras las elecciones autonómicas.

Ante esto me veo en la obligación moral, como trabajadora del hospital que acumula ya ocho trienios y ha visto pasar cinco gerencias, de puntualizar varias "cosillas". En toda mi carrera profesional ninguna gerencia ha contribuido de una forma tan directa y objetivable al buen desarrollo del funcionamiento sanitario en el área. Sirvan algunos ejemplos. Fue capaz de mejorar la gestión de camas en los momentos de sobreocupación mediante una política de apertura y cierre parciales de plantas que mejoró notablemente la atención en esos momentos hasta entonces siempre catastróficos. Facilitó el refuerzo en numerosos puestos de una plantilla anquilosada durante años, mejorando la situación tanto para el propio personal como sobre todo para el servicio prestado a los pacientes. Lo hizo en una época de gran carencia de algunos profesionales, como los facultativos, lo que agranda el esfuerzo realizado. Mejoró la situación de colectivos históricamente desfavorecidos, como los eventuales de Atención Primaria. Y así otros muchos.

Puede achacárseme que hablo desde la repercusión de ese esfuerzo en mi propio servicio, Medicina Interna, que no dejaba de ser una de las cenicientas del hospital, al que ninguna gerencia tomó nunca en consideración. Y es cierto, pero es de bien nacidos ser agradecidos, y creo que no me equivoco si digo que es el sentir general de la gran mayoría de la plantilla sanitaria (y probablemente no sanitaria).

Por tanto, considero que el cese es intolerable, en el fondo y en la forma. En el fondo, porque parece que alguien que trabaja por mejorar el área y tiene sentido de pertenencia a la misma, dispuesto a dialogar y a colaborar, por mucho que tuviera sus cabezonerías (¿quién no las tiene?), se le cese sin ninguna explicación. ¿Cuál es su pecado? Nadie lo sabe, ni el mismo Sespa ha proporcionado una razón convincente. ¿Gastaba mucho dinero?... Dudo que más que otros, y si volvemos a considerar que invertir en profesionales, equipamiento y mejoras en salud es un "gasto" y no una "inversión", muy mal mensaje envían los nuevos dirigentes. ¿Incompetencia? Además de los logros antedichos, su hoja de servicio a la Administración sanitaria en treinta años y en dos comunidades autónomas sacaría los colores a casi todos los consejeros y gerentes de Servicios de Salud de España. Incluso alguien tan poco dada a escuchar discursos como yo reconozco que sabe explicarse en público, no como otros.

¿Y si no hay nada objetivo? Nos queda la política con minúsculas, el mundo de las rivalidades, sectarismos, enchufismos larvados y odios personales que circulan en los ambientes más putrefactos de la Administración cuando se politiza hasta el tuétano. En ese submundo, no todos los que comparten la balsa reman en igual dirección, y en este caso han optado por echarle por la borda sin miramientos. Quitemos a los que no nos caen bien, aunque remen mejor, y pongamos a los afectos, por más que sean incapaces de soportar el remo. Y si nos ahogamos todos, oye, es la vida.

Pues no. Platón decía que teníamos que dejarnos gobernar por los mejores. Pero claro, Platón es muy antiguo y no tiene redes sociales, no es trending-topic. Ahora hay que moverse en un mundo globalizado y miserable donde cada cual salva su trasero como puede y los mediocres para gobernar tienen que despreciar a los mejores para evitar comparaciones odiosas.

Y ya no digamos por las formas del cese. ¿Confirmas a alguien dos meses para que siga haciéndote el trabajo mientras determinas a quién colocarás y luego patadita de golpe? Son similares, si no peores, a las de los mafiosos clásicos. Además, su hipocresía les lleva a disimular semánticamente como que "no ha cesado, hemos convocado su puesto". No, si encima piensan que los ciudadanos somos imbéciles.

En cualquier caso, el desprecio a los buenos tiene un precio. Lo que jamás permitiremos aquellos que formamos parte del alma de esta comarca sanitaria, que somos sus trabajadores, será deshacer las cosas bien hechas por una gerencia ya extinta, pero hasta ahora competente. Estaremos vigilantes. Para atrás, ni para tomar impulso. Si nos lo cambian por un magnífico gestor que aún engrandezca más los logros, aplaudiremos, pero como nos conocemos la cantera de los materiales y somos gatos muy escaldados, si intentan que algún paracaidista osado y desconocedor del área vaya a ocupar el puesto como pago a servicios prestados a cambio del relumbrón, será considerado un desafío. Como se le ocurra dañar cualquiera de los pequeños pero meritorios avances, iniciará una batalla en que algunos tendrán más que perder que otros. Y juro que al menos no seré yo la perdedora. Y para defender la sanidad avilesina tenemos muchos medios al alcance, todos ellos legales y éticos. Dos conceptos que algunos bordean o directamente ignoran.