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Los guardas pesqueros: "Ni víctima ni Robin Hood, 'El Cántabro' es un depredador"

Los funcionarios que persiguen a los furtivos critican la impunidad de estos delincuentes, la levedad de las condenas y la falta de medios con que trabajan

Perceberos en el inicio de la campaña, la pasada semana, en la zona del Cabo Peñas. MARA VILLAMUZA

"El Cántabro", el mariscador furtivo afincado en Santander que relató hace unas semanas su historia en estas páginas y justificó su actividad delictiva como el único recurso que tiene para mantener a su familia, "ni es una víctima como argumenta ni tampoco Robin Hood, es el mayor depredador de la costa asturiana". Eso es, el menos, lo que opinan los funcionarios de la guardería pesquera del Principado, un colectivo que sabe bien de las andanzas del "Cántabro" y que ha decidido hacer su propio relato de la actividad de este furtivo "para evitar que su imagen quede blanqueada ante la opinión pública".

La conversación de LA NUEVA ESPAÑA con una representación de guardas pesqueros del Principado se realiza una vez pactado el anonimato de los comunicantes, que dicen velar así por su "seguridad", tanto de cara a su desempeño laboral como en las relaciones con la Administración de la que dependen. "Nos sentimos tan indefensos en nuestro ejercicio profesional -a diferencia de los agentes de Seprona trabajamos a mano descubierta y no es la primera vez que sufrimos agresiones- como desamparados por quienes se supone que tenían que dar la cara por nosotros", explican haciendo alusión a la Administración regional.

¿Quién es "El Cántabro"? A ojos de los guardas pesqueros que llevan cuatro años persiguiéndolo, "desde luego no es un furtivo más, un hombre que ocasionalmente extrae percebes para consumo propio o para sacar un extra económico. El perfil del 'Cántabro' es el del líder de un banda organizada, el jefe de un grupo de, al menos, siete personas, con medios sobrados para la actividad delictiva de la que ha hecho su 'modus vivendi' y que ha creado una compleja red logística para evitar ser pillado y sacar el máximo beneficio a la captura de marisco, fundamentalmente percebes".

Según los agentes, "El Cántabro" y su banda "vienen desde Santander por carretera con vehículos de gama media y un remolque con la embarcación que usan para llegar a las piedras. Cada eslabón de la cadena hace una función: uno conduce, otros hacen contravigilancia por si aparecemos en la zona, está el que pilota la lancha, los que ayudan al que cava los percebes sacando el producto a tierra y los que se suben a las piedras. Todo está perfectamente organizado y sincronizado". Los guardas admiten que "El Cántabro" es "tan osado como bueno en lo que hace"; tanto que tienen conocimiento de incursiones nocturnas realizadas con ayuda de equipo de buceo, un procedimiento de marisqueo tan arriesgado como prohibido.

Un funcionario asegura que "en cierta ocasión le decomisamos 80 kilos de percebe, una cantidad que evidencia lo dañino de su actividad y que, desde luego, no se corresponden con el perfil de un furtivo convencional". Otro agente añade que "además, este tipo se tira al percebe gordo, no pierde el tiempo con mediocridades; su estrategia es ir a por el mejor producto para sacar el mayor precio en el mercado negro (el que puede cotizar a 40 o 60 euros el kilo) y embolsarse miles de euros. La consecuencia es que el daño que causa al recurso y a los mariscadores legales es mayor aún si cabe".

La lógica tensión entre guardas y furtivos, como la de los policías y los ladrones, depara en ocasiones el éxito de los primeros y, otras veces, la impunidad de los segundos. Los vigilantes pesqueros estiman que pese a haber sido detenido en varias ocasiones, "la mayoría de las veces que actúa se libra". Esto es así porque la costa asturiana es muy extensa y los medios de vigilancia, escasos, al decir de los guardas: "Somos 16 agentes para todo el Principado; de ahí, hay que restar dos plazas que no acaban de ser cubiertas, bajas, gente de descanso o vacaciones... Hay días de estar tres personas para cubrir toda la costa". La anunciada puesta en servicio de drones de vigilancia no disgusta a los guardas, pero sí que expresan dudas de su pronta puesta en funcionamiento "porque aún no hemos sido formados en su manejo".

La supuesta levedad de las condenas a los furtivos es otro asunto que saca de sus casillas al colectivo de guardas: "Nos jugamos literalmente la vida para poner a estos delincuentes ante la Justicia y lo que apreciamos es que ni la Fiscalía ni los jueces se acaban de tomar en serio los delitos contra el medio ambiente; es como que son de segunda categoría, chiquilladas... Y si a eso se añade que lo habitual suele ser llegar a acuerdos de conformidad, lo que ocurre es que a los furtivos les compensa seguir delinquiendo porque con una jornada de trabajo sacan dinero para pagar cualquier multa que les hayan puesto. Es decir, el riesgo compensa".

Pese a la pesadilla del "Cántabro" y otros "viejos conocidos" de los agentes, el balance que hace la guardería pesquera del último año de persecución del furtivismo es positivo: "Ha sido uno de los mejores años en la lucha contra el furtivismo, pero eso no significa nada porque el problema sigue estando ahí y se perpetuará si no nos dotan de más medios y, sobre todo, si no se endurecen las condenas contra este tipo de delitos".

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