En Llaranes todos sabían quién era José Ángel del Río: sus excompañeros de Baterías, los pioneros del Antroxu avilesino, los del Club Popular de Cultura -que él mismo fundó allá a finales de los ochenta- y también los del grupo de teatro "Santa Bárbara". Pero no sólo ellos: a Del Río le apasionaban los bolos, organizar festejos, participar de ellos y meterse hasta la cocina en todos los colectivos de Llaranes -el barrio que más colectivos tiene en Avilés-. Del Río era una leyenda que ayer murió y cubrió de luto la ciudad entera aún confinada por la crisis del bicho coronavírico.

Los suyos de toda la vida, los de la Sardina Arenque, son los encargados -desde tiempo inmemorial- de abrir y de cerrar el Antroxu avilesino. Del Río, enfundado en una túnica roja, bajo el sombrero de Gran Sardino, había sido el responsable de la procesión primera de la fiesta. No lo hizo este pasado febrero. De civil, con abrigo y bastón, "al natural", como explicó a LA NUEVA ESPAÑA, no se perdió, sin embargo, la primera parada carnavalera. Saludó a este y aquel, conversó con todos, sonrió y sonrió y al final se fotografió con su sucesor, con Ángel García Bartolomé. La concejala de Cultura, Yolanda Alonso, estaba sobrecogida. Destacó de Del Río el compromiso y la generosidad que siempre había demostrado con el movimiento vecinal.

Todos en el barrio le quisieron, todos le respetaron. Todos estuvieron con él. Hasta ayer por la mañana en que finalmente murió. Mariví Monteserín, la alcaldesa de Avilés, le calificó de "gran, grandísimo ciudadano". Dijo, además, emulando a Antonio Machado, que "era una persona buena, en el más amplio sentido de la palabra". Y terminó declarando: "Siento terriblemente su pérdida, más en este contexto en que no podemos despedir a nuestros seres queridos. La familia de Del Río, a este respecto, indica que el funeral se celebrará "cuando todo esto se supere". Y "esto" es el coronavirus. Sin embargo, a Del Río le separó de la vida una enfermedad que le fue consumiendo todas sus fuerzas, pero no su talentoso don de gentes, su curiosidad nunca saciada.

Había nacido en Gijón hace 74 años, pero era de Llaranes "de toda la vida". Cuando llegó a Avilés, no había ni economato, ni baterías ni nada: eran los años en que comenzaba Ensidesa a cambiar la faz de la comarca. Ahora se ha ido, poco después de organizar una última exposición sobre el lugar en que curró con orgullo desde 1968 y hasta su jubilación. "Estuve en baterías y, dentro de baterías, estuve donde los de baterías no querían ni de coña: subproductos", contó a LA NUEVA ESPAÑA hace unos pocos meses, cuando la coquería se preparaba para salir del presente y sumergirse en la historia. Lo contó él mismo no hace mucho. Su voz está grabada para siempre en "Storywalkers". Y su paso por el mundo, en la memoria de la ciudad.