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Murias, 50 años de sacerdocio: "El paso de los años profundiza mis creencias"

El "cura solidario" de Llaranes confía en que la crisis vírica reordene la escala social de valores: "Es hora de repensar nuestro estilo de vida"

José María Murias, de paseo por el parque del Muelle de Avilés. RICARDO SOLÍS

La declaración del estado de alarma impidió celebrar el acto popular que había preparado la parroquia de Llaranes para festejar los 50 años de ejercicio sacerdotal de José María Murias González, el "cura solidario" que llegó al barrio en 1996 y se propuso tejer una red colaborativa que hoy, debidamente tupida, da cobertura a varias iniciativas basadas en la cooperación vecinal. Desde 2018, por petición propia y debido a su delicado estado de salid, el antiguo párroco de la iglesia de Santa Bárbara ejerce como sacerdote adscrito; el nuevo titular de la parroquia es Segundo Fernández Arias: "Me siento muy cómodo con mis actuales funciones parroquiales: apoyo a la catequesis, colaboro con Cáritas, asesoro... Es Segundo quien hace el trabajo duro y quien brega con las responsabilidades. Aunque mi salud es débil, vivo con mucha tranquilidad y paz camino de los 75 años".

La experiencia acumulada en medio siglo de sacerdocio, según propia confesión, "me ha madurado como a la fruta haciéndome más reflexivo, pero no me ha erosionado las aristas en cuanto a mi forma de ver el mundo, si acaso ha profundizado mis creencias. No creo que haya abdicado de ninguno de los valores que siempre he intentado que orienten mi vida". Valores que se resumen en "justicia, paz y fraternidad", tres pilares que Murias -sacerdote en el fondo- identifica con "el mensaje de Dios" pero que lo mismo valdrían para un activista social, una condición de la que el cura de Llaranes nunca ha renegado.

La memoria colectiva de Avilés sabe del papel relevante de Murias como catalizador social de un barrio que no llega a 7.000 habitantes y que logra, por ejemplo, recaudar cada año del orden de 15.000 euros para enviar a Centroamérica con el objetivo de ayudar a poblaciones indígenas necesitadas de escuelas, granjas, agua potable o tierras de cultivo. El instrumento que hace eso posible es la Semana solidaria de Llaranes y ha servido para reunir más de 270.000 euros en una década (la cifra incluye las aportaciones municipales).

"¿Que si persigo la utopía de cambiar el mundo? Soy un hombre de fe y, en consecuencia, me obligo a pensar que se puede", manifiesta a modo de declaración de intenciones. El reciente periodo de confinamiento ha ratificado aún más si cabe a José María Murias en la confianza de un "cambio social". Esto es debido a que el sacerdote ha percibido en las últimas semanas "una apreciación de ciertos valores que habíamos dejado aparcados en segundo plano: la generosidad, la empatía con el prójimo, la importancia de los círculos familiares y de las amistades, nuestra finitud como seres mortales que somos, la importancia de la colectividad frente a la exaltación del individualismo...".

Sobre esa base, el cura de los 50 años de sacerdocio, construye su discurso regenerador: "Es hora de repensar nuestro estilo de vida. El cambio necesario implica recuperar a las personas como el centro de todo, que la tierra sea respetada, que las relaciones comunitarias sean satisfactorias para todos y cultivemos la ternura". Un escenario antagónico, subraya el sacerdote, al generado por "el neoliberalismo salvaje", caracterizado por "el crecimiento de la riqueza de los ricos a costa del crecimiento exponencial de la pobreza de los pobres".

José María Murias nació en 1946 en Trabada (Villayón), un pueblo de apenas trescientos habitantes. Pese a ser humilde, su familia se esforzó para darle estudios, que en aquella época de penurias y con la mediación del maestro y del cura de la localidad (José Ferreira) se concretaron en el Seminario. Le ordenó sacerdote cuando tenía 24 años recién cumplidos el exarzobispo de Oviedo Gabino Díaz Merchán y su periplo como pastor de la Iglesia le llevó por Somiedo, San Nicolás de Bari (Avilés), Molleda (Corvera) y ya de nuevo en Avilés, Villalegre y Llaranes.

"Yo no experimenté nunca una llamada del Espíritu Santo en el sentido revelador de la vocación; el mío fue un proceso más natural, de crecimiento personal en el conocimiento de la fe cristiana. A mí, Dios me llamó de ese modo", explica sobre los orígenes de su sacerdocio hace cinco décadas. De entonces acá, Murias dice ser consciente de haber vivido "momentos históricos y apasionantes": "He sido testigo de la transformación de la sociedad arcaica asturiana a la actual modernidad, fui cura de pueblo y de ciudad, me tocó el Concilio Vaticano II, que supuso una profunda renovación de la Iglesia; y viví el aperturismo de España que permitió dejar atrás una época oscura y pesada..."

Camino de los 74 años y con un corazón enfermo, Murias no tiene reparos en compartir sus reflexiones sobre la muerte, la "finitud" del ser humano sobre la que dice haber reflexionado en los días pasados de incertidumbre y confinamiento. "La muerte la sentí cerca en alguno de mis achaques de salud, pero no le tengo miedo ni me genera angustia. Sé que ha de llegar algún día, pero soy de la opinión de que no se puede vivir con miedo, lo que hay es que vivir con plenitud cada día mientras hay vida". Palabras de cura sabio, así sea solo por llevar medio siglo con la sotana a cuestas.

El cariño que Llaranes le tiene al que hasta hace unos meses fuera su párroco se iba a traducir el pasado día 15 de marzo en una jornada celebrativa de sus 50 años de oficio sacerdotal, pero debido a la declaración de estado de alarma la fiesta tuvo que suspenderse. La misa de acción de gracias prevista en la iglesia de Santa Bárbara se moverá de fecha. Y respecto a la comida de hermandad que se había anunciado en un restaurante de Cudillero, queda pendiente posiblemente para cuando el cura cumpla 75 años en marzo de 2021: "En marzo nací, en marzo me ordené y en marzo es San José, el día de mi santo; sin duda es un mes especial para mí".

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