La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JUAN CARLOS DE LA MADRID | HISTORIADOR, HABLA ESTE JUEVES SOBRE EL PALACIO VALDÉS EN EL MARCO DE EXFIAVILÉS

"Avilés siempre ha esperado a su teatro, incluso en los peores momentos"

"El Palacio Valdés es ya una marca en España, un lugar donde las compañías vienen a estrenar, fruto del trabajo inteligente de años"

Juan Carlos de la Madrid, durante la representación del "Pimiento Verdi", de Boadella, con la que la sala del Palacio Valdés era un restaurante. M. D. M.

Juan Carlos Álvarez de la Madrid es doctor y licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo, diplomado en Cinematografía por la Universidad de Valladolid y Especialista en Gestión Cultural y Territorio (Universidad de Oviedo-IUDE). Ha sido pionero en Asturias en el estudio de los primeros tiempos del cine, es coautor del libro "Cuando Avilés construyó un teatro" y desde el pasado febrero viene relatando la historia del odeón avilesino en una serie dominical en LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. Este jueves (Casa de Cultura, 20 horas) hablará precisamente de ese edificio centenario, emblema de la villa, en el marco de ExfiAvilés, organizado por el Grupo Filatélico local, en una charla que lleva por título "Teatro Palacio Valdés: mucho más que 100 años".

- ¿Cómo encaja el teatro Palacio Valdés en la historia postal de la villa? ¿Teatro y filatelia hacen buen maridaje?

-En estas jornadas se va a explicar la historia postal de Avilés, así que no voy a adelantar nada. Lo más destacado es la presencia del teatro en postales, cuyo coleccionismo es una parte de la filatelia. Hay una colección de postales, casi mítica, que aventó las estancias del teatro al poco de su inauguración y era uno de los reclamos de la imagen de Avilés. Retocadas con el color añejo de aquellas impresiones. Con los años, la fachada del teatro siempre ha sido motivo de postal. Es un edificio que serviría de emblema para cualquier ciudad, mucho más una ciudad del tamaño de Avilés. Las postales han sido testigo de ello y el teatro, como es muy fotogénico, siempre se ha prestado a 'posar'.

- En el año del centenario, ¿cómo ha vivido la ciudad este aniversario?

-Con la distancia impuesta por las tristes circunstancias de la pandemia. Durante meses lo único accesible del teatro era un bando de Alcaldía que explicaba, en su fachada, que iba a estar cerrado hasta nuevo aviso. Y ese nuevo aviso han sido largos meses. Los actos oficiales quedaron reducidos a una sencilla representación en el exterior, dirigida por Raúl Vázquez, y unas visitas teatralizadas dirigidas por José Rico. La leyenda del teatro lo ha perseguido hasta aquí, las desgracias encadenadas de su inauguración han llegado, cien años después, convertidas en pandemia mundial. Una maldición. Realmente el único festejo, continuado durante todo el año del centenario oficial, ha sido la serie que he tenido el placer de escribir para LA NUEVA ESPAÑA. La historia del teatro ha sido la mejor celebración del propio teatro. Mientras tanto, la ciudad, agazapada, ha estado esperando la ocasión de volver a aplaudir a Carlos Hipólito o Lola Herrera. Avilés siempre ha esperado a su teatro, incluso en los peores momentos, que no han sido pocos.

- El espectáculo en general, y el teatro en particular, tuvo en Avilés varias sedes históricas donde poder disfrutarlo, ¿cuáles de ellas han sobrevivido mejor?

