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Baterías apagadas, futuro encendido

El suelo que dejaron libres los hornos altos avilesinos da empleo a 3.600 personas; el que saldrá de la coquería enfoca hacia la tecnología

Refuerzo de las instalaciones de Baterías de Avilés. RICARDO SOLÍS

El atleta Yago Lamela saltó por los aires y al caer había avanzado 8,56 metros como si nada. Fue el 7 de marzo de 1998. En Japón. Aquel día está marcado en la historia contemporánea avilesina como inigualable: la marca de Lamela continúa siendo récord de España: han pasado veintidós años. Al día siguiente, Avilés -la ciudad entera- también dio un salto hacia delante.

El teatro Palacio Valdés, por entonces ya al cabo de los estrenos nacionales, acogió el debú del Parque Empresarial Principado de Asturias (PEPA) en la historia económica del Principado. Aquel día el polígono industrial de la ría se presentó en sociedad. De boca del todopoderoso Francisco Álvarez-Cascos (entonces) y del ministro liberal de Industria Josep Piqué: 1,8 millones de metros cuadrados disponibles tras el derribo de los hornos altos avilesinos (el "Carmen", el "Joaquina", el "Rosario" y el "Carmen IV"), una inversión de 7.000 millones de pesetas (unos 42 millones de euros) y deseos candentes de mejora por un lado y previsiones subterráneas por otro.

Actualmente, cuando hace tiempo que aquel porvenir proyectado se transformó en realidad conspicua, trabajan en el polígono 3.600 personas. El parque empresarial está a punto de llenarse (la Sociedad Española de Participaciones Industriales Desarrollo empresarial -Sepides- oferta en su web desde hace casi un año 10 parcelas que tiene libres para negocios secundarios o terciarios).

La presentación del PEPA se hizo bajo el eslogan "La puerta a la Europa del tercer milenio", que por entonces estaba a la vuelta de la esquina. Será cuestión, sin embargo, de que la historia determine si el concejo entró de hecho en el futuro o se quedó en el recibidor. Lo cierto es que a partir de aquel momento la ciudad empezó a transformarse. El final de esa transformación es la que se presentó esta misma semana en Avilés, aunque sin tanto loor ni voces más altas que otras (hace veintidós años sí hubo muchas, las elecciones estaban a la vista; en 2020 ya han pasado de largo, ya hay Gobierno y también muchos ministros).

La transformación se tenía que completar con el cierre definitivo de las Baterías de Avilés (360.000 metros cuadrados de superficie). Este cierre se ha demorado desde 1998 acá en varias ocasiones. Y esto es así porque su último inquilino, Arcelor, necesita -y sigue necesitando, a la vista de cómo están las instalaciones gijonesas que están llamadas a sustituirlas- el carbón destilado que salía de sus hornos: sin él no hay arrabio; sin arrabio, no hay acero y sin acero, la fábrica cobra un sentido inédito hasta la fecha.

Salvado el apagado -proceso que adelantó LA NUEVA ESPAÑA-, el ojo de la administración se puso sobre el valor potencial del suelo que se va a liberar en pos de llegada de empresas tecnológicas atraídas por el polo científico que cimienta el futuro al pie de Valliniello (así lo prevé el gobierno local y también el de España).

Antonio Miguel Cervera, el presidente actual de Sepides, explicó el miércoles pasado que el parque empresarial que se levantará en los terrenos que ahora ocupan las baterías de coque -el PEPA 2- costará unos 40 millones de euros (más o menos como su precedente -el PEPA 1-, aunque este tenga veintidós años de antigüedad). Aseguró también que el suelo liberado de contaminación y escombro estará operativo en 2022 y que su precio será "muy competitivo" (el del PEPA 1 va de los 110 a los 175 euros por metro cuadrado). Y todo se hará sin dejar piedra sobre piedra (como en 1998: sólo resiste un pegoyo de acero en medio de la avenida de la Siderúrgica). Ni gasómetro, ni nada.

El número que se montó en el teatro Palacio Valdés aquel 8 de marzo de 1998 fue para dar pasos enormes hacia el porvenir. El siguiente porvenir está un saltito más allá, confían las administraciones públicas.

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