"Cierro el local. Hay gente que piensa que es por el covid, pero no tiene nada que ver, la decisión está tomada y lo hago por mi familia, es una cuestión de prioridades". Habla Jacobo Rodríguez Alonso, gerente del restaurante Brujería, en la calle de La Estación de Sabugo. El hostelero afirma que el confinamiento le cambió y pensó que las largas horas entre los fogones de su local eran mucho menos importantes que pasar tiempo con los suyos, con su mujer -Bárbara Álvarez Miguélez- y sus dos pequeños, Ángel y Vera, de diez y seis años, respectivamente.

"Quería estar con mi familia, tendré tiempo y horario, a partir del día 26 comenzará a trabajar como cocinero en el colegio San Fernando y renuncio al dinero, al éxito empresarial porque el local me iba bien", señala Rodríguez, orgulloso de dar ese paso "que no entienden algunos de los clientes".

El gerente del restaurante Brujería se va con la conciencia tranquila y con la cabeza bien alta de haber gestionado un local durante cinco años y que va a tener continuidad. "Una pareja va a abrir el local de nuevo entre noviembre y diciembre", comenta el hostelero, que no duda en echarles una mano en los primeros compases de su negocio.

Su nuevo trabajo tendrá un horario, nada que ver con las sesiones de más de doce horas en su local. "Aquí entro a las 10.30 y salgo a la una de la mañana, a partir de ahora todo va a merecer la pena mucho más, voy a poder pasar con mi familia los fines de semana, va a ser brutal", comenta orgulloso. En un principio, su labor como cocinero en el San Fernando será de lunes a viernes y algún que otro fin de semana, cuando haya servicio de banquetes. Su nueva incorporación está fijada para el próximo día 26.

Jacobo Rodríguez permanecerá con su local de la calle La Estación hasta mañana. Echará una mano a los nuevos gestores con el cambio de titularidad y otros asuntos burocráticos y luego, el resto del tiempo, lo dedicará a los suyos, a los pequeños Ángel y a Vera y también a su mujer Bárbara. "Ella llevará a los niños al colegio, que también van al San Fernando, y cuando salgan ya los recojo yo, será genial poder cenar en casa todos juntos", comenta con la emoción en los ojos e ilusionado al ver que pronto podrá pasar más tiempo con las personas que más quiere.

La pena de esta decisión tomada hace algo más de mes y medio es que las dos camareras del local serán inevitablemente despedidas por el cierre del negocio. "Lo entendieron", afirma el hostelero, que no dudará en repartir las brujas que decoran su negocio en Sabugo por otros locales del barrio para, de alguna manera, dejar su huella. "Tengo claro que hay que valorar lo realmente importante y en mi caso no es el dinero, es la familia", concluyó.