La costumbre de acumular cinc que tiene la empresa Asturiana de Zinc (Azsa) –la administradora de la tercera fundidora de cinc más importante del planeta– ha hecho que se enciendan las alarmas en los mercados internacionales de materias primas. Y es que la Bolsa de Metales de Londres (LME, en sus siglas inglesas) ha visto como la cotización del metal que sirve principalmente para galvanizar acero se ha puesto por las nubes. La agencia Reuters señala en un despacho difundido ayer que repuntó “alrededor del 18 por ciento en comparación con el 11 por ciento del cobre, alcanzando un máximo de 18 meses”. Precisamente, ayer, la tonelada de cinc estaba a 2.701 dólares.

Esto tiene una repercusión principal al otro lado del mundo: China empieza a notar la escasez. Y que la gran potencia asiática lo sienta es importante: es el mayor consumidor del metal del mundo. Se da la circunstancia de que el cinc funciona de manera semejante al oro: cada año se producen únicamente 13 millones de toneladas de blenda (sulfuro de cinc, la materia prima que, tras la fundición, se convierte en cinc metal) y que el 7 por ciento de esta producción minera está controlada por Glencore, la corporación anglosuiza que de momento preside Ivan Glasenberg, los dueños de Asturiana de Zinc, en el “top 3” de los fabricantes de los lingotes que luego consumen las siderúrgicas de todo el orbe.

El control del mercado del cinc por parte de Glencore y, en consecuencia, de Asturiana de Zinc (Azsa) se explica del siguiente modo: el 65 por ciento del negocio del cinc del conglomerado de Glasenberg es el que produce en San Juan de Nieva (el resto viene de sus plantas de Portovesme, en Italia, y Nordenham, en Alemania). La competencia directa de Azsa en Europa –Nyrstar– abandonó el negocio del cinc. La conclusión a todo esto es que la comarca de Avilés se ha consolidado como la capitalidad europea del cinc. “El objetivo de Glencore al retener acciones del mercado sería respaldar el mercado físico, respaldar las primas físicas”, dijo una fuente comercial a la agencia Reuters. “Más importante aún, mantiene el metal alejado de los almacenes (registrados) de la Bolsa de Metales de Londres, donde sería visible”, continúa. Y es que la LME controla una serie de almacenes por todo el mundo para ajustar la cotización del cinc (los principales, en el sur de Estados Unidos). Lo que hace la institución londinense, en suma, es marcar el precio mínimo por el que se puede vender el metal.

No es la primera vez que la corporación matriz de Azsa trata de influir sobre el desarrollo del mercado del metal. Glencore anunció en octubre de 2015 que iba a limitar la extracción de mineral de cinc con el fin de favorecer la elevación de su precio (a menos cinc en el mercado, mayor precio).

Con lo que cuenta Azsa en los muelles de San Juan de Nieva es con dos grandes almacenes: uno con una superficie de 18.000 metros cuadrados y el otro con casi 51.000, es decir, tan grande como siete campos de fútbol. En este segundo puede almacenar hasta la mitad de su producción anual (más de un cuarto de millón de toneladas). Tal cual tiene organizado el negocio Glencore, todo lo que produce su filial asturiana lo vende a un único comprador –su matriz–, que es, a su vez, es el que le vende su mineral a Azsa.