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La gestión de la herencia fabril

El cierre de Baterías reactiva el interés turístico por diseñar una ruta industrial

El ingeniero Plácido García y la decana de la Facultad de Turismo, Marián García Rúa, anteponen la utilidad de lo conservado a su cantidad

Asistentes a la visita guiada realizada el pasado mes de noviembre a las baterías de coque de Avilés. RICARDO SOLÍS

Los profesionales asturianos del turismo se suman de forma decidida al debate abierto con motivo del cese de actividad de las baterías de coque de Arcelor de Avilés, que han sido sustituidas por otras más modernas ubicadas en Veriña (Gijón); un debate enfocado tanto al reaprovechamiento de los 400.000 metros cuadrados de suelo que han quedado liberados de actividad industrial como a la conservación de elementos patrimoniales singulares, como pudieran ser los gasómetros. Los expertos en turismo centran su reivindicación en que se aproveche la oportunidad que brinda el cierre de las baterías de coque de cara a añadir más piezas al patrimonio fabril existente en la comarca para, de una vez, diseñar una ruta turística que ofrezca un discurso global sobre la industria lo suficientemente atractivo como para atraer visitantes.

La decana de la Facultad de Turismo de la Universidad de Oviedo, Marián González Rúa, plantea la paradoja de que "tenemos lo más difícil de todo, que son los recursos; y no acabamos de definir el siguiente paso, que debiera ser sacarles provecho turísticamente". González Rúa habla de la necesidad de "construir un paquete turístico" con los muchos retales industriales que ofrece la comarca de Avilés e incide en que, de no ser así, la "venta por separado" de los mismos estaría "condenada al fracaso".

El ingeniero Plácido García, fundador del Grupo Sigma, una entidad nacida para estudiar y difundir el patrimonio industrial asturiano, secunda la tesis de la decana y subraya que la clave está en "diseñar rutas que tengan como hilo conductor el patrimonio industrial, a semejanza de las que existen con los castillos, el vino o la red de parados nacionales". De lo que no tiene duda este analista de la gestión que se hace en Asturias del patrimonio industrial es de que "el turismo es la mejor herramienta que se me ocurre para conseguir algo tan importante como es la sostenibilidad económica del patrimonio industrial que se quiera conservar".

La hipotética ruta de patrimonio industrial que defienden estos expertos surgiría del engarzado de piezas como el martinete de cobre de Llaranes (del siglo XVIII), el museo de la mina de Arnao (siglo XIX), el poblado obrero anejo, los restos siderúrgicos de la margen derecha de la ría de Avilés y las baterías de coque, si bien la idea admite más incorporaciones.

Tanto la decana de la facultad de Turismo de la Universidad de Oviedo como el fundador del Grupo Sigma participarán esta tarde (19.30 horas) en una mesa redonda que organiza el Club LA NUEVA ESPAÑA de Avilés en el palacio de Valdecarzana y en la que, precisamente, se abordará la capacidad que puede tener el turismo de contribuir a dar uso práctico al patrimonio industrial. En el acto, con entrada libre hasta completar el aforo, también intervendrá David Estévez, vicepresidente de la Asociación de Profesionales Informadores Turísticos (APIT) de Asturias.

El posicionamiento de González Rúa y García sobre la estrategia de conservacionismo a desplegar en las baterías de coque de Avilés destila prudencia. "Deben ser los expertos en otras disciplinas los que, previa realización de estudios detallados y en función de los recursos económicos disponibles, indiquen qué podría quedar en pie -que no tiene por qué ser todo- y para qué. No es algo que se pueda hacer a la ligera y, en todo caso, debería ir acompañado de un plan de viabilidad", afirma la decana. "Ni siquiera creo que un museo de la industria, como desde algunos foros se plantea, sea algo imprescindible y, por supuesto, no hay por qué dejarlo todo en pie; es más una cuestión de calidad y utilidad de lo que se conserve que de cantidad", opina el ingeniero.

"Bajo mi punto de vista", añade el fundador del Grupo Sigma, "el reto es poder transmitir a las generaciones venideras el conocimiento tecnológico que hizo posible la existencia de las instalaciones industriales, y para esto podría bastar con conservar máquinas a modo de muestras; frente a esto, que es algo simple y asumible económicamente, parece haber una preferencia obsesiva por conservar edificios que, muchas veces, acaban huérfanos de uso".

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