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La gloria militar del capitán Pérez: de Illas a Vietnam

La iglesia de La Callezuela acogió hace 52 años el funeral de un asturiano miembro de los Boinas Verdes que cayó preso en bahía de Cochinos y murió en Indochina

La bandera norteamericana del funeral y las medallas del capitán ARCHIVO FAMILIAR

Bajo el texu que está en frente de la entrada de la iglesia de San Julián de Illas formó el 17 de junio de 1967 una guardia de honor de seis militares norteamericanos, cargaron sus armas largas y tiraron al cielo. Aquellas salvas retumbaron por todo el valle de La Callezuela y sirvieron como colofón del funeral del capitán de los Boinas Verdes de los Estados Unidos Celso Aquilino Pérez Rodríguez, que había caído víctima de un atentado en Vietnam el 4 de junio de 1967.

Aquel oficio de difuntos lo presidió el fallecido sacerdote Norberto Rodríguez Rodríguez y es, desde luego, el más singular de cuantos se han celebrado en Illas en toda su historia. "Fue como en las películas: los escoltas, la bandera sobre el ataúd...", cuenta Paco Pérez, por entonces uno de los monaguillos de Rodríguez, hoy, cartero jubilado con memoria vívida del funeral del capitán Pérez, que había nacido el 15 de mayo de 1936 en una casa familiar estaba (y está) a sólo unos pasos del templo.

El héroe del Quinto Grupo de las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos era de Illas, participó en la invasión de la bahía de Cochinos, en Cuba, y también en la de la República Dominicana. Tras la Operación Junction City -la mayor batalla aerotransportada de la historia de los Estados Unidos-, el capitán Pérez se puso en el punto de mira de un francotirador y aquel día fue el último de los suyos en el mundo.

Una caravana de militares americanos al mando del capitán Nicholas Salerno encaró la recta de La Callezuela trece días después de la muerte del oficial illense. Transportaban los restos mortales del paracaidista que había cambiado la pobreza de su pueblo por un porvenir claro en la isla de Cuba.

La familia de Celso A. Perez-Rodriguez -así figura el militar en las fichas oficiales de los Boinas Verdes- conserva como un tesoro las fotos que el militar había ido enviando a casa por correo durante sus años americanos. Y también las medallas que recibió en acto de servicio (la Estrella de Bronce y el Corazón Púrpura, entre ellas) y, sobremanera, la bandera norteamericana que cubrió el ataúd de cinc que la escolta introdujo en la parroquia en que oficiaron su funeral, una bandera que los militares norteamericanos acuartelados en Torrejón doblaron en triángulo y entregaron a la hermana mayor del capitán: María del Carmen Pérez, que en el concejo la conocen como Carmina Suquiro.

"Fue un funeral impresionante", insiste ahora Paco Pérez. "El cura no quiso permitir el paso a la comitiva, pero un mando que hablaba español se le acercó y le dijo algo al oído. Después no hubo problema: entraron los militares, la caja y la bandera", recuerda Pérez.

Celso Aquilino Pérez Rodríguez vivió en La Callezuela hasta los 17 años. Era hijo de María Rodríguez Fernández y de Ramón Pérez Álvarez, que había sido gestor del Ayuntamiento de Illas y miembro de su comité de Guerra representando al Frente Popular. El padre del futuro capitán Pérez tenía 32 años cuando en 1938, unos pocos meses después de la caída de Avilés y Gijón y, en consecuencia, unos meses después del fin de la Guerra Civil en Asturias, los nacionales le detuvieron, le encarcelaron en El Coto, le acusaron como autor de un delito de rebelión y le pasaron por las armas en El Sucu, en Gijón, el 11 de mayo de aquel 1938. Está enterrado en el cementerio de Ceares y su nombre está inscrito en el muro de recuerdo de las víctimas de la represión.

Recuerda Laura Álvarez, sobrina nieta del capitán Pérez, que el fusilamiento de Ramón Pérez Álvarez marcó la historia venidera de la familia del futuro capitán de los Boinas Verdes. María Rodríguez, la madre del oficial, sufrió en sus propias carnes el eco de la muerte de su marido. Y el propio Celso Pérez. La pobreza atenazó la familia durante los primeros años de la Posguerra. De aquel agujero salió en 1953 en dirección a la emigración: Celso Pérez Rodríguez atendió la llamada de sus tíos maternos que habían saltado el Atlántico para buscar su futuro en Cuba, una isla que vivía los últimos tiempos de Batista y se preparaba para el triunfo de la revolución castrista.

Juan, Antonio, Manuel y Ángel Rodríguez le buscaron en la gran Antilla el primer empleo a su sobrino más pequeño (aparte de Carmina Suquiro, el futuro capitán de los Boinas Verdes era hermano de Josefina).

