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Las limpiadoras pierden el bus

La restricción horaria del transporte público importuna a parte de las trabajadoras del Hospital

Una mujer con mascarilla, en un autobús. MARA VILLAMUIZA

A Isabel López le han hecho un roto, a ella y a Mónica Cumbreño. Y también a seis compañeras más. Todas trabajan como limpiadoras en el San Agustín y bajan en autobús desde La Luz y Villalegre. Empiezan a currar a las 14.30 horas. Les han quitado el L4 de las 13.30, el que les dejaba en la puerta del Hospital a tiempo de comenzar la jornada. "Así que tenemos que coger el L1 de las 13.00. Nos para en Cervantes y de ahí vamos a pata", se lamentan casi a coro López y Cumbreño.

El roto de Cumbreño es aún peor. "Vivo en Garajes, al lado del Mercadona nuevo. Por ahí no pasa el del Hospital, así que tengo que cruzar Llaranes caminando para cogerlo en El Pozón", cuenta. "Son veinte minutos a pata. Ahora, además, media hora antes que la semana pasada. O sea, que voy sin comer. ¿Voy a tener que comer a las once?", se lamenta. La vuelta a casa es peor aún. "Por la mañana puedo cruzar por detrás porque es de día. De noche no. Cojo un taxi. Parece que se han olvidado de las limpiadoras", se lamenta. Cumbreño va a tener que volver a casa todos los días en taxi.

La de ayer fue la primera jornada de reducción de horarios de los autobuses. "Somos como ocho las que vamos al Hospital en bus", explica López en la marquesina del bar El Recreo. "Nos enteramos del cambio por los Whatsapps que nos fuimos mandando", dice antes de telefonear a Mónica y a Verónica. "Que ya sale", avisa. La cosa es difícil: el L1 sale de La Luz a las horas en punto. "Si la perdemos..."

El cambio de los horarios de los autobuses no vienen de la propia compañía. Son cosas de las autoridades. Eso lo entienden las limpiadoras que bajan al tajo todos los mediodías. Lo que no entienden que se hayan olvidado de ellas y no "de los de la casa". Los de casa son los sanitarios. "No son importantes", se dicen.

La línea 1 va de Piedras Blancas a La Luz. Y a las doce sube en silencio: mujeres detrás de mascarillas, bolsas de plástico llenas de comida, hay que llenar las despensas. Sólo se admiten viajeros con tarjeta prepago. El conductor está más protegido que de costumbre (con una cinta de plástico que lo aleja de los viajeros) y el bus, que es doble, sólo tiene 30 plazas habilitadas.

El autobús pasa por la rotonda de La Rocica, donde estuvo la marquesina más famosa de la historia avilesina. Allí está la Policía Local montando un control: preguntan a los conductores y también a los peatones. Lo que se ha ordenado es el confinamiento bajo siete llaves. "El otro día subieron dos soldados y una policía. Estábamos todas documentadas. Salvo dos", señala López que implora para que esta situación se acabe lo antes posible. Isabel y sus otras compañeras lo que quieren es seguir trabajando. "En estos días nos vamos conociendo todas", cuenta Cristina Mota. Otra limpiadora que perdió el bus de siempre.

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