-La única que ha sobrevivido, como sede histórica y en uso teatral, es el propio Palacio Valdés. Si exceptuamos, claro está, la plaza de España. En El Parche se representó teatro y se hicieron todo tipo de juegos y corridas de toros. Un recorrido muy largo que llega desde el siglo XVII, a la Transición, pasando por la Segunda República, donde García Lorca estuvo aquí con La Barraca. Además de esto, las sedes conocidas más antiguas serían el claustro de los Franciscanos y el patio de Camposagrado, ambos sobreviven, pero no como teatro. Después se han perdido todas las salas, estén o no en pie los edificios que las albergaron: el viejo teatro de la calle de La Cámara, el teatro-circo Somines, el Pabellón Iris, todos los cines, incluyendo el Ráfaga o el Almirante que acogieron representaciones teatrales, la Pista de la Exposición, los salones de actos de la vieja Casa de Cultura y la Caja de Ahorros. En fin que, hoy por hoy, no hay más sede histórica que el Palacio Valdés,y otras modernas, en toda la comarca, como la Casa de Cultura, de Los Canapés, el Niemeyer, el Valey y el Llar de Corvera.

- ¿Por qué?

-Si se piensa que todos estos espacios son públicos o semipúblicos, tendremos la respuesta: no hay empresas teatrales capaces de mantener un teatro. No las hay en toda Asturias, salvo casos de salas con una programación muy específica y poco empeño arquitectónico y de mantenimiento.

- Desde el pasado 16 de febrero ha venido narrando en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA la azarosa historia de este teatro centenario, ¿cuál de todos los episodios que conoce sobre él le resulta hoy más sorprendente?

-Hay varios, pero lo centraría en dos. En primer lugar su sorprendente inauguración en agosto de 1920. Financiada por Angel Fernández y Cía, capitalistas de los de antes, que pusieron sobre la mesa todo el dinero que hizo falta para acabar el teatro. Y más que les pidieran. Un evento que, además de traer a Armando Palacio Valdés, tuvo que sortear tres huelgas, una de un sindicato teatral de ámbito nacional y el ataque de las defensoras de la moral, comandadas por Isabel de Maqua, que veían en la actuación de la compañía del teatro Reina Victoria de Madrid, el inicio de una "ola de impudor" que arrasaría Avilés. Y las actrices del Reina Victoria, corriendo por las calles de Avilés durante toda la temporada inaugural, embobando al personal.

- ¿Y la segunda?

-Sería la creación de la Comisión Pro Recuperación del teatro desde junio de 1984. Allí se juntaron personas de intereses políticos y perfiles sociales muy diversos, incluso contrapuestos, que se encarnaban en Laura González, Víctor Urdangaray y Raúl Trabanco. Éste último, además de cuerpo, era el alma de un movimiento que sirvió para dar el empujón definitivo y sortear los larguísimos vericuetos por los que el teatro llevaba años perdiéndose en la política local. Fue el último exponente de una ciudad joven y dinámica. Algo que Avilés ya no es.

- Las compañías nacionales gustan de realizar estrenos en la ciudad, ¿ sigue siendo Avilés una ciudad con duende escénico?

-El teatro Palacio Valdés es ya una marca en España. Un lugar donde las compañías más importantes vienen a estrenar. Eso es consecuencia de un trabajo inteligente, realizado sobre todo entre 1992 y 2012 (fecha de la jubilación oficial de Antonio Ripoll). Grandes productoras y centros dramáticos siguen viniendo, actores y directores importantes siguen citando a Avilés y su teatro como lugar de estreno y, por lo tanto, como uno de las mejores plazas de España para ver teatro de circuito. Eso no se ha perdido, todo lo contrario. Mientras que otras programaciones, por ejemplo la de la Casa de Cultura o el Niemeyer no pasan por sus mejores momentos, el Palacio Valdés se mantiene fuerte. No obstante habrá que esperar a ver cómo será el mundo de la Cultura, o lo que quede de él, cuando acabe la 'nueva normalidad'.

- ¿Hasta qué punto un edificio puede llegar a introducirse en el ADN de una villa?

