El San Agustín, como el resto de hospitales de la región, y del país, es una especie de búnker cerrado a cal y canto, con la mayoría de los profesionales centrados en el coronavirus. Las visitas están muy restringidas y los pacientes que deben acudir a consultas externas también son menos que los habituales. Para el acceso al centro, todos, visitantes y pacientes, deben cumplir una serie de requisitos: tomarse la temperatura, realizar un lavado de manos con gel hidroalcohólico y llevar puesta una mascarilla quirúrgica, no de tela. En caso de no tenerla la entregan en recepción.