"La Monstrua" es una de las imágenes turísticas más recurrentes de Avilés este verano. Los foráneos se ven atraídos por la gran figura de la escultura, obra de Amado González, "Favila", que llama la atención, por su denso volumen, de quienes llegan a la villa. Todos quieren fotografiarse junta a ella. Y aunque el nombre de Eugenia Martínez Vallejo está serigrafiado en el mármol, muchos desconocen la historia de la niña oronda.

"Lo sorprendente es la historia, que Carlos II la llevase con él", explica Julio Fernández, que está recorriendo la costa asturiana con su mujer, Maite Pérez. Son de Madrid y ya habían visto los cuadros en los que el pintor Juan Carreño de Miranda había retratado a la muchacha, vestida y desnuda, ambos a la vista pública en el Museo del Prado. Precisamente en la calle que lleva el nombre del artista se sitúa la escultura. La escultura es una parada obligatoria para los visitantes y son muchos los que se quedan enganchados ante la talla que debía tener la niña.

Marco Astorga, Beatriz Martín, Francisco Astorga y María Miguel son una familia originaria de Asturias, pero que por razones económicas se vieron obligados a mudarse a Toledo. A pesar de la forzosa marcha, nunca han olvidado su tierra natal. "Yo trabajaba en la fábrica de conservas del puerto, pero me tuve que ir cuando la cerraron. Ahora que estoy jubilado intento venir siempre que puedo, como mínimo un mes", explica Francisco Astorga. Paseaban por Sabugo y decidieron visitar "La Monstrua", aunque no sabían a ciencia cierta quién fue la persona que representó Favila.

"Se parece a la de 'Las Meninas', supongo que sería algún tipo de diversión para la realeza, como los bufones o los enanos": a pesar de no estar seguro, Marco Astorga dio en el clavo.

Alicia Valdeolivas y Guillermo Maroto, procedentes de Madrid, han venido a pasar las vacaciones a Avilés, aunque estarán por toda la comunidad. "Venimos de la playa del Silencio", explica Valdeolivas. "No conocíamos quién era 'La Monstrua', pero vimos la escultura en la guía y decidimos pasarnos para verla", cuentan. Ambos aprovecharon para fotografiarse junto a ella.

"La Monstrua" era Eugenia Martínez, nacida en el siglo XVII. Durante una misa su madre rompió aguas y todos pensaron que sería un símbolo de una vida de fortuna, pero no pudieron estar más equivocados. Cuando era pequeña, la niña era gruesa, pero para la época unos kilos de más estaban bien vistos socialmente, ya que significaba que en casa no faltaba la comida y que presentaba un buen estado de salud. Con tan solo un año, llegó a pesar veinticinco kilos. El problema fue en aumento cuando la pequeña no dejaba de crecer, a lo ancho; y con 6 años llegaba a los sesenta y cinco kilos. La familia se avergonzaba de la imagen grotesca de su hija y la escondió durante un tiempo, pero era imposible: la talla de la niña llamaba la atención de los vecinos y la convirtió en objeto de burla. Los rumores del considerable tamaño de Eugenia llegaron a la capital, donde el rey Carlos II quedó sorprendido con ella y decidió que debía quedarse en Madrid como "persona de placer", donde fue retratada y, básicamente, servía como una atracción para los miembros de la nobleza. Aunque ya no forma parte de ningún séquito de entretenimiento de la corte, la niña Eugenia sigue llamando la atención a locales y foráneos.