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La restauración (I)

Las penurias presupuestarias y el equívoco político de último minuto recordaban alguna de las películas de enredo vistas en un teatro que seguía en ruinas

Los cuatro grupos políticos de Avilés estaban metidos, sin dinero y con criterios cambiantes, en medio de una comedia que tenía por decorado las ruinas del Palacio Valdés. INFOGRAFÍA DE MIGUEL DE LA MADRID. FOTOGRAFÍA: JUAN CARLOS DE LA MADRID

El 20 de enero de 1987 un titular de prensa abría un nuevo capítulo en la azarosa vida del teatro: "El Palacio Valdés es, desde ayer, propiedad municipal". Después de tanto tiempo, tanto esfuerzo y tantas gestiones, el teatro era de todos los avilesinos. Cada una de las dos partes de la propiedad había recibido unos cinco millones de pesetas, a cuenta de lo que el Ayuntamiento les iba a pagar por la expropiación. Estaba conseguido lo más difícil, sólo faltaba lo imposible; que esas butacas apiladas como para la hoguera de San Juan, esos muros derrumbados, esos suelos arrancados, toda aquella ruina envuelta en incuria y verdín, volviera a ser un teatro.

Un camino abierto cuando la presión popular y la unanimidad del Pleno del 24 abril de 1986, decidieron la estrategia de la recuperación. El edificio tenía que ser municipal para que el Ministerio de Obras Públicas (MOPU) pudiese incluirlo en sus planes de restauración de teatros en toda España. El equipo de gobierno lo sabía bien, pues el mes anterior se había reunido en Madrid, con el Ministerio de Cultura y la Consejería de Cultura del Principado para esbozar el acuerdo que finalmente permitió la restauración del teatro: la Dirección General de Arquitectura y Edificación costearía la Restauración, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) la cantidad correspondiente al equipamiento escénico (iluminación espectacular, sonido, telón cortafuegos y maquinaria complementaria), y el resto, a repartir entre Ayuntamiento de Avilés y Consejería de Cultura. Después de todo lo que se había navegado, el acuerdo era un mirlo blanco que no se podía dejar pasar. De ahí la unanimidad del Pleno y la urgencia de la expropiación, pues de no asumir el Ayuntamiento y la Comunidad la compra y su porcentaje en la Rehabilitación, la Dirección General desistiría de la rehabilitación.

Después de eso las novedades llegaron veloces. En octubre del mismo 1986 la Dirección General de Arquitectura adjudicaba la realización del proyecto para la rehabilitación del teatro al arquitecto Mariano Bayón, con la intención de presentarlo dentro del programa de rehabilitación de teatros que tenían en colaboración con el INAEM. En abril de 1987 se fijaban las condiciones de participación de todas las instituciones con números sobre la mesa.

Sin contar el equipamiento escénico, aquellos cálculos establecían un presupuesto de 209.840.000 de pesetas de la ejecución del proyecto, además de 18,3 millones de los honorarios de arquitecto y aparejador. La Dirección General pagaría 138.100.000 pesetas (el 57,10%), mientras que el Ayuntamiento de Avilés, asumiría 90 millones (42,90%), bien en solitario o con la participación de la Consejería de Cultura del gobierno del Principado, como al final sucedió, al 50%.

En el Pleno del 19 de noviembre de 1987 el Ayuntamiento de Avilés aprobaba por unanimidad el Proyecto de Ejecución para la Rehabilitación del teatro Palacio Valdés que, cuatro meses después, informaba favorablemente la Comisión del Patrimonio Histórico del Principado de Asturias. Parecía que al fin la ansiada restauración se había conseguido? Pero no.

La política volvía a salir al paso del teatro. La corporación nacida de las elecciones del 10 de junio de 1987 era débil para tomar decisiones. Seguía gobernando el PSOE, pero sus concejales se habían quedado en 10, mientras que IU tenía 4, AP 5 y el CDS 6. Sin contar con IU, al menos en lo esencial, los socialistas estaban expuestos a derrotas de importancia. Era aquel Avilés que no paraba de achatarrar las chimeneas de ENSIDESA. Ese mismo año se había anunciado el cierre de ocho de esas instalaciones de su vieja factoría y, aunque se trabajaba intensamente para inaugurar la modernísima acería LD III al año siguiente, el pesimismo económico y laboral reinaba en la villa. Como se desmontaba su historia reciente, parecía que la única alternativa optimista de Avilés era recuperar su historia remota. Ese mismo año se aprobó el Área de Rehabilitación Integrada para el casco histórico y la rehabilitación del teatro. El año político iba a despedirse tranquilamente.

