La celebración, ayer, del Corpus Christi en la parroquia de San Nicolás de Bari generó este año un "sentimiento agridulce". Así lo atestiguó el párroco, Alfonso López, momentos antes de comenzar la homilía. Esa sensación "agridulce" estuvo motivada por varios factores. El primero es que la pandemia alteró, por segundo año consecutivo, los planes de las unidades pastorales avilesinas de celebrar un Corpus unificado. "Estaba previsto que hoy -por ayer- tomaran la primera comunión 122 niños y no han podido estar; no obstante, lo que sí se mantiene es la caridad y el amor fraterno, que es lo que significa el Corpus Christi", destacó el párroco de la iglesia que preside la calle San Francisco. Las unidades pastorales avilesinas confían en que el próximo año, y tras dos intentos fallidos, por fin puedan celebrar el Corpus unidas.

Alfonso López entiende que la pandemia ha obligado a celebrar "un Corpus que ha durado tres meses" y que se ha centrado en las ayudas prestadas a las personas en riesgo de exclusión social tanto por parte de la parroquia que preside como por la colaboración de Cáritas. "No tengo ninguna sensación de pena, es verdad que los niños dan alegría en la celebración del Corpus y tampoco podemos celebrar la procesión, pero estamos celebrando el día del amor fraterno y hoy -por ayer- es el broche de oro aunque nuestra labor continúa", remarcó el párroco mientras la iglesia de San Nicolás seguía recibiendo fieles que no querían perderse una de las misas más importantes del año. Y, este vez, también una de las más anómalas. Todo porque el estado de alarma y la pandemia obligaron a reducir considerablemente el aforo de los templos, con distanciamiento físico entre los fieles: un banco para cada dos personas y todos con mascarilla. "El año pasado éramos más de mil personas y este año, setenta y cinco. También habilitamos espacios en el coro y en el claustro para los fieles", indicó el párroco, que no necesitó usar la mascarilla desde el altar porque estaba garantizada la distancia mínima de la feligresía pero sí tuvo que colocársela a la hora de dar la comunión.

Una vez finalizada la misa y siguiendo una antigua tradición que ronda los cinco siglos, Alfonso López salió a la puerta del templo de San Nicolás portando una custodia del siglo XVII, más concretamente de 1689 y donada por el primer conde de Canalejas, para bendecir Avilés. Lo hizo desde la puerta que da acceso a la calle San Francisco.

Los donativos de la misa del Corpus fueron entregados a Cáritas para ayudarla a continuar así su labor con las personas más vulnerables y mantener la fidelidad al principio del "amor fraterno", que es precisamente el fin de la celebración que cada primavera llena las iglesias, esta vez, con aforo reducido.