Cuba. No mucho después el joven asturiano encontró trabajo en Villamil y Martínez, un almacén de telas que andando el tiempo, en 1960, el régimen castrista iba a expropiar. Los dueños del negocio se trasladaron, primero a Miami, en Florida, y después a Puerto Rico.

La aventura del futuro capitán Pérez se hila en este momento con la Brigada de Asalto 2.506, la de los guerrilleros anticastristas que trataron de conquistar Cuba a partir de la bahía de Cochinos y la playa Girón en abril de 1961. Celso Pérez formó parte de los combatientes que financió la CIA y se entrenaron bien en el sur de los Estados Unidos, bien en Chiapas o en Guatemala. Sus "hermanos de sangre" le despidieron en la prensa: "El capitán Pérez murió defendiendo los mismos nobles ideales que lo llevaron a desembarcar en las costas de nuestra querida patria el 17 de abril de 1961, en aquella ocasión defendiendo la soberanía de nuestra república". Se da la circunstancia de que, tras la muerte del capitán asturiano, los cubanos de Miami colocaron una placa en su honor en la calle 8 de Miami, en medio de Little Havana.

El fracaso de la invasión llevó a Pérez Rodríguez a prisión. Su familia calcula que debió de estar a la sombra "entre un año y un año y medio". El presidente Kennedy, que trató de no mancharse las manos reconociendo que habían sido los norteamericanos los que diseñaron la invasión de bahía de Cochinos, logró liberar a buena parte de los guerrilleros de la 2.506 (a los exsoldados cubanos desertores no, esos fueron fusilados por las fuerzas castristas). Los cambiaron por armas, medicinas y tractores.

Estados Unidos. Cuando Celso Pérez Rodríguez reaparece en la vida de su familia de Illas lo hace con cartas y en uniforme. La administración Kennedy recibió a los de la 2.506 y consta que muchos aceptaron la propuesta de alistarse en el ejército norteamericano. Pérez Rodríguez envía fotos a su familia en la que se le ve como militar, explicando que ha pasado un curso de formación de oficiales de supervivencia. En uno de los diplomas que conservan en su casa de La Callezuela figura la firma de un oficial y un tampón en el que se lee que el curso se desarrolló en el área del Canal. O sea, que Pérez estuvo en Panamá, "in the jungle". "Siempre oí que contaba que había pasado quince días durmiendo bajo la lluvia", cuenta Laura Álvarez, que ahora trata de reconstruir la historia de su familia. Los cursos de formación del asturiano en aquella época están certificados: en 1963 estuvo en Fort Benning, en Georgia. "Ahí es donde aprendió inglés", dice Álvarez. Otras fotos que llegaron a Illas le sitúan en la localidad texana de San Antonio y en la nota de defunción figura como vecino de Miami.

El bautismo de fuego de Celso Pérez había sido en la bahía de Cochinos, ya como oficial de las Fuerzas Especiales, en la República Dominicana. Estados Unidos invadió Santo Domingo en 1965 para evitar "la expansión comunista y una segunda Cuba" a sólo unos pocos kilómetros de Florida. Allí estuvo el capitán Pérez y así se lo contó a la familia con las fotos que les fue enviando. Pérez era meticuloso en las explicaciones. En una foto de un helicóptero cuenta que "está a los mandos, en el asiento de la izquierda" (lo cierto es que no se le distingue).

Vietnam. Tras la operación Power Pack -así se llamó la invasión a la isla La Española-, el ya capitán Pérez regresó a su casa, a Illas. Tenía veintitantos años y una larga experiencia en combate. "Era un paisanón", cuenta Paco Pérez. "Fumaba Paxton, ese tabaco que tenía la cajetilla verde", añade. Los vecinos los recuerdan en el Mari Concha, el bar de La Callezuela, animando a beber "la espuela" y hablando con unos y con todos. Así hasta el 19 de octubre de 1966.

Con treinta años embarcó en dirección a Vietnam. "No tenemos cartas de esta época", se lamenta Laura Álvarez. Lo que se sabe con certeza es cayó el 4 de junio de 1967. Entre medias de su llegada y su fallecimiento se produjo la batalla de Junction City, un combate en que estuvo el Quinto Regimiento de los Boinas Verdes, el suyo, el del capitán Pérez.

Los restos mortales del capitán Pérez reposan en el cementerio de La Callezuela. Allí llegaron junto a la escolta de seis camaradas que momentos antes, bajo un texu, le habían rendido homenaje tirando al aire con sus armas largas. Su nombre es uno más de los del muro de los caídos de Washington.

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