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La trinchera de los libros

Los avilesinos acuden a las librerías en busca de novedades y los últimos éxitos de Ken Follet o Dolores Redondo antes del posible cierre, tras un verano de bibliotecas vacías

Álvaro Fraga, en su librería. | Ricardo Solís

Ante la posibilidad de un segundo confinamiento, los avilesinos corrieron ayer a las librerías, rápidos como la pólvora, para conseguir esos ejemplares que quién sabía cuándo podrían volver a ver. No había nada claro: ¿seguirían abiertas las librerías? No iba a volver a ocurrir como en el primer ‘encierro’, que pilló a más de uno sin previsiones, ávidos de novedades literarias, que reposaban en los estantes, cogiendo polvo y esperándoles. “En la apertura de mayo se vio que añoraron los libros. Hicieron un acopio de ejemplares muy similar al que estamos viviendo”, relata Álvaro Fraga, encargado en la librería Clarín, que ayer despachó sin descanso durante todo el día y hoy, miércoles, sin cierre en su establecimiento, continuará.

Las bibliotecas municipales, por su parte, vivieron tras el desconfinamiento y con tristeza un síndrome del nido vacío. Con las salas cerradas por la pandemia, los “fieles lectores”, que con anterioridad recorrían las estanterías repletas y disfrutaban de unos instantes con sus libros sobre la mesa, se quedaron sin su espacio natural. Y eso se plasmó en “desaparición de gente de siempre” y, por ende, de la “pérdida de muchísima vida”. “No tiene nada que ver”, cuenta Amely Martín, bibliotecaria de Los Canapés. Precisamente, esa vitalidad a la que alude fue lo que la convenció para regresar a ese centro entre todos los de Avilés, donde había hecho sus prácticas en primer lugar.

Según explica, ese centro tenía la peculiaridad de que hasta allí llegaban paseantes, normalmente jubilados, de todas partes de Avilés. Para descansar de la caminata, se sentaban con un periódico y pasaban allí la mañana o la tarde, según correspondiera. Pero el miedo y la falta de sitio hizo mella; lleva sin ver a algunos de sus habituales desde el pasado marzo, antes de que comenzara todo.

Amely refleja lo ocurrido en la red municipal: “Debido a la situación sanitaria, las bibliotecas actualmente ofrecen servicio de préstamo de documentos pero no se permite aún el acceso al interior de ni el libre acceso a la colección. Quizá por este motivo, el número de usuarios ha disminuido con respecto a años anteriores”, reza el informe de María Teresa Pasarín, la responsable de la red.

Aunque bajaran los usuarios, los préstamos se mantuvieron por encima de los 80.000. Además, la cesión de libros y películas digitales, vía online, creció considerablemente. “La gente no dejó de leer, sino que cambió de formato. Menos personas, pero más préstamos”, indica la bibliotecaria de Los Canapés, algo “nostálgica” porque echa de menos “un poco de bullicio, no demasiado”.

La librería Clarín no fue la única que ayer experimentó visitas extras de los lectores. Apresurada, Rocío Orraca cogía el teléfono mientras se despedía de sus habituales con incertidumbre. No sabía si sería o no para “una larga temporada”. Su librería, el Noveno Arte, es una de las pocas avilesinas que se dedican a la novela gráfica, el cómic o el manga. Mantenía una pequeña esperanza de poder continuar abierta, o al menos, poder repartir las colecciones entre aquellos que lo habían solicitado. “Sigue leyendo mucha gente y yo lo noté cuando volví a abrir. Hago doce años en diciembre, y sigo captando nuevos clientes”, señala convencida y esperando no pasar el cumpleaños de su establecimiento confinada en casa.

Bibliotecas y librerías coinciden: el género de moda es la novela negra, seguido de la histórica. Los lectores se lanzan a las novedades y Ken Follet o Dolores Redondo son algunos de los autores más demandados. “Un libro es un salvavidas. Te hace olvidarte de todo; muy necesario en la época en la que estamos”, señala Álvaro Fraga, quien deja claro, según lo establecido en el BOPA, que hoy seguirá trabajando. Pero por si acaso va a realizar provisiones. A atrincherarse a base de lecturas.

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