Un novio nervioso, Daniel González Williams; una novia radiante vestida de coral, Noemí Rodríguez Muñido, y más de ochenta invitados online se dieron cita ayer en el Ayuntamiento de Avilés para el casamiento de esta pareja que, de haber puesto música de fondo al enlace, tal vez tendrían que haber hecho sonar la zarzuela de Bances Candamo “El imposible mayor, en amor le vence Amor”. Porque lo suyo es querer del bueno, del de verdad. Pero para llegar al “sí, quiero” tuvieron que superar una concatenación de obstáculos derivados de la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus.
Noemí Rodríguez Muñido, de 36 años, conoció al que hoy ya es su marido, Daniel González, de 31, en Inglaterra. Luego pasaron un tiempo en Madrid y ahora residen en Vigo, en Galicia. El año pasado, en noviembre, él le pidió matrimonio como regalo de cumpleaños. Y fijaron fecha: 25 de julio. Entonces comenzaron los preparativos para una gran fiesta en la que iban a reunir, en el palacio Conde de Toreno, a decenas de invitados de distintos rincones del mundo. Porque Williams, aunque de Lalín (Pontevedra), es nacido en Inglaterra. El resto de la familia y los amigos vendría de Madrid, Extremadura, Asturias, Galicia... “Lo teníamos todo muy preparado, queríamos una fiesta a lo grande... En abril empezamos a ver que la cosa se ponía cada vez más fea y decidimos aplazar la ceremonia al 31 de octubre pensando que disminuiría la curva de infectados, teníamos esa esperanza”, explicaron los flamantes novios. Pero lejos de mejorar, la epidemia por el covid-19 ha ido a más en las últimas semanas.
Lejos de posponer una vez más la boda, Noemí Rodríguez Muñido y Daniel González decidieron seguir adelante. Más problemas: “Como Dani es nacido en Inglaterra necesitaba permisos de la embajada, y con el covid todo se paralizó. También hubo una parálisis administrativa en Vigo, donde residimos, y nos dieron el último papel que necesitábamos para casarnos ‘sobre la campana’”, apuntó la novia avilesina, que pese a los avatares del destino ayer brilló con luz propia en la sala de recepciones del Ayuntamiento de Avilés, a donde llegó puntual, tal vez por eso de que tiene un novio londinense, a las 13.30 horas.
La alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín, amiga de la familia, fue la encarga de oficiar el enlace. “Noemí forma parte de una familia por la que siento afecto, comprometida e imprescindible en nuestra sociedad”, dijo. Recordando a la escritora asturiana Berta Piñán les deseó “que construyan una casa que sea como un río, que arrastre la derrota, que arranque el dolor de las saqueras y lo lleve por la corriente, aguas abajo”. A esas alturas de la ceremonia el novio antes nervioso estaba, sobre todo, emocionado. Miraba a su novia, vestida de coral a su izquierda, y a su familia, al otro lado de una pantalla de ordenador, en Inglaterra. En la sala, apenas una decena de invitados. Entre ellos, Verónica López, una amiga de la infancia de Noemí Rodríguez, que logró sacar las sonrisas e hizo aflorar esas lágrimas que ya estaban a punto.
En lugar de banquete con decenas de invitados, los novios se fueron a comer en un grupo reducido. En la calle nadie esperaba con confetis: “No hemos querido anunciar que nos casábamos precisamente para no reunir a mucha gente y prevenir riesgos. La celebración se hará a lo grande cuando se pueda”, confirmaron los novios que se regalaron más miradas que besos, ocultos tras unas mascarillas.
