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Los amores que conquistó Maqua

Pepe Muñiz y su mujer, Ana Fernández, rememoran sus años jóvenes en la primera visita al recién restaurado palacio de La Cámara: ella estudiaba en el edificio, que fue colegio, y él se "escapaba" a verla

Una de las mujeres que participaron ayer en la visita al palacio de Maqua se retrata en el vestíbulo. MARA VILLAMUZA

El palacio de Maqua es testigo de una historia de amor entre un comerciante navarro y una avilesina. Ambos fijaron su residencia en lo que ahora es el número 21 de la calle La Cámara, una vivienda de esas de blasón en la fachada principal. De ese matrimonio nacieron dos hijos: Julián y Benito que, bien avenidos, decidieron construir su residencia en una finca aneja a la de sus padres: lo que hoy en día se conoce como palacio de Maqua, en el número 23 de la misma calle. La tarea no fue sencilla: desde 1840 y durante 12 años estuvieron enfrascados en papeleo para hacerse con la propiedad, donde se cree que había viviendas de una altura. Esta historia la contó ayer Patricia Pérez, experta en Historia del Arte y responsable de "Cuéntame un cuadro", a los primeros visitantes al edificio, recientemente restaurado con el fin de transformarlo en la nueva meca tecnológica de Avilés.

Entre los participantes en la visita, que se desarrolló con estrictas medidas de seguridad en cumplimiento de los aforos, había dos personas que no eran ni Maqua ni su mujer, pero que vivieron entre las paredes del casoplón parte de su historia de amor. Se trata del castrillonense Pepe Muñiz, que de crío estudiaba en el San Fernando, cuando era solo de niños. La que hoy es su mujer, Ana Fernández, hacía lo propio en el Santo Ángel, un centro educativo que allá por los primeros años del 1920 fijo su sede en el palacio de Maqua. "Tengo el recuerdo de venir aquí a verla, y de coger el tranvía, que pasaba por aquí delante, por la calle La Cámara", relató Muñiz, que asistió a la visita guiada por "pura curiosidad". No fue el único. Casi todos los participantes en el recorrido eran avilesinos o vecinos de la comarca interesados por el patrimonio local. Y Maqua es una joya cuya construcción comenzó en 1853 y finalizó hacia finales del verano de 1857. Eso sí, solo disfrutó de ella Benito de Maqua y su familia, ya que dos años antes murió Julián.

"El palacio es una maravilla. Soy aficionada a la fotografía y me encantan los edificios de Avilés", indicó una de las asistentas a la visita, Paqui Sánchez. Mónica Suárez mostró también su aprobación a la obra: "Vengo por interés cultural, todo lo relacionado con la ciudad me interesa y más si lo cuenta Patri Pérez". Si bien los periodistas solo pudieron acceder hasta la escalinata de madera que da la bienvenida al edificio, los participantes en la visita llegaron hasta el ático, en su día tal vez desván y hoy convertido en una "Maqua Lab"; es decir, en una sala con capacidad para ochenta personas a las que les guste enredar, en el buen sentido de la palabra, con las nuevas tecnologías.

El concejal de Desarrollo Urbano y Económico, Manuel Campa, no participó en la visita. Lo hizo días atrás cuando enseñó el palacio a los grupos municipales y también a los responsables y usuarios de La Curtidora. Reiteró que la restauración del palacio de Maqua tiene doble lectura: recuperar uno de los últimos edificios históricos pendientes en Avilés y habilitar nuevos espacios para usuarios de La Curtidora.

"Hay personas a las que, por su trabajo, no les interesa un despacho pero sí necesitan un lugar donde reunirse. Este será ese lugar, y habrá tarifas de todos los tipos, de uso por hora o días", avanzó. Dijo también que el palacio de Maqua acogerá, como estaba previsto, las dos primeras aulas del proyecto "Avilés Enseña". La intención del gobierno local es que este palacio que fue testigo de muchos amores eche a andar el próximo otoño y siga "enamorando".

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