La Corporación estaba a punto de tomarse las uvas en el Pleno de 31 de diciembre cuando el escándalo se apoderó de los periódicos. Salía a los papeles que el PSOE, a última hora, había ligado la subida de la Contribución Rústica y Urbana con el futuro del teatro, intentando la vía de urgencia, para presionar a IU. Pero el Pleno se suspendió por la oposición de AP, CDS y el propio grupo de IU, obligado por el partido (pues ya había votado favorablemente a la subida en la comisión de Hacienda previa al Pleno).

La prensa contaba que se había añadido al expediente del teatro una sorprendente propuesta de acuerdo donde asomaba un segundo párrafo para proponer "que se inicien los trámites oportunos para devolver la propiedad del inmueble a los antiguos propietarios dado que el Ayuntamiento no podrá hacer frente a la rehabilitación de este edificio y por tanto desaparece la 'causa expropiandi". Esto era fundamental pues, como se ha visto en el proceso de expropiación, esa 'causa' iba ligada al destino al que hubiera de afectarse el objeto expropiado. Si el teatro se expropiaba para una determinada finalidad y ésta desaparecía, los propietarios tendrían derecho a que se les devolviera. Todo podría tornar al principio.

La ausencia de caudales explicaba los meandros políticos. Los presupuestos de 1988 eran magros y, además, se calculaba que, una vez restaurado, el mantenimiento del teatro no bajaría de los sesenta millones de pesetas anuales. El PSOE pensó que, si IU le retiraba el apoyo para aumentar la Contribución, se generaría un déficit tal que, cuando comenzaran los trabajos de rehabilitación, no se podrían pagar las facturas. El pánico o la maniobra política hicieron el resto.

El escándalo fue mayúsculo y las consecuencias internas graves para IU y, sobre todo para el PSOE. Se volvía a hablar abiertamente de que había una división dentro del partido del gobierno con respecto a la recuperación del teatro. Que un grupo nunca había creído en la restauración del Palacio Valdés, pero volverse atrás con las obras ya adjudicadas era algo que no se podía resistir. Y tampoco disimular.

La oposición tenía contra las cuerdas al equipo de gobierno pero, precisamente en ese momento en que podía asestarle el tiro de gracia con luz y taquígrafos, al forzar la suspensión del Pleno lo indultó en el último instante. Darse un tiro en el pie es cosa que la oposición siempre ha practicado en los peores momentos de los gobiernos avilesinos del PSOE. Ella misma salvó al gobierno. Pero se multiplicaban los problemas.

No había acabado el mes de enero cuando repuntaba el escándalo. El día 26 la prensa aseguraba que "El PSOE paralizó la adjudicación de las obras de restauración del Palacio Valdés sin contar con la oposición". La periodista Esther Segovia, reproducía el texto de una carta del día 14 en la que Guillermo de la Dehesa, de la Subdirección General de Proyectos y Obras del MOPU, le escribía al Alcalde, como contestación a una supuesta conversación telefónica, en la que el alcalde le habría dicho que la Corporación se iba a replantear el asunto debido a las dudas sobre la financiación municipal. Eso paralizó la contratación de las obras en el ejercicio de 1987. La oposición aprovechó para indignarse, para decir que el Alcalde hacía pasar por postura de toda la Corporación la de un equipo de gobierno minoritario, a pesar de existir un acuerdo plenario. Y aún más. Hablaba de falta de democracia y tomadura de pelo, a ellos y a los ciudadanos. Las explicaciones no convencieron y el asunto del teatro dio un giro inesperado.

Cuando todo estaba conseguido y firmado, cuando parecía que nada se podía interponer en el camino de las obras, "La Voz de Avilés", que siempre tuvo en su redacción a partidarios de la restauración como Álvarez Buylla o Cabaño, publicaba un editorial, el 28 de enero de 1988, titulado "Valor y valentía para decir que no". Un artículo demoledor. Escribía el diario que el teatro había sido producto de una idea romántica, "de un quiero y no puedo". Se dirigía a todos los grupos políticos para que, en el salón de sesiones y no en la calle, dijeran "que Avilés no puede recuperar el Palacio Valdés. Nuestra ciudad no necesita de un teatro porque no tiene capacidad para ello". Seguía con argumentos contundentes contra la reconstrucción y pedía a todos los políticos que se opusieran a ella por responsabilidad: "No y mil veces no. La Corporación tiene que ser la primera en decirlo (?) El Palacio Valdés no merece gastarse una perrona, la Corporación no puede perder el tiempo en discusiones bizantinas y Avilés tiene otras necesidades más perentorias".

Como en las películas de enredo, tantas veces aplaudidas en ese teatro, la vida daba un giro inesperado. Nada estaba seguro, por muchos acuerdos que se hubiesen pactado o firmado. Ya saben aquello que dicen que dijo Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros".

El perol en el que se cocía la sopa de ganso de la política y la opinión pública de Avilés, no dejaba de bullir.

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