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Centenario del Teatro Palacio Valdés

Los teloneros del espectáculo

“Todos hacemos de todo”, celebran los cuatro trabajadores de mantenimiento del odeón avilesino

Chus Plágano, Arturo Fernández, David de la Cruz y Olegario Blanco, en el escenario del Palacio Valdés. | Ricardo Solís

Se acuerda David de la Cruz de que el trabajo más complejo que llevó a cabo en el teatro Palacio Valdés fue cuando “Richard III” (septiembre de 2011): una producción del Old Vic de Londres que había llegado al odeón avilesino de la mano del Centro Niemeyer (de la anterior dirección ejecutiva, la del dramaturgo, ahora, Natalio Grueso). Y dice el maquinista que fue complejo porque terminaron “a las siete de la mañana del día siguiente a la última función”. De la Cruz es uno de los cuatro trabajadores de mantenimiento de los centros culturales avilesinos (nueve edificios). “No sólo estamos para el Palacio Valdés”, aclara Arturo Fernández que es, de los cuatro, el que más años lleva entre cajas. “Desde 1991, desde la reapertura”, apunta con la mirada puesta en “El imposible mayor en amor, le vence Amor”, el libreto de Francisco Bances Candamo –Dramaturgo de la corte de Carlos II, el escritor avilesino que llegó más lejos en el camino a la gloria–.

La zarzuela de la que habla Fernández la dirigió Emilio Sagi y la montó el equipo técnico de los Amigos de la Ópera de Oviedo, los mismos que se encargaron de apañar la fiesta del centenario este pasado agosto pandémico, cuando de verdad se cumplieron cien años seguidos desde que el Palacio Valdés abrió sus puertas. “Con Sagi estuve yo. Y Javier Fernández”. Javier Fernández es el jefe técnico de la Fundación de Cultura, empleado municipal. Ni Fernández, ni De la Cruz, ni tampoco Olegario Blanco, ni Chus Plágano –que son los últimos en llegar detrás del telón– trabajan para el Ayuntamiento. Son empleados de Eulen. Olegario Blanco fue el contrato de relevo de Laureano Vaez, otro clásico del Palacio Valdés, pero también de la Factoría Cultural o de la Biblioteca de La Luz. “No es la primera vez que estamos en medio de un ensayo aquí y nos llaman para arreglar los plomos en no sé dónde”, confirman al alimón Blanco y De la Cruz. “Todos hacemos de todo. Luego cada uno tiene una especialidad, pero valemos para todo”, aclara Blanco, que trae experiencia en el mundo del sonido, como le pasa a Plágano. De la Cruz y Fernández son más maquinistas. “Desde que se sube el telón hasta que se baja. Para eso es para lo que estamos”, resume el más veterano de los cuatro.

Kevin Spacey, en “Richard III”.

Fernández dice que aprendió trabajando día a día. “Este oficio no existía en los primeros noventa”, aclara. Blanco salió del primer curso de la escuela de oficios escénicos que acogió el Palacio Valdés allá a finales de los noventa. “Arreglamos baños y colocamos focos”, sintetiza Fernández. Y es que no existe convenio específico para tipos como estos teloneros del espectáculo. “Lo están haciendo ahora”, se lamenta Fernández. “Pertenecemos al convenio del metal”.

–¿Son metalúrgicos?

Como la prótesis aquella de Kevin Spacey cuando fue el rey de la escena.

El comisario político soviético y la comida de horario europeo de los del Old Vic

Las casi tres décadas como maquinista de Arturo Fernández dan para mucho: “Antes de que se abriera el teatro, en la Casa, hubo un espectáculo. Era la época soviética. No estaba Gorbachov, pero sí Yeltsin. Terminó. Los músicos se fueron al aparcamiento y hasta que no llegó el comisario político nadie subió al autobús. Todo muy en orden”, señala. Esto, la presencia de un funcionario del Estado con una expedición artística, también la observaron los cuatro técnicos de los centros culturales avilesinos cuando se refieren a las compañías cubanas. “Se vienen también con comisario”. Los cuatro aprenden a base de trabajar con los mejores del país. “O de fuera. Cuando vinieron los del Old Vic de Londres tuvimos que hacer cosas que eran nuevas”, señala De la Cruz. Hacer un agujero en el escenario, por ejemplo. “Lo peor fue cuando querían comer a las doce. A esa hora tomamos el pincho”.

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