La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JOSÉ CALVO | POLICÍA LOCAL DE AVILÉS

Un ángel de la guarda que viste uniforme

La muerte por infarto de un compañero marcó al agente Calvo, que ha sacado a cuatro hombres de una parada cardiaca

José Calvo, en el parque del Muelle. MARA VILLAMUZA

José Calvo y su amigo y compañero Alfredo Romero corrían por el parque de Ferrera allá por 1993, un día como cualquier otro. Los dos agentes de la Policía Local de Avilés se entrenaban para completar el camino de Santiago en bicicleta. Romero se desvaneció de repente. Había sufrido un infarto. El agente Calvo, entonces veinteañero, salió corriendo en busca de ayuda, dio aviso a la jefatura y se puso a reanimar a su amigo junto a otros colegas hasta que llegaron los servicios médicos. Consiguieron sacarlo de parada hasta en dos ocasiones y Romero entró con pulso en el Hospital San Agustín. Pero no salió de allí. El infarto que sufrió fue casi fulminante. Aquella pérdida marcó al agente Calvo, uno de los integrantes del equipo que consiguió salvar la vida hace una semana a un conductor gozoniego que sufrió un infarto al volante en Los Oficios. Es al cuarto hombre al que este policía local saca de una parada cardiorrespiratoria en sus 29 años de servicio. En cada uno de esos masajes que salvaron vidas siempre ha estado presente Alfredo Romero. "A cada compresión pensaba: este no se me va, este no se me va... Gracias a Dios los tres siguientes no se me fueron", relata con los ojos encharcados por lágrimas.

El 28 de octubre de 1968 vino al mundo en el Hospital de Caridad el ahora ángel de la guarda que viste de uniforme. Alumno del colegio de Villalegre, después de Maestría (hizo tres años de soldadura y ajuste) y en un tiempo frutero en Simago, el agente 165 siempre tuvo claro que lo suyo era el servicio al ciudadano. De mayor sería policía.

A los 19 años se fue a hacer la mili a Bilbao con los libros para prepararse como agente bajo el brazo en unos años en los que los asesinatos terroristas estaban a la orden del día. Tras la experiencia militar regresó a su ciudad y se preparó para unirse al equipo de la Policía Local. Pasó la prueba física al segundo intento y en diciembre de 1990 se incorporó a la Jefatura de Avilés. Después de un año en el servicio de grúa, se incorporó al grupo de turnos del 092, el que dice es verdaderamente su sitio y en el que está ahora de nuevo. Es, por cierto, de los pocos municipales que disfruta elaborando los atestados de circulación.

Fue en esa primera etapa, a los tres años de profesión, cuando se enfrentó a su primer rescate por parada cardíaca, la de su amigo, su compañero Romero. "Me marcó la vida. Aprendí muchísimo de él, todo el mundo lo quería", relata.

Siete años después, y tras formarse tanto en la Jefatura como por su cuenta en reanimaciones, salvó una vida. Fue en 2000, en un segundo piso de López Ocaña. Un hombre presentaba principios de infarto y entró en parada. "Lo sacamos un compañero y yo. Hace dos años que falleció, pero gracias a ese masaje cardíaco pudo vivir más años", prosigue.

Estaba patrullando en moto años después cuando le alertaron de que un señor había sufrido una caída y se encontraba tendido en la acera. Parecía inerte. Los servicios de emergencias no tardaron en llegar, pero para entonces Calvo ya lo había reanimado. "Fue muy satisfactorio porque después sus hijos y nietos me buscaron para darme las gracias. Yo solo cumplo mi obligación en la calle, como ciudadano y como agente de la autoridad", relata visiblemente emocionado.

Hace una semana, en Los Oficios, despertó el corazón de un gozoniego que sufrió un infarto al volante con la colaboración de sus compañeros Marco García e Inma Matilla y del joven enfermero Javier Cuervo. "El trabajo para acordonar la zona y regular el tráfico fue espectacular. Fue una labor en equipo total", aplaude a los suyos.

El agente Calvo entra cantando en la Jefatura hasta de madrugada ("Me encanta mi trabajo"), aplaude la "profesionalidad" del equipo del que forma parte ("No nos falta de nada, nos estamos reciclando constantemente para perfeccionarnos cada día más") e incide en que lo de "héroes" les viene grande. Pero él lo es para la mujer que lo paró no hace tanto en Llano Ponte para darle las gracias. "El otro día le salvaste la vida a mis padres", le dijo. Fue en agosto de 2016, en el incendio de un bajo de la avenida Cervantes, una panadería sin actividad. Calvo sacó en brazos a una señora del segundo piso y a un matrimonio del tercero, octogenarios. Él fue uno de los intoxicados por inhalación de humo.

Calvo, el mayor de tres hermanos (también son agentes, uno municipal y otro Nacional), hace bicicleta, corre y camina "mucho". Juega al fútbol siete y fútbol once, afición que ahora ha aparcado por el tiempo que dedica a su casa, el hogar que está construyendo con sus propias manos, las mismas con las que salva vidas el agente 165 de la Policía Local de Avilés.

Compartir el artículo

stats