-No sé si hay una medida para eso, pero si la hubiera el Palacio Valdés debería ser la unidad para calcularla. Lo mismo que, en los tiempos del comercio de sal en la Edad Media la medida de todas las cosas era la Fanega de la puente de Avilés, en éstos, la medida de la aceptación de un teatro por una ciudad, debería ser la "fanega" del Palacio Valdés. Su vida azarosa, a veces novelesca, provocó primero un sentimiento de pertenencia que, en sus orígenes fue sólo de la burguesía, más tarde fue motivo de orgullo para toda la ciudad y, después de los veinte años de cierre (1972-1992), ese orgullo se convirtió en reivindicación. En el último movimiento ciudadano que ha triunfado en la historia de Avilés. El Palacio Valdés, que era un símbolo del viejo Avilés, entonces se convirtió en la expresión del Avilés más joven. Creo que éste es el verdadero motivo para festejar, el que debería destacarse en este año: el teatro está en pie porque el pueblo de Avilés lo ha tratado como a un vecino más.

- ¿Qué grandes actores pasaron por la sala y cuáles fueron los títulos que más tiempo en cartel?

-Dependiendo de los tiempos han pasado referencias de todos los géneros. No hay que olvidar que fue siempre teatro pero, también, desde el primer momento, acogió cine y varietés, por eso la nómina es larga, pero se podrían citar los hitos de cada momento, que han tenido cierto simbolismo para la historia del teatro y han marcado un momento de la ciudad: la primera ópera cantada por el tenor romano Lauri Volpi, que suponía hacer realidad, poco después de la inauguración, el teatro por el que tanto había luchado la burguesía avilesina desde el siglo XIX. La llegada del cine sonoro, en mayo de 1930, con el "Loco cantor", que mostraba la vocación de modernizar los espectáculos empezando por la sala más importante de la villa. La actuación de José Iturbi, entonces estrella mundial, para estrenar el nuevo piano Steinway & Sons de la Sociedad Filarmónica Avilesina, en 1959, dos años después de que las fumarolas del horno alto hubieran cambiado el destino de la ciudad.

- ¿Y en la etapa reciente?

-La actuación de Manolo Escobar, último evento de éxito antes del cierre de 1972. La conmemoración del primer aniversario de la reapertura con una Traviata, dirigida por el recordad Luis Iturri, que fue la muestra de lo que, en producción propia y capacidad de atracción, estaba por llegar en estos años finales, marcados por el "Richard III" de los mejores y brevísimos tiempos del Centro Niemeyer. Por el camino llegaron todo tipo de figuras conocidas, desde Lola Flores a Concha Piquer y hoy llega lo mejor de los espectáculos en cartel en toda España. Esto sin olvidar el teatro de aficionados, desde sus primeros tiempos, pasando por los de Fernando Wes y Pipo Carreño y llegando, por citar una figura popular, a Ernesto Baldajos.

- En tiempos de pandemia y reducción de aforos, ¿cuánto ha variado la capacidad de la sala?

-El teatro se inauguró con un aforo de unas 1.100 localidades. Es decir, el diez por ciento de los avilesinos de 1920 podían acudir a cada función. Tras la reinauguración se condenaron localidades ciegas o con visión parcial en bañeras, proscenios y altos del teatro, y se individualizaron las localidades del paraíso. Eso supuso una ganancia en comodidad, calidad de visión y audición, pero, lógicamente, una pérdida de localidades que hoy son 747.

- ¿Cómo afectara esta crisis al Palacio Valdés y a la convivencia de las gentes de la villa con el teatro?

-Nadie sabe cómo afectará esa crisis, cuando llegue a concluir, y un historiador es el peor recurso para predecir el futuro, pero, si volvemos la vista atrás, en las mayores crisis de este teatro, cerrado y arruinado durante cuarenta de sus ciento veinte años, los avilesinos han querido siempre que se volviera a abrir. Lo han convertido en un superviviente. Pero, ya que hablamos de aforo, más le puede afectar, como a todo lo de esta villa, la crisis demográfica que nos asola y amenaza con volver a hacer de Avilés una villa muy pequeña.

Compartir el artículo

stats