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El exmilitar que sacó los ojos a una mujer, molesto por una pena que ve "excesiva"

"Nadie se tira tanto en prisión por dos delitos en tentativa", sostiene el padre de Fernando S. V., que pide "pasar página" ya en régimen de semilibertad

Lugar en el que tuvieron lugar los hechos, en las proximidades de la estación de Feve de Avilés.

"Nadie se tira tantos años en prisión por dos (delitos en) tentativas. Está bien dentro de lo que cabe, aunque algo mosqueado con quien aplica la ley". Quien así habla es el padre de Fernando S. V., el hombre que sacó los ojos e intentó violar a una felguerina en Avilés en el año 2000El hombre, exmilitar de profesión, aún se encuentra cumpliendo los 25 años de prisión a los que fue condenado por un delito de intento de homicidio y otro de agresión sexual. Desde hace más de un año, Fernando S. V. disfruta del tercer grado penitenciario, un régimen que le permite trabajar y acudir a prisión solo para dormir; una normalidad que le hace estar más cerca del ahora es su gran objetivo: pasar página y dejar atrás aquel brutal crimen del que justo hoy se cumplen 20 años.

El entorno de Fernando S. V. afirma que lo que más ansía es "normalidad". Quiere pasar página tras casi dos décadas en prisión y rehacer su vida. Uno de los principales pilares de esta nueva vida que quiere comenzar el avilesino está en el trabajo, que desempeña por las mañanas. Se trata de un empleo conseguido a través de una asociación que ayuda a los presos a reinsertarse en la sociedad. Antes había trabajado para el Ayuntamiento de Llanera cuando estaba en régimen de segundo grado. Tras el tajo suele ir a comer al domicilio familiar, en el barrio de Versalles, donde con frecuencia pasa también las tardes. Las noches las pasada en prisión.

No obstante, no está resultando fácil para el exmilitar recobrar esa normalidad por la que suspira. La sombra de aquel brutal crimen cometido en las proximidades de la estación de Feve de Avilés el 6 de febrero de 2000 es más alargada de lo que esperaba, y aunque lleva casi dos décadas a la sombra entre los centros penitenciarios de Asturias y León, son muchos los que le recuerdan la noche en que trató de violar y sacó los ojos a una mujer de 17 años.

Donde sí se está viendo más integrado es en el seno familiar. Pese a que en los años posteriores al fatal suceso en el que su víctima perdió la vista para siempre algunos de sus allegados le dieron de lado, la situación ha cambiado; no así sus padres, que desde que se hiciera pública su condena, en 2002, han venido reclamando revisiones de la pena en numerosas ocasiones. Muestra de la recuperación de esa normalidad es que hace unos días estuvo con los suyos pasando el duelo por la pérdida de un familiar en el tanatorio.

A ello ha ayudado que durante sus años de condena fue, según los suyos, un preso modélico. Entre rejas, Fernando S. V. también destacó por ser un gran atleta, llegando a alcanzar notoriedad en las competiciones intercarcelarias. Ahora, en régimen de semilibertad, mantiene su afición al deporte y ha competido en algunas pruebas amateurs por diferentes puntos del Principado.

Quienes, seguramente, nunca serán capaces de perdonar lo sucedido en aquella madrugada del 6 de febrero de 2000 serán su víctima y sus allegados. Todo sucedió minutos antes de las seis. Fue entonces cuando el avilesino, por aquel entonces soldado profesional de 20 años de edad, se ofreció a acompañar desde el bar Conde Guadalhorce en el que estaban hasta la estación de Feve a su víctima, una langreana con 22 años cumplidos y peluquera de profesión a la que ya conocía de antes.

Se detuvieron en el entorno de la estación y allí mismo Fernando S. V. intentó la agresión sexual. Combatió la resistencia de la víctima con una violencia desmedida: le arrancó los globos oculares, la golpeó con saña a base de puñetazos y patadas, le rompió la mandíbula y la nariz con una piedra y, para finalizar su macabra obra, la puso sobre las vías del tren para que el siguiente convoy acabase definitivamente con la vida de la chica.

Vigilante

Fue en ese preciso instante, en el que el militar depositaba a su víctima sobre el tendido ferroviario, cuando los gritos de auxilio alertaron a un guardia de seguridad que vigilaba la estación. Cuando descubrió el brutal crimen que se estaba perpetrando, trató de agarrar a Sanz Vecino, que con un empujón logró escabullirse. El agresor no fue detenido hasta la tarde siguiente, cuando se encontraba durmiendo en casa de sus padres, en el mismo domicilio de Versalles en el que ahora come casi todos los días después del trabajo. "Sólo le di unas bofetadas", declaró ante la Policía tras su detención. En marzo de 2002 se celebró el juicio. Sanz Vecino declaró que estaba bajo la influencia del alcohol y las drogas cuando cometió el salvaje crimen. Fue condenado a 25 años de prisión, que ahora cumple en régimen de semilibertad y con la esperanza de dejar atrás aquella fatídica madrugada de la que hoy se cumplen 20 años.

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