La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Nuevas joyas para el álbum histórico del concejo

Un viaje al Avilés de los otros años veinte

El Museo de la Historia expone siete fotos costumbristas que realizó en la ciudad la estadounidense Ruth Matilda Anderson en 1925

La nave principal de la iglesia "grande" de Sabugo; en el momento de la foto, aún sin bancos.

El doctor en Filosofía y Letras y catedrático de Lengua Francesa del Instituto: "El turista ve en Avilés una villa limpia, de cuidadas calles, edificios modernos que hacen resaltar los antiguos. Hoteles dignos de una ciudad de primer orden; el Gran Hotel, próximo a transformarse en tea-room, brasserie, casino y café-restaurant, magnífico hospital, pregón de la caridad avilesina; grandioso teatro Palacio Valdés, heraldo de la cultura del pueblo que lo erigió; Escuela de Artes y Oficios, colegios de 2ª Enseñanza, numerosas escuelas, testimonio del amor a la enseñanza que siempre tuvo. Sus parques, muelles, fábricas, almacenes, imprentas, periódicos, hoteles, fondas, tranvías de vapor y eléctrico, garages, bazares y bancos, muestran que Avilés, sin olvidar su glorioso pretérito, sabe vivir su presente y no descuida su futuro".

Ese mismo año, entre el 5 y el 7 de marzo, estuvo en Avilés la fotógrafo estadounidense Ruth Matilda Anderson (1893-1983), cumpliendo con el encargo que le había hecho la Hispanic Society of America (Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional en 2017) de documentar gráficamente las escenas de la vida cotidiana española. De aquel trabajo de Anderson queda constancia de 88 fotos realizadas en Asturias, siete de ellas en Avilés; todas pueden verse hasta el 16 de febrero en el Museo de la Historia de Avilés (plaza de Camposagrado) en una exposición que permite a los avilesinos viajar imaginariamente un siglo atrás para visitar esa "villa limpia, de cuidadas calles y edificios modernos" que tan lisonjeramente describió Pérez y Pimentel.

Ruth Matilda Anderson ofrece una visión cargada de realismo de la Asturias del primer cuarto del siglo XX: la dureza de las condiciones de vida y de trabajo, tanto en el mar como en el campo o la vida doméstica; el ocio casi exclusivamente masculino de los chigres y tabernas, las condiciones de las viviendas de las clases trabajadoras o del servicio en los grandes palacios asturianos. Y todo subrayado con la calidad artística que caracteriza las fotos de la estadounidense.

Para poner en su adecuado contexto histórico y etnográfico las siste fotos avilesinas de la exposición de Ruth Matilda Anderson, LA NUEVA ESPAÑA propuso al historiador Román Antonio Álvarez hacer un visionado comentado de las imágenes, una iniciativa que tuvo el siguiente resultado.

Las dos primeras fotos están fechadas el 5 de marzo de 1925 y están tomadas en el interior del palacio Ferrera: una dependencia suntuosamente decorada y una mujer que teje una alfombra. El ojo analítico de Román Antonio Álvarez destaca de esas imágenes el potente "tren de vida" que llevaban los inquilinos del palacio, "un edificio que servía ocasionalmente de alojamiento a los miembros de la Casa Real"; la variedad de sirvientes al servicio de los marqueses (lo cual evidencia la prueba de una mujer dedicada al mantenimiento de las alfombras, "posiblemente provenientes de la fábrica segoviana de La Granja de San Ildefonso") y "la fidelidad al aspecto original que tuvo la restauración del palacio cuando ése fue reconvertido en el actual hotel de cinco estrellas".

Las tres siguientes fotos retratan escenas cotidianas de la calle. En una, tres vendedoras ambulantes de alfombras miran a la cámara en la calle del Muelle, cerca del cruce con Los Alfolíes; en otra, no lejos de allí, con la casa Larrañaga, el Gran Hotel y un tranvía de fondo, hombres, mujeres y niños observan el pesaje de percebes cerca de la primera rula de la ciudad; y la tercera, está hecha en una panadería. Esta última foto sacude a Román Antonio Álvarez: "¡Coime, si esa es la panadería de Prima, que era pariente de mi mujer!" Se refiere a la tahona que existió en el primer tercio de siglo en la plaza de Carlos Lobo y en la que, según se ve en el documento gráfico tomado por Anderson, "las mujeres de la aldea dejaban los goxos mientras iban al mercado a vender los productos del campo para luego, cargarlos con pan y regresar a casa".

Estas tres fotos son buenos testimonios de la vestimenta de la época: hombres -e incluso los jóvenes- cubiertos con boinas, madreñas en los pies, pañoletas en las cabezas de las mujeres... "Viendo estas fotos y a las mujeres que salen en ellas, tapadas de los pies a la coronilla, se me viene a la cabeza que no iban ataviadas de modo muy diferente a los usos musulmanes", reflexiona el analista.

La sexta foto avilesina de la colección tiene que ver con patrimonio perdido o modificado. La toma fotográfica se hizo en el interior del viejo templo de Santo Tomás de Cantorbery, el que se levanta en la plaza del Carbayo, en la que se ve el estado de abandono en que se encuentra el templo tras haber sido trasladado el culto en esos años a la nueva iglesia, en la plaza de la Merced. Román Antonio Fernández repara en que algunos elementos visibles en la imagen fueron posiblemente destruidos durante la guerra civil, caso del púlpito o el baldaquino del altar. "Por la escasez de material gráfico que existe de la época, estas fotos tienen un gran valor histórico, aparte de carga emocional", concluye.

Compartir el artículo

stats