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CARLOS CUADROS | DIRECTOR GENERAL DEL CENTRO NIEMEYER

"Teníamos una decisión tomada: no queríamos ser los primeros en reabrir"

"No hay un marco jurídico claro que permita poder comenzar con el teatro: nos vamos a dejar influir por los festivales de Mérida y Almagro"

Carlos Cuadros, a través de "Transbase", de Juan Genovés. MARA VILLAMUZA

Carlos Cuadros (Cazorla, Jaén, 1971) dirige desde 2014 la fundación del Niemeyer, un complejo cultural que cerró como consecuencia de la primera declaración del Estado de alarma el pasado día 14 de marzo. Ha vuelto a la medio normalidad este miércoles pasado, cuando reabrió la cúpula del Niemeyer y la sala Fotografía, en los bajos del auditorio. La primera acoge una muestra de grabados de Picasso y la del foyer, fotos de la británica Nadia Lee Cohen. Cuadros atiende a LA NUEVA ESPAÑA en la cafetería del centro.

- ¿Cómo han pasado la cuarentena?

-La pasamos cerrados. Por suerte pudimos abrir primero la plaza y ese fue un día, digamos, importante. Y hoy [el miércoles] es otro día importante: la apertura de las exposiciones. El equipo del Centro estuvo teletrabajando. Pese a que estamos en un centro muy bonito, hay veces que la tarea no es tan vistosa porque es muy burocrático. Toda esta tarea la hemos desarrollado desde casa.

- ¿Les pilló en guardia el primer Estado de alarma?

-Sí, estábamos preparados para teletrabajar los ocho empleados del Centro. En la semana previa, cuando veíamos lo que se avecinaba, lo hicimos rápido. El lunes 9 de marzo comenzamos y el viernes a la 13.30 horas estábamos saliendo de aquí y cerrando la plaza.

- ¿Y qué se siente al cerrar "una plaza abierta a los hombres y mujeres de todo el mundo"?

-Lo que sentimos, no sé, todos los ciudadanos del mundo: no sé, incertidumbre. Eso mismo es lo que seguimos viviendo: una gran sensación de desconcierto personal y laboral, pero es que ha estado y sigue estando en riesgo la propia vida. La enfermedad se ha puesto por delante.

- ¿Qué era lo más urgente?

-Había que devolver las entradas. Había muchas vendidas, de muchos espectáculos. Aquí el equipo hizo un trabajo absolutamente espectacular. La semana pasada sólo nos faltaba devolver las compras que se habían hecho con dinero en efectivo: faltan poquitas. Luego vino el trabajo administrativo de modificación de contratos. Esto nos ha llevado muchísimo tiempo.

- ¿Hubo problemas con la ampliación de las exposiciones?

-Ninguno. Ha habido una generosidad absoluta por parte de todos los prestadores. Les pedimos pasar el verano con las dos exposiciones y dijeron que sí. La de Picasso estaba prácticamente recién inaugurada, apenas diez días. Todos estábamos en las mismas: todos nos estamos ayudando; en una situación así, ha sido muy, muy fácil.

- ¿Qué dificultad encontraron para reabrir? Tardaron más que el Centro Botín o el Museo Bellas Artes.

-Teníamos una decisión tomada de gestión: no queríamos ser los primeros en reabrir.

- ¿Por alguna razón?

-Por la incertidumbre existente. La primera prioridad era la seguridad, tanto del público como lo de los trabajadores. En el mismo orden de prioridad. Por eso, no íbamos a tener ninguna prisa: íbamos a hacer lo que tuviéramos que hacer en el momento en que se nos permitiera. Lo que, desde luego que teníamos claro, era que no íbamos a entrar en ninguna carrera por abrir antes que cualquiera. Cuando abran los demás, justo después nosotros, es decir, cuando veamos cómo han abierto, qué tal han abierto, si han generado problemas que nosotros antes de abrir no hemos alcanzado a imaginar.

- Se supone que Picasso tiene que ser el rey del verano en Avilés. ¿No?

-Esperemos. La entrada se tiene que hacer con mascarilla y aforo reducido. Vamos a tener un control de aforo. Aprendimos de la exposición de Sorolla: había una demanda enorme y unas limitaciones por cuestiones contractuales muy concretas. Todo el mundo que la quiso ver, la vio.

- ¿Y el teatro?

-No hay un marco jurídico claro que permita poder abrir el teatro: nos vamos a dejar influir por Mérida y Almagro.

-Claro, todo esto cuesta dinero.

-Esto es clave. La fundación del Centro Niemeyer tiene una presión económica fortísima derivada de su pasado, ya absolutamente superado. Para poder mantener el nivel de actividad que tiene necesita un porcentaje de autofinanciación altísimo. Nada comparable con otros centros culturales análogos al nuestro donde normalmente la propia aportación pública ya garantiza la programación. El Centro Niemeyer no. Tenemos que superar el 35 por ciento los ingresos de comercialización de venta de entradas, comercialización de los espacios, alquiler de espacios. Por eso ahora mismo tenemos que ser muy cautelosos de aquí al final de año. Se llegará hasta donde se llegue.

-¿Habrá números negativos?

-Esperemos que no.

-Las directoras de Laboral se han subido los sueldos.

-Cada centro cultural conoce sus casa, su realidad de gestión.

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