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Un "manitas" tras la trompeta

Gonzalo Casielles compaginó su completa vida musical con una de sus aficiones, el bricolaje y las manualidades: "Lo arreglaba todo"

El taller donde pasaba horas Gonzalo Casielles. FAMILIA CASIELLES

Los músicos, sobre todo los de viento y cuerda, controlan la motricidad fina. El ejercicio de la digitación les permite desarrollar otras destrezas con las manos como pueden ser las artes y las manualidades. Eso le ocurría al recientemente fallecido Gonzalo Casielles, músico contrastado y "manitas" en sus momentos de asueto. "Le encantaba el bricolaje", destaca su hijo Daniel Casielles. "Lo arreglaba todo", añade. También creaba, como aquel belén navideño que construyó para sus hijos tomando como referencia la forma de una guitarra, una obra que fundía en un solo objeto sus tres pasiones: el amor por la música, su familia, y el bricolaje. En esa pieza que aún se conserva tras décadas como oro en paño, los Reyes Magos bajan de las cuerdas del mástil y el nacimiento se halla en la caja del instrumento.

Le encantaba dejarse llevar por los sonidos de la trompeta, pero tampoco se le caían los anillos por nada, ya que fue aprendiz de cantero, relojero, realizó tareas administrativas, fue conserje, sin dejar de lado su pericia musical. La música marcó su vida, en las orquestas, en las aulas y en su casa donde mimaba cada uno de los sonidos que salían no solo de su trompeta sino de los instrumentos que tocaban sus hijos. "Había veces que estaba ensayando con mi contrabajo y decía mi padre desde el salón: 'ese mi bemol está un poco bajo...'", relata con cariño Daniel Casielles.

La trompeta del músico avilesino acompañó durante no pocas giras las orquestas de Xavier Cugat. En una de esas actuaciones, en una sala de Alicante en 1964, Casielles coincidió con uno de sus ídolos, el también trompetista Louis Armstrong. "Contaba mi padre que esa noche estuvo escuchando a través de la puerta del camerino de Louis Armstrong cómo realizaba ejercicios antes de su actuación, nos decía que aquello no era un calentamiento, ya era swing", relata Casielles, que habla de su padre como un hombre meticuloso y paciente, que son habilidades propias de los músicos y también de los "manitas".

El avilesino y director del Conservatorio Superior de Música "Eduardo Martínez Torner" de Oviedo, Fernando Agüeria, fue alumno de Gonzalo Casielles. "Era estricto, riguroso, afable y cariñoso", describe el músico. Agüeria le conoció como conserje del colegio de La Luz y unas vacaciones escolares le acogió como alumno. "Habilitó un aula en el colegio y allí estábamos dando clase de solfeo, yo fui su primer alumno hasta que luego sacó plaza en el Conservatorio", señaló Agüeria, quien recuerda que una de las cuestiones que le permitieron quedarse en La Luz de conserje fue "que lo arreglaba todo, era un manitas". "Si se quedó fue por arreglar una cisterna", recuerda Agüeria, que también guarda en su memoria alguna anécdota de Casielles, como cuando siendo un niño tocó en una plaza de toros tras causar baja el trompetista titular y le "engañaron" para tocar en un momento de la corrida cuando no correspondía. "Me contó que había pasado mucha vergüenza". señala el director del Conservatorio de Oviedo, que también compartió diez años como docente en el Julián Orbón con Casielles.

Décadas atrás, a principios de los años setenta, el avilesino Ramón Borrego, formó parte de dos orquestas junto a Casielles, "La Madrigal" y "Asturcombo". "Como trompetista era un fenómeno, recuerdo cuando en el año 1971 fuimos la primera orquesta asturiana en grabar en TVE", indica Borrego, que reconoce que siempre se respigaba cuando escuchaba a Casielles tocar "Llora mi corazón" con su trompeta.

Gonzalo siempre vestía elegante, con chaqueta y corbata. Solía juntarse con sus amigos a tocar al menos una vez por semana hasta no hace mucho tiempo. Entre ese grupo estaba Fernando Arias, que también recibió clases de armonía en su casa de la mano del maestro Casielles. En esas sesiones que duraban unas tres horas, de 18.00 a 21.00 horas, de los viernes, todos interpretaban música americana. "Tocábamos piezas de Glenn Miller, Cole Porter y también alguna de Louis Armstrong y Duke Ellington, Gonzalo era un músico completísimo, modesto y siempre que surgía alguna conversación sobre música, allí estaba", recuerda Arias, que menciona la sala "Pasapoga" de la Gran vía madrileña, donde tantas noches tocó Gonzalo Casielles.

Este "manitas" que tenía una digitación especial para hacer sonar la trompeta tuvo tiempo para estudiar partituras, componer, adaptar piezas corales a voces mixtas, impartir lecciones de solfeo, de armonía y recorrer media España con el instrumento que le acompañó toda la vida.

En sus ratos libres siempre tenía un hueco para las manualidades, se sentaba en su taller y dejaba volar su imaginación para crear con sus manos. Hacía lámparas con botellas, le gustaba confeccionar piezas de todo tipo como una cadena de madera con los eslabones unidos y también se desvivía creando juguetes únicos para sus nietos, a los que siempre mimó con el mismo cariño que sus hijos y a Cristina Suárez, su mujer que falleció hace dos años.

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