El disgusto de Laura Menéndez Sánchez del Río con las nuevas restricciones ordenadas por el presidente del Principado, Adrián Barbón, es enorme. “No tienen sentido”. El permiso de las terrazas en una región como Asturias, en pleno invierno, es “una babayada”, concluye Laura Menéndez, que apura la última botella de sidra en una mesa del salón de Casa Marisa.

Menéndez sabe de sobra que mañana tiene que salir a la terraza si quiere relacionarse con las amistades. “Quiero dejar claro: en este bar nos cuidan mucho y nos cuidamos mucho”, apunta. “Cuando comemos, estamos sólo cuatro en la mesa, todos separados; la sidrería tiene las mesas separadas, hay gel de ese, bebemos y luego nos embozamos”, recuenta. “Están acabando con la hostelería igual que han hecho con la industria”, se lamenta.

Marisa García García es la dueña y una de las cocineras de Casa Marisa: “Mañana voy a cerrar”, afirma. “No puedo tener un empleado para cuatro mesas de terraza que tengo”, recalca. Cerró el negocio este pasado noviembre (entonces la orden del Principado sólo permitía el pincho y el café para llevar). “Habíamos empezado a recuperar”, cuenta la hostelera. “En cierta medida, claro, sin cenas y sin barra… pero estábamos más o menos bien. Y, ahora, zas, otra vez a cerrar”, explica García.